Algunos de los que se han infectado con el virus SARS-CoV-2 siguen semanas y meses con síntomas, independiente de cómo sufrieron la enfermedad, pero ¿a quiénes le sucede?

El COVID-19 persistente, conocido también como “COVID prolongado”, “síndrome COVID crónico”, “long COVID” o “síndrome de COVID postagudo”, es una afección presente y no tiene relación con cómo ha sido su proceso en la fase aguda.

Conocer quiénes padecerán COVID-19 persistente, que en el lenguaje médico se denomina PASC (Post Acute Sequelae of Covid-19), es importante para poder ayudar a los pacientes que desarrollan síntomas debilitantes que pueden persistir durante muchos meses, y que afectan a alrededor del 30% de los infectados, y no necesariamente a los hospitalizados.

¿Quiénes corren más riesgo de tener COVID persistente?

Dos nuevos estudios independientes han identificado los factores de riesgo que predisponen a padecer coronavirus persistente, independientemente de la gravedad de la enfermedad inicial.

La investigación estadounidense publicada en Cell identificó cuatro factores de riesgo diferentes:

  • La presencia de autoanticuerpos.
  • El nivel de ARN viral en sangre al inicio de la infección.
  • La reactivación del virus de Epstein-Barr, responsable de la mononucleosis.
  • La diabetes tipo 2.

La investigación publicada en Nature Communications por investigadores del Hospital Universitario de Zurich Bajos identificó dos factores:

  • Niveles de algunos anticuerpos.
  • Presencia de asma.

¿Cuáles son los síntomas más frecuentes del covid persistente?

A continuación, estos son los síntomas más frecuentes del COVID-19 persistente, de acuerdo con una investigación del Hospital Sant’Orsola de Bolonia:

  • Dificultad para respirar.
  • Debilidad.
  • Tos.
  • Confusión mental.
  • Dolor en el pecho.
  • Taquicardia.
  • Alteraciones del equilibrio.
  • Náuseas.
  • Fiebre.

¿Cuál es el tratamiento para el coronavirus persistente?

Si bien no existe un tratamiento efectivo para el COVID-19 persistente, ambos trabajos tienen como objetivo comprender quién corre mayor riesgo de sufrirlo, para ayudar a los médicos a derivar a los pacientes a ensayos clínicos que estudian tratamientos y a organizar la rehabilitación con antelación.

Un mejor control de la infección a través de tratamientos con anticuerpos, antivirales y medicamentos antiinflamatorios puede ayudar a reducir el riesgo, y las vacunas también pueden mitigar los riesgos persistentes.