LA BIENVENIDA, España. Los políticos españoles están cambiando los autobuses de campaña por tractores, paseando con cazadores y visitando huertas en las a menudo ignoradas zonas rurales en busca de votos para las elecciones generales del domingo, una de las votaciones más polarizadas en el país de las últimas décadas.

Los comicios se celebran en un nuevo paisaje político, ahora que el tradicional bipartidismo de los socialistas de centroizquierda y el conservador Partido Popular ha dejado paso a un panorama con cinco partidos principales, incluido un partido populista de derechas recién llegado. Eso ha desatado una carrera por los votos en las zonas rurales de España, sobrerrepresentadas en el reparto de escaños y que decidirán casi un tercio de los puestos del Congreso de los Diputados.

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Las leyes electorales españolas conceden un peso mayor en la cámara baja a las provincias con poca población. Unos pocos miles de votos en estas zonas pueden decidir la victoria para un partido u otro, haciendo que el lema de “cada voto cuenta” deje de ser un cliché para convertirse en amarga realidad para los candidatos alejados de las grandes ciudades.

Eso no significa que los políticos estén encontrando una cálida bienvenida.

Marcy Jurado, de 64 años, vive con su marido y su hijo en el valle de Alcudia, en el centro del país, rodeada de pastos salpicados de encinas. Son los únicos habitantes que quedan en el pueblo de La Bienvenida. Jurado mira con suspicacia a los políticos que llaman a la puerta de los ganaderos.

“Solo deseo que no se olviden de nosotros cuando se pasen las elecciones”, comentó.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, es el favorito en los sondeos tras la fragmentación del voto conservador en tres partidos. Sin embargo, que pueda mantenerse en el cargo no depende solo del resultado de su Partido Socialista (PSOE), sino también de cómo de dividida quede la oposición. Es probable que cualquier formación necesite apoyo de otros partidos para establecer un gobierno de coalición, lo que hace aún más crucial la lucha por los votos rurales.

Políticos españoles de todo el espectro político han intentado aparecer en fotos con botas embarradas y titulares que prometen más inversión en empleo rural, mejor acceso a internet o más escuelas y centros de salud locales.

La Bienvenida, situada en la cima de una colina, ha pasado de tener 50 familias hace apenas 20 años a ver carteles de “Se vende” en una casa tras otra. Un ganadero de vacas lecheras de 37 años es el que gana el pan en la única casa habitada, y también el único motivo de Jurado para quedarse en el pueblo.

“Si mi hijo se queda sin trabajo, se acabó. Yo me largo. Los días son los suficientemente largos, y duros, para alguien como yo, que me gusta estar con gente”, afirmó.

Ella pide dos cosas a los legisladores: que se aseguren de que las pensiones crecen al ritmo de la inflación y que creen más empleo para los jóvenes.

En un moderno coto de caza cercano, un candidato provincial del partido Vox afirmaba que su joven partido hará “una defensa sin complejos frente a ‘progres’, ecologistas y animalistas que dicen a la gente del campo cómo tienen que vivir sus vidas”.

Ricardo Chamorro, abogado, dejó el Partido Popular y asumió el populismo nacionalista de Vox, que en su programa recuerda a la filosofía de “recuperar el control” del país empleado por movimientos antielitistas de todo el mundo. El partido promete defender a España de musulmanes, comunistas y separatistas catalanes, que en 2017 celebraron un desafiante referendo de secesión, desencadenando una oleada de nacionalismo español.

“Vox está totalmente comprometida con la España rural, con gente que ve que el dinero se va a otras regiones que ya son más ricas y que han sido desleales”, dijo Chamorro ante un aplauso de tres docenas de ganaderos, reunidos bajo un jabalí disecado y trofeos de ciervos en un bar de Brazatortas, al borde del valle de Alcudia.

Salvo sorpresas de última hora, se espera que Vox logre el domingo entre 29 y 37 escaños en el Parlamento de 350 escaños, una gran irrupción para un partido que ofreció su primera sorpresa el año pasado en las elecciones regionales de Andalucía un bastión socialista.

La provincia de Ciudad Real, con casi 400,000 votantes en un país de 37 millones, es un espejo de la política nacional. En las últimas elecciones generales, en 2016, tres de los cinco diputados elegidos en la región fueron para el Partido Popular y dos para los socialistas. Este año, los sondeos apuntan a al menos dos parlamentarios socialistas y uno del PP, con los otros dos a decidir entre cuatro partidos, incluidos el grupo de centroderecha Ciudadanos y Vox.

Solo el grupo antiausteridad Unidas Podemos parece quedarse sin escaño en la provincia, según los últimos sondeos. A nivel nacional, Podemos podría perder hasta 15 diputados de zonas rurales en los comicios del domingo.

Blanca Fernández, de 41 años, candidata del PSOE por Ciudad Real, afirmó que los políticos y los medios han tratado al campo con victimismo.

“Me molestan profundamente los que se suben al tractor de manera impostada”, dijo. “Es un insulto a quienes vivimos aquí”.

Lo que quieren los socialistas, afirmó, es que “la persona que vive en cualquier parte de España tenga acceso a servicios en unas condiciones de calidad homologables. Eso necesariamente significa más oportunidades para las zonas rurales”.

“El ejercicio fundamental que debemos hacer es cuántos impuestos queremos pagar y cuántos servicios queremos tener”, añadió, durante una visita a una fábrica de queso manchego que exporta a Estados Unidos.

Fernández quiere apoyar a las mujeres en el campo, dar subsidios a agricultores y ganaderos jóvenes que toman el mando de terrenos antiguos y garantizar que los granjeros tienen acceso a agua.

“No hay futuro para el campo sin mujeres ni escuelas”, afirmó.

Durante dos días seguidos de campaña, Fernández y Chamorro escucharon preocupaciones similares. Los ganaderos creen que las pruebas de tuberculosis son demasiado estrictas, les obligan a sacrificar ganado y a perder dinero. Los que mantienen rebaños de ovejas tenían conflictos con las leyes de conservación natural. El aumento en las poblaciones de jabalíes y buitres afectaba a los ganaderos. Todos los residentes se quejaron de que hay demasiada burocracia, mala infraestructura, escuelas y clínicas demasiado lejanas y servicios limitados de telefonía e internet.

Mientras que Chamorro visitaba ganaderías y se reunía con pensionistas, Fernández acudió a una granja solar y a una fábrica de magdalenas donde tres hermanos han vuelto al pueblo con títulos universitarios para dirigir el negocio familiar.

“Hubo un tiempo en el que todo lo que quería era vivir y trabajar fuera”, comentó Julián Arenas, cuya fábrica de magdalenas es ahora el mayor empleador de Corral de Calatrava, un pueblo de 1,200 habitantes. “Pero he visto lo que hay y (...) con los elementos e infraestructura adecuada, hay oportunidades para dar y tomar”.