Pandemia limita conmemoración del ataque nuclear a Nagasaki
En el 75 aniversario del ataque con una bomba atómica, se velará por el distanciamiento físico y se limitará la participación.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 4 años.
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Tokio. La ciudad japonesa de Nagasaki, la última en sufrir un ataque nuclear, se prepara para la conmemoración este domingo del 75 aniversario del lanzamiento de la bomba atómica con reducción de aforo y distancia de seguridad para evitar la propagación de la COVID-19.
Los tres cuartos de siglo desde que esta cosmopolita localidad recibiera el ataque nuclear se rememorarán de una forma más austera, pero con la misma esperanza por parte de los ya ancianos supervivientes de que Nagasaki sea la última ciudad sobre la Tierra que se lanzó una bomba atómica en la historia.
Este sábado, los operarios ultimaban detalles para el evento junto a las más de 400 sillas dispuestas en filas de 20 con distancia de seguridad entre ellas en el Parque de la Paz.
Estos asientos, donde se sentarán los invitados al acto oficial, se encuentran frente a las 10 toneladas de bronce de la estatua de la Paz, diseñada por el escultor local Kitamura Seibo, en la que se representa a un hombre que señala hacia el cielo para indicar de dónde cayó la bomba.
En el entorno de esta simbólica obra, el ambiente era calmado, con un número menor de periodistas y turistas que hace tres días están en Hiroshima, y previó una situación bien distinta a la conmemoración multitudinaria de años anteriores en Nagasaki.
Otra de las novedades de este año es la instalación temporal frente al cenotafio por todas las víctimas de la obra “Memory Undertow”, del artista nipón Shinpei Takeda, en la que a través de la realidad aumentada se recuperan los testimonios de supervivientes de la bomba exiliados en las Américas.
¿El último bombardeo atómico de la historia?
La bomba, bautizada en inglés como “Fat man” (Hombre gordo) por su forma oronda, acabó con la vida de unas 75,000 personas de las 240,000 que habitaban Nagasaki en aquel tiempo.
“Si no ha habido una tercera bomba que haya destruido una ciudad en estos 75 años ha sido más que nada por la contribución de los supervivientes de las bombas nucleares que han contado sus historias de lo que pasó”, aseguró en una reciente videoconferencia de prensa el alcalde de Nagasaki, Tomihisa Taue.
Su homólogo de Hiroshima, Kazumi Matsui, avisó en el acto de conmemoración del 75 aniversario del primer lanzamiento de una bomba atómica el pasado jueves que, para que ese “doloroso pasado” no se repita, la sociedad civil debe “rechazar el nacionalismo egocéntrico y unirse ante todas las amenazas”.
Durante su viaje en noviembre de 2019 a Japón, el Papa Francisco visitó ambas ciudades y se hizo eco de "los llamamientos proféticos al desarme nuclear".
Nagasaki, puerta de entrada del mundo a Japón
Durante el periodo Edo (1603-1868), el puerto de Nagasaki se convirtió en la única vía de entrada comercial permitida a las demás naciones en Japón, mientras que el resto del país vivía una etapa de aislamiento.
Por las calles de la ciudad, la mayoría de ellas reconstruidas por el impacto de la bomba, se hace patente el crisol de influencias chinas, holandesas y portuguesas; además del legado cristiano, del que es el principal bastión en Japón de esta religión.
Su catedral de Urakami, una de las mayores de la época en Asia oriental, fue destruida y los rosarios carbonizados o las estatuas de santos decapitadas por el impacto de la bomba se exponen en la actualidad en el Museo de la Paz.
En ese recinto, los paneles narran cómo este segundo ataque nuclear estadounidense iba dirigido en principio a Kokura, otra localidad japonesa situada unos 150 kilómetros al norte de Nagasaki en la misma isla de Kyushu.
El avión bombardero voló en círculos hasta tres veces en torno a Kokura, pero la falta de visibilidad les hizo decantarse por el objetivo secundario, Nagasaki, donde finalmente lanzaron la bomba en una breve apertura de las nubes cuando ya consideraban volver a la base ante la falta de combustible.
La bomba explotó a las 11:02 de la mañana del 9 de agosto de 1945. Este domingo a la misma hora se guardará un solemne minuto de silencio por las víctimas, una plegaria silenciosa para pedir que una masacre similar nunca vuelva a producirse.