España estudia cómo salvar el turismo de playa sin riesgo para la salud
Entre las medidas contempladas está “cuadricular” los espacios de arena para observar el distanciamiento físico recomendado.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 4 años.
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Madrid. España, una potencia mundial del turismo de sol y mar, sigue muy pendiente de cómo evoluciona la epidemia de COVID-19, con la esperanza de que las playas puedan reabrir, aunque con limitaciones, para que veraneantes nacionales y extranjeros puedan broncearse y bañarse sin aglomeraciones.
Las restricciones sociales y económicas impuestas por el Gobierno para contener el contagio ha golpeado duramente al sector turístico español, cuya actividad se concentra en el verano mayoritariamente (70% del total de ingresos), a partir de junio, pero este año con una gran incertidumbre.
Son más de 3,500 playas repartidas en 8,000 kilómetros de costa, unas solitarias, pero la mayoría muy concurridas, donde es imposible, un verano cualquiera, mantener la distancia mínima de seguridad de al menos dos metros entre personas.
En principio, el agua del mar o de una piscina no supone un riesgo de transmisión del coronavirus, según científicos españoles, pero sí las aglomeraciones.
Desde el lunes pasado, muchos municipios permiten el paseo o la práctica deportiva individual en playas, pero habrá que esperar más, hasta una fase más adelantada de la transición hacia la normalidad social, para poder tumbarse al sol y bañarse en el mar, pero aún sin fecha.
Y los ayuntamientos, responsables de las playas, ya piensan en cómo organizar los arenales, aunque muchos prefieren esperar a recibir instrucciones más precisas de las autoridades sanitarias o, incluso, hasta saber si será necesario o no invertir en nuevos equipamientos, infraestructuras o tecnología.
Otros ya tienen claro cómo organizarse: la solución más habitual será parcelar la arena en cuadrículas, algunos piensan segmentar las playas para diferentes usos y usuarios y varios van a convertir a los socorristas en vigilantes de la “distancia social” para mantener el espacio de seguridad entre bañistas.
También hay quien estudia instalar sensores de inteligencia artificial que marcarán un semáforo de aforo que se pueda consultar desde el teléfono celular e, incluso, se ha pensado en sistemas de reserva previa de parcela de arena y hora.
Tratan de salvar así el año turístico, al menos en parte, y aminorar, en lo posible, pérdidas multimillonarias para hoteles, bares, restaurantes, comercios y otros muchos negocios dependientes, así como para las administraciones en impuestos y tasas.
Controlar el acceso
En la región de Andalucía (sur), entre otros casos, la localidad malagueña de Fuengirola quiere ser la primera de España en emplear inteligencia artificial para controlar el aforo de playas y espacios públicos mediante un programa de información en tiempo real con sensores colocados en las farolas.
En Alcudia, isla mediterránea de Mallorca, se reducirán a la mitad las sombrillas y las tumbonas.
El Ayuntamiento de Lloret de Mar, el segundo destino turístico más importante de Cataluña (noreste) y uno de los más demandados de España, piensa dividir sus dos playas principales en tres sectores: grupos de ancianos, familias y adultos sin niños, todos con limitación de aforo.
Y en la región Valenciana, la población de Cullera (este) sopesa reforzar el servicio de socorrismo, por si es necesario recordar a los turistas que mantenga la distancia de seguridad o tomar la temperatura, así como la posibilidad de usar drones para vigilar los límites de aforo.