Nuuk, Groenlandia. Lisa Sólrun Christiansen se levanta a las 4 de la mañana casi todos los días y se pone a trabajar tejiendo gruesos suéteres de lana codiciados por gente de todo el mundo por su calidez y patrones coloridos que celebran la cultura tradicional inuit de Groenlandia.

Su rutina matutina incluye revisar rápidamente las noticias, pero en estos días el ritual le inquieta debido a todas las historias sobre los planes del presidente estadounidense Donald Trump para su tierra natal.

“Me siento abrumada”, expresó Christiansen a principios de este mes mientras miraba hacia el mar, donde icebergs azules flotaban cerca de la costa.

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Hija de padres inuit y daneses, Christiansen, de 57 años, aprecia profundamente a Groenlandia. El hecho de que su padre, un artista y maestro, fue el encargado de diseñar la bandera roja y blanca de Groenlandia es un enorme motivo de orgullo familiar.

“En su lecho de muerte habló mucho sobre la bandera, y dijo que la bandera no es suya, es del pueblo”, comentó. “Y hay una frase en la que sigo pensando. Dijo: ‘Espero que la bandera una al pueblo groenlandés’”.

Ansiedad en la isla

Los groenlandeses están cada vez más preocupados de que su tierra natal, una región autónoma de Dinamarca, se haya convertido en un peón en la competencia entre Estados Unidos, Rusia y China a medida que el calentamiento global abre el acceso al Ártico. Temen que el objetivo de Trump de tomar el control de Groenlandia, que posee ricos depósitos minerales y se encuentra en rutas aéreas y marítimas estratégicas, pueda bloquear su camino hacia la independencia.

Esos temores se intensificaron el domingo cuando Usha Vance, la esposa del vicepresidente estadounidense JD Vance, anunció que visitará Groenlandia esta semana para asistir a la carrera nacional de trineos tirados por perros. Por separado, el asesor de seguridad nacional Michael Waltz y el secretario de energía Chris Wright visitarán una base militar estadounidense en el norte de Groenlandia.

El impulso del gobierno de Trump se intensificó todavía más el martes, cuando Vance publicó un video en el que señaló que se unirá a su esposa el viernes en la base militar en Groenlandia.

“Vamos a ver cómo van las cosas allí”, declaró el vicepresidente. “Hablando a nombre del presidente Trump, queremos revitalizar la seguridad del pueblo groenlandés porque creemos que es importante para proteger la seguridad de todo el mundo”.

Los anuncios avivaron las tensiones que surgieron a principios de este mes, cuando Trump reiteró su deseo de anexar a Groenlandia apenas dos días después de que los groenlandeses eligieron un nuevo parlamento que está en contra de convertirse en parte de Estados Unidos. Trump incluso hizo una sutil referencia a la posibilidad de presión militar, señalando las bases estadounidenses en Groenlandia y reflexionando que “quizás verán más y más soldados allí”.

La noticia de la visita provocó una reacción inmediata de los políticos locales, quienes la describieron como una muestra de poder de Estados Unidos en un momento en que están tratando de formar un gobierno.

“Debe declararse enérgicamente que nuestra integridad y democracia deben ser respetadas sin ninguna interferencia externa”, afirmó el primer ministro saliente Múte Boroup Egede.

Groenlandia, parte de Dinamarca desde 1721, ha estado en un camino rumbo a su independencia durante décadas. Es un objetivo con el que la mayoría de los groenlandeses están a favor, aunque difieren cuándo y cómo debería suceder. No quieren cambiar a Dinamarca por un amo estadounidense.

La pregunta es si Groenlandia podrá controlar su propio destino en un momento de crecientes tensiones internacionales cuando Trump ve la isla como clave para su seguridad nacional.

David contra Goliat

Aunque Groenlandia tiene una influencia limitada contra la mayor superpotencia del mundo, Trump cometió un error estratégico al desencadenar una disputa con Groenlandia y Dinamarca en lugar de trabajar con sus aliados de la OTAN en Nuuk y Copenhague, declaró Otto Svendsen, un experto en el Ártico del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales en Washington.

Las acciones de Trump, dice, han unido a los groenlandeses y fomentado un mayor sentido de identidad nacional.

“Existe esta sensación de orgullo y autodeterminación en Groenlandia de que los groenlandeses no se dejan intimidar por esta presión que viene de Washington”, señaló Svendsen. “Y están haciendo todo lo posible para que sus voces sean escuchadas”.

Dinamarca reconoció el derecho de Groenlandia a la independencia en el momento que elija bajo la Ley de Autogobierno de Groenlandia de 2009, la cual fue aprobada por los votantes locales y ratificada por el parlamento danés. El derecho a la autodeterminación también está consagrado en la carta de las Naciones Unidas, aprobada por Estados Unidos en 1945.

