Hablar en ucraniano se convierte en arma de resistencia contra Rusia
La invasión ha provocado un cambio de opinión en una parte de la población que aún pensaba que era buena una alianza con el vecino país.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 2 años.
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Kiev. En un país en el que al menos un 30% de la población tiene el ruso como lengua materna, hablar en ucraniano se ha convertido en un arma de resistencia contra Rusia, y crecen los rusoparlantes de Ucrania que han dejado de usar su primera lengua en ámbitos públicos e incluso en su vida cotidiana.
El ucraniano es el único idioma oficial de Ucrania y desde la caída de la URSS ya era la lengua vehicular en la mayoría de las escuelas desde quinto de primaria.
En el sur y este del país el ruso es la lengua mayoritaria. Sin embargo, algunos de sus habitantes como Alina Bora planean relegarla para quitar al Kremlin el argumento de que esos territorios forman parte culturalmente de Rusia.
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“Soy ucraniana aunque hable ruso, pero ahora he cambiado al ucraniano para proteger nuestra cultura. Putin la intenta destruir”, dice Alina, de Mariúpol, a EFE. Ella sigue hablando ruso con sus padres y amigos de su ciudad natal pero ya evita esa lengua con todas las personas nuevas que conoce y en cualquier ámbito público como las redes sociales.
“Yo diría que el 99% de mi entorno habla ruso en casa. Sabemos ucraniano porque lo aprendemos en la escuela, pero yo acabé de estudiar hace 11 años así que lo tenía bastante olvidado. A principios de febrero empecé a leer en ucraniano”, asegura.
Alina Bora vive ahora en Kiev, donde el ruso y el ucraniano están equilibrados. Allí, según explica, el 70% de su entorno ha dejado de hablar la lengua del Kremlin habitualmente como manera de reivindicación nacional.
Lengua de la administración
Victoria, de 37 años, es funcionaria y por tanto usa esa lengua en el trabajo. Desde 2019 la ley obliga al uso del ucraniano en la administración, en los servicios públicos y en la enseñanza, en detrimento del ruso y de otras lenguas minoritarias como el húngaro.
Los padres de Victoria, que viven en Kiev (donde se da prácticamente un equilibrio entre las dos lenguas), están haciendo un esfuerzo por hablar ucraniano en casa. Ella quiere educar a sus hijos en ucraniano, pese a que no era esa su lengua materna.
Victoria está junto a su amiga Lioba en el centro de Kiev, en el punto en el que hasta 2014 se podía ver la estatua de Lenin. Se han acercado porque habían visto en las noticias la instalación de una escultura de Putin con una pistola en la boca, aunque al llegar han visto que ya no está.
“De pueblo” a orgullo nacional
Lioba, de 27 años, es también de Kiev y habla ucraniano en casa. “De niña en el colegio todo el mundo hablaba ruso y a mí me daba vergüenza usar el ucraniano. Se consideraba que era una lengua que solo hablaban los del pueblo, se entendía como algo peyorativo, y por eso yo fuera de casa siempre usaba el ruso”, explica a EFE.
Ahora las tornas han cambiado y ella habla orgullosa la lengua de siempre, aunque, dice, su dialecto no es tan “puro” como el ucraniano del oeste del país. Tanto ella como su amiga Alina se sentían antes cercanas al pueblo ruso pero la guerra ha cambiado su percepción. “Soy ucraniana, quiero simplemente que me dejen serlo”, dice Lioba.
Ninguna de las dos quiere responder a si les gustaría que Ucrania formara parte de la Unión Europea. “Es una pregunta política. Soy ucraniana y quiero que Ucrania sea libre”, zanja Lioba.
Cuna de la cultura ucraniana
Apenas se escucha el ruso en el oeste de Ucrania, una zona que no estuvo bajo el influjo ruso hasta 1945 a diferencia de lo que pasa en los territorios más orientales como Járkov, una de las regiones que ahora Rusia quiere ocupar.
Solo un 5% de la población habla ruso en la zona de Leópolis. Buena parte de sus habitantes opinan que todo el país sería como el Oeste si la antigua Unión Soviética no hubiese exterminado a los hablantes de ucraniano en el sur y el Este del país a base de hambrunas y hubiese repoblado esas zonas con trabajadores rusos.
Así lo explica a EFE Klimenty Sheptytsky, director del Museo de Arquitectura y Vida de Leópolis, un centro al aire libre dedicado a la difusión de la cultura nacional ucraniana.
“En 1930 el 90 por ciento de los habitantes de Járkov eran ucranianos y hablaban ucraniano, pero tras las represiones y las guerras la mayor parte del país fue repoblada con rusos. El objetivo de los soviéticos era tratar de destruir la cultura ucraniana”, sostiene.
Desde 2014, opina Klimenty, el objetivo del Gobierno es contrarrestar ese influjo ruso, aunque él cree que la lengua en sí no sería un problema sin un contexto como el actual en el que “Rusia la usa como pretexto”.
A su juicio, la invasión ha provocado un cambio de opinión en una parte de la población que aún pensaba que era buena una alianza con Rusia, y está reafirmando el sentimiento nacional ucraniano que se levantó en 2014.
“Mucha gente fue asesinada en esa revolución. Tenemos un gran trabajo por hacer para unirnos a la Unión Europea”, asegura Klimenty, que está convencido de que la identidad de Ucrania se fortalece día a día desde entonces. Lourdes Velasco, enviada especial.