Latinoamérica se aferra a la cautela ante las peticiones de apoyo de Zelensky
En la región hay históricos “amigos” de Moscú que, aunque han condenado la invasión, no han pasado de las palabras a la acción.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 1 año.
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Un año después del inicio de la invasión rusa a Ucrania, el presidente de ese país, Volodymyr Zelensky, busca alianzas en todo el mundo para arrinconar más a Rusia en la esfera internacional, pero en Latinoamérica reina aún la cautela ante lo que podría implicar, a la larga, para su estabilidad.
El presidente ucraniano tiene bien atados los apoyos de Occidente, pero necesita ir más allá y en la región puede encontrar históricos “amigos” de Moscú que, aunque han condenado la invasión, no han pasado de las palabras a la acción. Y la tarea no es fácil.
Quizá el país más firme en su condena y en su disposición diplomática haya sido Chile. Su presidente, Gabriel Boric, ha condenado con dureza la “agresión” de Rusia y ha trasladado personalmente a Zelensky “todo el apoyo de Chile en temas humanitarios”.
En el primer aniversario de la invasión el pasado 24 de febrero, Boric envió su “solidaridad” al pueblo ucraniano y publicó en sus redes sociales.
“La paz se debe basar en el respeto al derecho internacional y los derechos humanos”, escribió en un tuit.
A un año del comienzo de la guerra de agresión iniciada desde Rusia en Ucrania, desde Chile envió mi solidaridad al pueblo ucraniano y a @ZelenskyyUa. La paz se debe basar en el respeto al derecho internacional y los ddh. pic.twitter.com/nhbQ8mU1ku
— Gabriel Boric Font (@GabrielBoric) February 24, 2023
Octavio González, académico del Departamento de Política y Gobierno de la Universidad Alberto Hurtado en Chile, indicó a EFE que Boric siempre ha sido “consistente” y “contundente” en sus condenas a Rusia.
“Tanto Estados Unidos como Europa quisieran que los países latinoamericanos no solamente fueran amigos, sino y sobre todo aliados, que impusieran sanciones económicas a Rusia y enviaran armamento a Ucrania, lo cual no ha ocurrido y no creo que vaya a ocurrir”, apuntó.
Al comienzo de la invasión, Argentina tenía buenas relaciones bilaterales con Rusia, pero con el avance del conflicto, el Gobierno de Alberto Fernández terminó condenando en diversos foros la invasión rusa a ese país y denunciando los enormes costos económicos que ha provocado, especialmente en Latinoamérica.
Sin ir más lejos, la semana pasada Argentina hizo un “urgente llamado a un cese de hostilidades” y a retomar la mesa de negociaciones.
“Este tipo de escaladas no construye nada. Se necesita un alto al fuego. Lo principal es que la invasión de Rusia sobre Ucrania se detenga”, dijo días atrás el canciller argentino, Santiago Cafiero, usando términos más rotundos que otros gobiernos del continente.
Tibieza y miedo
Por su parte, el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, ha condenado la invasión a Ucrania, pero al mismo tiempo ha chocado con el Gobierno de Zelensky por su rechazo al envío de armas a Kiev y a emitir sanciones contra Moscú.
Tanto el presidente como las personas de su entorno se “manifiestan muy ambiguos sobre Rusia, y López Obrador cuestiona el envío de armas por parte de Occidente a Ucrania”, expuso a EFE William Jensen, asociado del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (Comexi).
“México tiene una posición clara en contra de la guerra iniciada por Rusia en los organismos multilaterales, sobre todo en las Naciones Unidas, pero una posición mucho más ambigua a nivel bilateral o de acciones específicas de México, de sanciones hacia Rusia”, indicó.
Myjailo Podolyak, asesor principal de Zelensky, acusó en septiembre a López Obrador de elaborar “un plan ruso” por su propuesta ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU) de crear un comité de mediación de la guerra liderado por el papa Francisco, pero el mexicano insistió en ello la semana pasada.
“Todos dialogan, hasta los más acérrimos enemigos”, defendió en su rueda de prensa matutina.
Para Enrique Serrano, historiador y profesor principal de la Facultad de estudios Internacionales Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario (Feipu) en Colombia, “lo que se va a ver en Latinoamérica es una etapa de indefinición con respecto a cuál sería el apoyo efectivo a la causa ucraniana”, dijo a EFE.
Esto, sobre todo, debido a los negocios que algunos países latinoamericanos tienen directamente con Rusia, que se podrían ver afectados.
Es el caso de Brasil, que ha mantenido buenas relaciones con Rusia a nivel diplomático y comercial tanto durante la gestión de Jair Bolsonaro como con la de su actual presidente, Luiz Inácio Lula da Silva. A pesar de las diferencias ideológicas entre ambos, ninguno de ellos se sumó a las sanciones económicas a Moscú.
Además, Brasil es un gran importador de fertilizantes rusos, necesarios para mantener una alta productividad de la agricultura brasileña, y además es socio del Kremlin en el foro BRICS.
El gigante sudamericano se aferra entonces a la tradicional posición diplomática, que da prioridad a la negociación y al diálogo para la resolución de los conflictos, desde una declarada postura de neutralidad.
En ese marco, Lula ha evitado cualquier tipo de condena a Rusia, aunque ha ido más allá y sugerido que Ucrania también tiene alguna “responsabilidad” en el conflicto.
En la ONU la diplomacia brasileña sí ha condenado la invasión y la semana pasada apoyó la resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas que exige la retirada inmediata e incondicional de las tropas rusas, sin embargo, el Gobierno brasileño desechó la posibilidad de enviar a Ucrania municiones para los tanques Leopard, tal y como le solicitó Alemania en enero.
Lula ha instado a la comunidad internacional a trabajar por la paz y criticado que, hasta ahora, casi no existan iniciativas para promover un diálogo entre las dos naciones en conflicto.
El mandatario brasileño propuso la creación de un grupo de países, entre los cuales señaló a China, India y el propio Brasil, quienes junto con Estados Unidos, Alemania y Francia trabajasen con ese objetivo, pero la iniciativa no ha tenido calado.
El académico Octavio González también señaló que “los Gobiernos progresistas latinoamericanos buscan separarse tanto de Europa como de Estados Unidos. Se trata del resurgimiento del autonomismo latinoamericano en el que se pueden ver opiniones más independientes y que buscan su propio espacio en el concierto internacional”, concluyó.
Colombia, por su parte, ha mantenido, desde la llegada al Gobierno de Gustavo Petro, una prudente distancia con la guerra y el mandatario ha pedido negociación para solucionar el conflicto por la vía del diálogo, pero sin inmiscuirse demasiado.
En uno de los pocos pronunciamientos públicos, en la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) en enero, Petro reiteró que no apoyará el conflicto bélico y tampoco enviará armas.
“En años pasados, Colombia compró material de guerra ruso, helicópteros, para sus propios fines al interior del país”, dijo, y confesó que Estados Unidos solicitó que entreguen esos materiales, que Colombia no usa, para enviárselos a Ucrania.
Pero Petro alegó, en aras de la paz, que ese material se iba a quedar “como chatarra” y que no entregarán “las armas rusas para seguir una guerra en Ucrania”.