Los sismos y los enigmas de las placas tectónicas
El terremoto en Turquía y Siria subraya el poder destructivo de la naturaleza.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 1 año.
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La Tierra es sacudida cada año por alrededor de un millón de sismos. La gran mayoría son imperceptibles, pero otros subrayan el poderío de estos fenómenos naturales que hacen vibrar al mundo mediante el rompecabezas de la corteza terrestre: las placas tectónicas.
Su detección y estudio se considera una de las grandes revoluciones científicas del último siglo y no es para menos. La mayoría de los sismos ocurren en los bordes de las placas, donde estos enormes fragmentos de losas en constante movimiento se tocan, alejan, confrontan, empujan y abrazan como un apasionado baile que define la topografía del planeta.
La historia de las placas tectónicas se dibujó desde mediados de los años 1960 del siglo pasado cuando las observaciones de la teoría de la tectónica de placas descubrieron que la corteza terrestre estaba dividida en fragmentos que se movían “debido al ascenso y descenso de las corrientes de convección en el material que se encuentra debajo de la corteza, algo muy parecido al movimiento de la nata de una sopa hirviendo”, según explica el libro “Geografía de México”.
Una reflexión espacial contemporánea, editado por el Instituto de Geografía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y coordinado por Omar Moncada y Álvaro López.
El doctor Raúl Valenzuela, investigador del Instituto de Geofísica de la UNAM, también ofreció una imagen coloquial de la corteza terrestre, la comparó con la cáscara de un aguacate, en la que el manto sería la pulpa y la semilla sería el núcleo. La corteza es una capa compuesta de roca sólida que tiene entre 20 y 70 km de espesor, mientras que el manto representa el 80% del volumen de la Tierra con un espesor de casi 3,000 km con diversas densidades y temperaturas que llegan hasta el núcleo, compuesto en especial de hierro y níquel, con temperaturas de 6,700 grados centígrados.
“En estudios geológicos que abarcan la evolución de la Tierra a través de muchos millones de años se pueden observar los movimientos de las placas tectónicas y mediante técnicas de GPS (Sistema de Posicionamiento Global) podemos medirlos; sin embargo, cuando una placa se junta con otra no existe movimiento la mayor parte del tiempo, pero se produce una deformación en el límite de la placa tectónica cercana”, detalló.
Valenzuela indicó que “cuando se acumula una deformación grande se produce una ruptura con un movimiento rápido y repentino que va a poder compensar la falta de movimiento al estar atorada con la otra placa”.
Tan lejos, tan cerca
Turquía está ubicada en el límite de diferentes placas tectónicas que, al igual que en el caso de México, provocan sismos importantes con regular frecuencia. El terremoto ocurrido el 6 de febrero a 34 kilómetros al oeste de Gaziantep con una magnitud de 7.8 y una réplica muy fuerte ha contabilizado hasta la fecha alrededor de 35,000 muertos en Turquía y 4,000 en Siria. Otro suceso ocurrió en 1999 y dejó 17,000 muertos.
“La ocurrencia de sismos importantes en Turquía no debiera extrañarnos”, comentó Valenzuela.
El experto dijo, además, que Turquía está inmerso en su propia placa, la de anatolia, que es pequeña, pero al norte hay una placa muy grande que es la placa euroasiática y al sur hay otras dos placas: arábiga (sureste) y africana (suroeste).
“Estas últimas empujan contra la placa de anatolia y su respuesta es desplazarse hacia el oeste. Donde se juntan las placas de anatolia y la euroasiática hay una falla que recibe el nombre de falla del norte de anatolia. Donde se juntan las de arabia y anatolia hay otra falla, la del este de anatolia. El terremoto de 1999 fue en la falla del norte de anatolia y el de febrero de 2023 en la falla del este”, puntualizó.
Las fallas son fracturas de la corteza terrestre con desplazamientos de bloques rocosos. Los límites de las placas tectónicas tienen grandes fallas que se han movido y se moverán a lo largo de su historia, originando sismos. Todos los sismos están asociados a fallas, aunque no todas las fallas producen terremotos.
“A partir del punto del desplazamiento se producen ondas sísmicas que pueden causar destrucción a grandes distancias, aunque no nos encontremos sobre la falla misma”, comentó.
Valenzuela señaló que estas fallas que producen sismos no siempre están en la superficie, pues pueden estar hasta a 600 km de profundidad, por lo que muchas de las fallas en realidad nunca se podrán observar.
“Sin embargo, hay ciertas regiones donde sí se pueden ver y quizá la más clara e infame sea la falla de San Andrés en California. En ciertas zonas del desierto se puede ver dónde pasa, inclusive podemos hacer una medición de cómo se ha desplazado un bloque con respecto al otro a lo largo de muchos años; de hecho, las fallas que producen los sismos más importantes en Turquía son fallas parecidas a las de San Andrés”, manifestó.
Impacto global
El Cinturón de Fuego del Pacífico es un área donde una placa desciende bajo la otra y donde se concentran las regiones sísmicas y volcánicas más activas del mundo. Esta zona libera entre 80% y 90% de la energía sísmica anual de la Tierra, pero el terremoto que vivió Turquía está relacionado con otros cinturones sísmicos claves.
“La parte sur de Europa y de Asia, son cinturones sísmicos de mucha importancia. Donde encontramos países como Italia, Grecia, Chipre, Turquía, Irán, Pakistán, Afganistán e India, tenemos la colisión de la placa africana con la euroasiática o la placa de la india con la euroasiática, concentrándose un límite entre placas tectónicas muy importantes y con actividad sísmica fundamental”, indicó.
Existen diversos factores que determinan que un sismo sea más destructivo que otro, como la energía liberada (magnitud) y la profundidad del foco; mientras más profundo será menos destructivo. Otros factores son: duración, velocidad de las ondas sísmicas, distancia al epicentro y los suelos. También el tipo de construcciones y los materiales utilizados en las edificaciones son determinantes en el carácter destructor de los sismos.
Los análisis de información geodésica que cuantifican las deformaciones por sismos ocurridos en el mundo son cada vez más precisos gracias a las herramientas satelitales, pero también es importante hacer la historia sísmica de todas las regiones del mundo.
“En el caso de México sabemos bien donde se encuentran las orillas de las placas tectónicas y dónde se producirán los sismos. Este conocimiento nos permite prepararnos y prevenir ante el futuro... se pueden tener, debemos tener reglamentos de construcción muy claros frente a estas realidades”, subrayó.
En el libro del IG-UNAM, se menciona un ejemplo comparativo de un sismo de magnitud 6.4 en la India en 1993, en el que murieron 30,000 personas. En contraste, un sismo similar de 6.6 en California en 1994 sólo causó 55 muertos. La mortalidad por los siniestros se desplazó hacia donde los edificios no pudieron adaptarse al tipo de sismos.
Para Valenzuela, las herramientas científicas que se generan alrededor del conocimiento sísmico deben reflejarse en instrumentos que ayuden a construir ciudades sobre territorio sísmico.
“Turquía nos muestra que aun teniendo reglamentos de construcción tan buenos como los de California, nos encontramos con realidades diferentes, pues el problema no es sólo tener buenos diseños, materiales adecuados y reglamentos, sino cumplirlos”, resaltó.
Para el investigador, esta debe ser la gran lección para México: qué tanto cumplimos con estas premisas. Como los edificios respondan, es la mejor forma de estar prevenidos para el próximo sismo.