Seguridad nacional de Estados Unidos

Pero Trump está más enfocado en las necesidades económicas y de seguridad de Estados Unidos que en los derechos de las naciones más pequeñas. Desde que regresó al cargo en enero, ha presionado a Ucrania para que le dé a Estados Unidos acceso a valiosos recursos minerales, amenazado con reclamar el Canal de Panamá e insinuado que Canadá debería convertirse en el estado 51.

Ahora ha centrado su atención en Groenlandia, un territorio de 56,000 habitantes, la mayoría de origen inuit indígena.

Groenlandia resguarda el acceso al Ártico en un momento en que el derretimiento del hielo marino ha reavivado la competencia por los recursos energéticos y minerales y ha atraído una mayor presencia militar rusa. La Base Espacial Pituffik, en la costa noroeste de la isla, brinda apoyo a las operaciones de advertencia de misiles y vigilancia espacial para Estados Unidos y la OTAN.

Antes de la reelección de Trump, los groenlandeses esperaban aprovechar esta posición única para ayudar al país a lograr la independencia. Ahora temen que los haya hecho vulnerables.

Cebastian Rosing, quien trabaja para una empresa de taxis acuáticos que ofrece recorridos por el fiordo de Nuuk, expresó su frustración ante el hecho de que Trump está tratando de tomar el control justo cuando Groenlandia ha comenzado a afirmar su autonomía y a celebrar sus orígenes inuit.

“Es tan extraño defender (la idea) de que nuestro país es nuestro país porque siempre ha sido nuestro país”, comentó. “Estamos recuperando nuestra cultura después del colonialismo”.

Importancia estratégica

No es que a los groenlandeses no les guste Estados Unidos. Le han dado la bienvenida a los estadounidenses durante décadas.

Estados Unidos prácticamente ocupó Groenlandia durante la Segunda Guerra Mundial, construyendo una serie de bases aéreas y navales.

Después de la guerra, el gobierno del presidente Harry Truman ofreció comprar la isla debido a “la extrema importancia de Groenlandia para la defensa de Estados Unidos”. Dinamarca rechazó la propuesta pero firmó un acuerdo de base a largo plazo.

Cuando Trump resucitó la propuesta durante su primer mandato, fue rechazada rápidamente por Dinamarca y desestimada como un truco para llamar la atención. Pero ahora Trump está persiguiendo la idea con renovada energía.

Durante un discurso a principios de este mes, declaró a una sesión conjunta del Congreso que Estados Unidos necesitaba tomar el control de Groenlandia para proteger su seguridad nacional. “Creo que lo vamos a conseguir”, afirmó Trump. “De una forma u otra”.

¿Un modelo en las Islas Marshall?

Aun así, Trump tiene sus admiradores en Groenlandia.

Y no hay mayor fanático que Jørgen Boassen. Cuando habló con The Associated Press, Boassen llevaba una camiseta con una foto de Trump con el puño en el aire y sangre corriendo por su rostro después de un intento de asesinato el año pasado. Debajo estaba el lema, “American Badass”.

Boassen trabaja para una organización llamada American Daybreak, que fue fundada por el exfuncionario de Trump Thomas Dans y promueve vínculos más estrechos entre Estados Unidos y Groenlandia.

El exalbañil, que se describe a sí mismo como “110%” inuit, tiene una larga lista de quejas sobre Dinamarca, la mayoría derivadas de lo que considera un maltrato a la población local durante el dominio colonial. En particular, menciona a las mujeres inuit que dicen que les fueron colocados dispositivos anticonceptivos sin su permiso durante la década de 1970.

Trump debe actuar para asegurar la puerta trasera hacia Estados Unidos, dice Boassen, porque Dinamarca no ha garantizado la seguridad de Groenlandia.

Pero incluso él quiere que Groenlandia sea independiente, un aliado de Estados Unidos, pero no el estado 51.

Lo que tiene en mente es algo más parecido al acuerdo de libre asociación que las Islas Marshall negociaron con Estados Unidos cuando se independizaron en 1986. Ese acuerdo reconoce al archipiélago del Pacífico como una nación soberana que lleva a cabo su propia política exterior pero otorga a Estados Unidos el control sobre la defensa y la seguridad.

“Estamos en 2025”, apuntó Boassen. “Así que no creo que puedan venir y tomar el control”.

Pase lo que pase, la mayoría de los groenlandeses están de acuerdo en que el destino de la isla debería depender de ellos, no de Trump.

“Tenemos que estar unidos”, expresó Christiansen, entre el ruido de sus agujas de tejer.