Jan Yunis, Franja de Gaza. Un flujo constante de niños desdichados y padres preocupados fluía hacia el departamento de dermatología del Hospital Nasser en el centro de Gaza.

Una niña pequeña con un lazo azul en el pelo sollozaba mientras su madre mostraba cómo las manchas rojas y blancas que le cubrían el rostro se habían extendido al cuello y pecho. Otra mujer levantó la ropa de su hijito para revelar los sarpullidos en su espalda, glúteos, muslos y estómago. En las muñecas, tenía llagas abiertas por rascarse. Un padre paró a su hija sobre el escritorio para que el médico examinara las lesiones en sus pantorrillas.

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Las enfermedades de la piel proliferan en Gaza, dicen los funcionarios de salud. Según ellos, la causa son las terribles condiciones de hacinamiento en los campamentos de tiendas de campaña que albergan a cientos de miles de palestinos expulsados de sus casas, junto con el calor del verano y el colapso de los servicios sanitarios que han dejado estanques de aguas residuales a cielo abierto a 10 meses de ofensivas y bombardeos israelíes en el territorio.

Los médicos luchan contra más de 103.000 casos de piojos y sarna, y 65.000 casos de erupciones cutáneas, según la Organización Mundial de la Salud. En la población de Gaza —de unos 2,3 millones de habitantes— se han registrado más de 1 millón de casos de infecciones respiratorias agudas desde que comenzó la guerra, junto con más de medio millón de casos de diarrea aguda y más de 100.000 casos de ictericia, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

La limpieza es imposible en las destartaladas tiendas de campaña —que básicamente son marcos de madera con láminas de plástico o mantas colgadas— apiñadas unas junto a otras a lo largo de amplias extensiones, dicen los palestinos.

“No hay champú ni jabón”, comenta Munira al-Nahhal, quien vive en una tienda de campaña en las dunas de las afueras de la ciudad sureña de Jan Yunis. “El agua está sucia. Todo es arena, insectos y basura”.

La tienda de campaña de su familia estaba abarrotada de sus nietos, muchos de ellos con sarpullidos. Un pequeño se rascaba las manchas rojas del vientre. “Un niño se contagia y se les pega a los demás”, agregó la mujer.

Los palestinos en el campamento dijeron que era casi imposible conseguir agua limpia. Algunos bañan a sus hijos con agua salada del Mediterráneo. La gente tiene que usar la misma ropa día tras día hasta que pueden lavarla y luego se la vuelven a poner inmediatamente. Hay moscas por todas partes. Los niños juegan en arena llena de basura.

Primero fueron manchas en la cara. Luego se le extendieron al estómago y los brazos, por toda la frente. Y duele. Pica. Y no hay tratamiento. O si lo hay, no podemos pagarlo”, informó Shaima Marshoud, sentada junto a su hija pequeña en una estructura de bloques de cemento en la que se habían instalado entre las tiendas de campaña.

Más de 1,8 millones de los 2,3 millones de habitantes de Gaza han sido expulsados de sus hogares, y a menudo se han mudado varias veces en los últimos meses para escapar de los ataques terrestres o bombardeos israelíes. La gran mayoría ahora están hacinados en un área de 50 kilómetros cuadrados (20 millas cuadradas) de dunas y campos en la costa, casi sin sistema de alcantarillado y con poca agua.

La distribución de suministros humanitarios, incluidos jabón, champú y medicamentos, se ha desacelerado al mínimo, dicen funcionarios de la Organización de las Naciones Unidas, porque las operaciones militares israelíes y la anarquía general en Gaza hacen que sea demasiado peligroso que los camiones de ayuda se desplacen.

Israel lanzó su campaña con la promesa de destruir a Hamás después del ataque del grupo armado del 7 de octubre en el sur de Israel, en el que murieron unas 1.200 personas y 250 fueron secuestradas. La respuesta armada de Israel ha matado a más de 39.000 personas, según las autoridades de Gaza.

“El sistema de gestión de residuos sólidos ha colapsado”, dijo Chitose Noguchi, representante especial adjunto del Programa de Asistencia al Pueblo Palestino del PNUD.

En un informe publicado el martes, el PNUD dijo que los dos vertederos de Gaza que existían antes de la guerra son inaccesibles en medio de los combates y que había establecido 10 sitios temporales. Pero Noguchi reportó que han surgido más de 140 vertederos informales. Algunos de ellos son estanques gigantes de desechos humanos y basura.

“La gente tiene tiendas de campaña y vive al lado de los vertederos, lo cual es una situación muy, muy crítica en términos de crisis sanitaria”, agregó Noguchi.

Nassim Basala, dermatólogo del Hospital Nasser, dijo que reciben entre 300 y 500 personas al día que acuden con enfermedades de la piel. Tras las últimas órdenes de evacuación israelíes, cada vez más gente se ha congregado en los campos agrícolas de las afueras de la ciudad de Khan Younis, donde los insectos abundan en verano.

La sarna y los piojos han alcanzado proporciones epidémicas, refirió, pero otras infecciones fúngicas, bacterianas y virales, además de parásitos, también proliferan.

Con la avalancha de pacientes, incluso los casos más sencillos pueden resultar peligrosos.

Por ejemplo, explicó Basala, el impétigo es una dermatosis por infección bacteriana simple que se puede tratar con cremas. Pero a veces, para cuando el paciente llega al médico, “las bacterias se han propagado y han afectado los riñones”, dijo. “Hemos tenido casos de insuficiencia renal” como resultado. Las erupciones cutáneas se infectan por rascarse en la suciedad generalizada.

Agregó que en el hospital escasean las cremas y los ungüentos.

Los niños son los más afectados, pero los adultos también sufren. En el departamento de dermatología del hospital, un hombre se desató los zapatos cubiertos de tierra para mostrar las dolorosas llagas en la parte superior de los pies y los tobillos, donde su erupción se había abierto. Una mujer levantó las manos, agrietadas, en carne viva y enrojecidas.

Mohammed al-Rayan, manifestó que ha llevado al médico a varios de sus hijos que tienen erupciones o manchas. Viven en una tienda de campaña en las afueras de Jan Yunis.

“Nos dan cremas, pero no sirven si no tienes nada con qué lavarte”, añadió. “Te pones una crema y mejora, pero al día siguiente vuelve a estar igual”.

A los padres se les dificulta consolar a sus hijos con afecciones dolorosas que no desaparecen.

La niña pequeña de Manar al-Hessi lloraba mientras le aplicaba crema en la frente y el pecho, cubiertos de costras, llagas y manchas.

“Es horrible”, dijo al-Hessi. “Siempre tiene moscas en la cara. Va al baño o a la basura y se le mete en las manos. La suciedad es enorme”.