Jerusalén. El sábado anterior a la Pascua, miles de cristianos se reúnen en la cavernosa Iglesia del Santo Sepulcro para una ceremonia centenaria conocida como el Fuego Santo.

Con velas apagadas, se apiñan en la enorme basílica del siglo XII, construida en el lugar donde, según la tradición, Jesús fue crucificado y enterrado. En una oscuridad casi total, el patriarca griego entra en el Edículo Sagrado y emerge con dos velas encendidas.

La llama pasa de una vela a otra y la luz vence la oscuridad de la rotonda. Posteriormente, la llama se traslada a las comunidades ortodoxas de otros países en vuelos especiales.

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Los cristianos ortodoxos orientales creen que la luz aparece milagrosamente dentro del Santo Edículo, construido en el lugar donde tradicionalmente se encuentra la tumba de Jesús, mientras que los escépticos, que se remontan a la Edad Media, la han descartado como un truco de feria para las masas.

En cualquier caso, la ceremonia, que se remonta al menos a 1200 años, es un espectáculo digno de contemplar.

También ha suscitado preocupaciones por la seguridad. En 1834, se desató una estampida frenética en la iglesia a oscuras y el entonces gobernante de Tierra Santa apenas escapó después de que sus guardias desenvainaran espadas y se abrieran paso entre la multitud, relata el historiador Simon Sebag Montefiore en su historia de Jerusalén. Unos 400 peregrinos murieron en la refriega, la mayoría por asfixia o pisoteo.

Las autoridades israelíes han intentado limitar la participación en los últimos años, alegando motivos de seguridad. Esto ha provocado protestas de los líderes eclesiásticos, que la han acusado de alterar las delicadas disposiciones no escritas en torno a los lugares sagrados de Jerusalén, conocidas como el statu quo.

El sábado, hubo una fuerte presencia militar mientras miles de fieles cruzaban los controles israelíes para entrar. Reporteros de AP presenciaron cómo la Policía detenía a un hombre, mientras se producían enfrentamientos entre la Policía y algunas mujeres a las que se les impidió el acceso al patio.

Algunos fieles lamentaron la escasa participación este año debido a la guerra de 18 meses entre Israel y Hamás.

“El número de policías es mayor que el de peregrinos”, declaró Adeeb Joude, guardián de las llaves del Santo Sepulcro.

Israel capturó Jerusalén Oriental, incluyendo la Ciudad Vieja, con importantes lugares sagrados para judíos, cristianos y musulmanes, en la guerra de Oriente Medio de 1967 y la anexionó en una acción no reconocida internacionalmente. Los palestinos quieren que Jerusalén Oriental sea la capital de su futuro estado.

La Ciudad Vieja tiene una larga historia de tensiones entre israelíes y palestinos, entre diferentes grupos religiosos que comparten sus confines montañosos e incluso dentro de ciertas confesiones. Las supuestas violaciones del statu quo en la Iglesia del Santo Sepulcro han provocado riñas entre monjes de diferentes denominaciones.

Israel afirma su compromiso de garantizar la libertad de culto para judíos, cristianos y musulmanes, y se ha presentado durante mucho tiempo como una isla de tolerancia en Oriente Medio.

Sin embargo, en los últimos años han aumentado las tensiones con la comunidad cristiana local, compuesta principalmente por cristianos palestinos, una población que ha menguado tras décadas de conflicto, ya que muchos han buscado oportunidades económicas en el extranjero.