DAMASCO. Cientos de exsoldados sirios se presentaron el sábado ante los nuevos gobernantes del país, por primera vez desde el derrocamiento de Bashar Assad, para responder preguntas sobre si podrían haber participado en crímenes contra civiles a cambio de una promesa de amnistía y el retorno a la vida civil.

Los exsoldados acudieron a lo que solía ser la sede en Damasco del partido Baath de Assad, que gobernó Siria durante seis décadas. Fueron recibidos por interrogadores, antiguos insurgentes que tomaron Damasco el 8 de diciembre, y recibieron una lista de preguntas y un número de registro. Eran libres de irse.

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Algunos miembros de los extintos servicios militares y de seguridad que esperaban fuera del edificio dijeron a The Associated Press que se habían unido a las fuerzas de Assad porque obtenían un ingreso mensual estable y atención médica gratuita.

La caída de Assad tomó a muchos por sorpresa, ya que decenas de miles de soldados y miembros de los servicios de seguridad no lograron detener el avance de los insurgentes. Ahora, con el control del país y con Assad exiliado en Rusia, las nuevas autoridades investigan las atrocidades cometidas por las fuerzas de Assad, fosas comunes y una serie de prisiones administradas por el ejército y agencias de inteligencia y seguridad notorias por sus condiciones brutales y porque en ellas se practicaba la tortura sistemática y se realizaban ejecuciones masivas.

El teniente coronel Walid Abd Rabbo, que trabaja en el nuevo Ministerio del Interior, dijo que el ejército ha sido disuelto y que el gobierno interino aún no ha decidido si aquellos “cuyas manos no están manchadas de sangre” pueden solicitar unirse nuevamente a las fuerzas armadas. Los nuevos líderes han prometido castigar a los responsables de crímenes contra sirios en el régimen de Assad.

En días recientes, se abrieron varios lugares para el interrogatorio y registro de exsoldados en otras partes de Siria.

“Hoy vengo por la reconciliación y no sé qué sucederá después”, dijo Abdul-Rahman Ali, de 43 años, que combatió por última vez en la ciudad norteña de Alepo hasta que fue capturada por insurgentes a principios de diciembre.

“Recibimos órdenes de dejarlo todo y retirarnos”, afirmó. “Dejé mi arma y me puse ropa de civil”, agregó, y dijo que caminó 14 horas hasta llegar al pueblo central de Salamiyeh, donde tomó un autobús a Damasco.

Ali, quien ganaba 700,000 libras (45 dólares) al mes en el ejército de Assad, dijo que serviría a su país nuevamente.

En el edificio, varios hombres formaban cortas filas frente a cuatro habitaciones donde los interrogadores les hacían una lista de preguntas en un papel.

“Veo arrepentimiento en sus ojos”, dijo un interrogador a AP mientras interrogaba a un soldado que ahora trabaja en un restaurante de shawarma en el suburbio de Harasta, en Damasco. Habló bajo condición de anonimato porque no tenía permiso para dialogar con los medios.

El interrogador le preguntó al soldado dónde estaba su rifle, y el hombre respondió que lo había dejado en la base donde sirvió. Luego pidió y recibió la identificación militar del soldado.

“Se ha convertido en un civil”, dijo el interrogador, y añadió que las autoridades llevarán a cabo su propia investigación antes de interrogar al mismo soldado nuevamente dentro de unas semanas para asegurarse de que no haya cambios en las respuestas que dio el sábado.

El interrogador dijo, después de casi dos horas, que había interrogado a 20 soldados y que se espera que el número aumente en los próximos días.