¿Imagina usted lugares en los que los bebés no puedan nacer y los cuerpos no puedan ser enterrados? Aunque insólito, este es el panorama en algunos territorios de Europa e incluso América del Sur.

Bien sea por condiciones climatológicas, carencias estructurales o creencias culturales, estos tres lugares, a menudo, deben trasladar a sus habitantes con el objetivo de que nazcan en condiciones favorables y, de la misma manera, para que puedan morir y ser sepultados.

Longyearbyen, Svalbard

Los residentes de Longyearbyen, en el archipiélago de Svalbard, no pueden ser enterrados en el cementerio local desde 1950, cuando los habitantes descubrieron que los cadáveres no se descomponían a causa del clima gélido y el permafrost que impregna todo el suelo.

Esta decisión, en gran parte, estuvo impulsada por el temor de que los cuerpos enterrados aún pudiesen conservar rastros de la gripe española que mató a mineros en 1918, de acuerdo con ‘Stuff’.

Aunque sí es permitido enterrar urnas de cremación, muchos lugareños optan por abandonar la isla en sus últimos días y trasladarse hacia el continente noruego. “Si parece que está a punto de expirar, se hará todo lo posible para enviarlo al continente”, dijo Christian Meyer, de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología, a ‘The Sun’.

Si la muerte trae sus riesgos, los nacimientos también. Desde hace años, se alienta a las mujeres a regresar al continente tres semanas antes para dar a luz a su bebé. “No puedes nacer en Longyearbyen”, señaló Hella Liira a ‘Stuff’.

Isla de Fernando Noronha, Brasil

Ninguna mujer puede entrar en labores de parto en la isla de Fernando de Noronha, uno de los santuarios marinos mejor conservados del Atlántico Sur. Según ‘BBC’, las madres deben salir de la isla en el séptimo mes de embarazo e ir hasta Recife, ubicado a 545 kilómetros.

La Coordinación de Salud del archipiélago, con sede en Recife, es la que se encarga del traslado de las mujeres embarazadas, pese a que no exista una ley de prohibición formal.

Esta dinámica tiene lugar desde años atrás, cuando el único hospital de la isla, el Sao Lucas, cerró su sala de maternidad y no posee los requerimientos para una atención de alta complejidad.

“Es una pesadilla, piensas que nunca terminará. Es una sensación horrible estar atrapada en una habitación, a veces sin dinero, lejos de mi casa y mi familia”, relató Laisy Francine Costa, una habitante que iba a dar a luz en 2015, al medio citado anteriormente.

Ciudad del Vaticano

Las limitaciones infraestructurales y en materia de servicios constituyen un impedimento para que las mujeres puedan dar a luz a un bebé. De hecho, la residencia en la Ciudad del Vaticano está relacionada en función del trabajo o servicio prestado, mas no del nacimiento.

En otras palabras, vivir en esta nación no convierte a ninguna persona en ciudadana, ese título se adquiere por su razón de servicio al oficio del Papa. En esa línea, la ciudadanía solo está reservada para cardenales que residen dentro del Vaticano, diplomáticos, personas que laboran allí y, en algunos casos, cónyuges e hijos de los trabajadores.