Empezó a apostar a los 12 años, se endeudó y su familia recibió amenazas
Casinos virtuales clandestinos enfocan su mira en los adolescentes.
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En febrero, Mariano y su familia recibieron un mensaje inquietante que vinculaba a su hijo Lucio, de 12 años, con apuestas online. El texto, que también llegó a sus hermanas y conocidos, afirmaba que Lucio debía una gran suma de dinero y había cometido una estafa. “No saben con quién se metió”, decía el mensaje de manera amenazante, lo que generó preocupación en la familia.
Mariano reconstruyó lo sucedido al hablar con su hijo. Lucio le confesó que cinco días antes había hecho ‘clic’ en un anuncio de Instagram por curiosidad y porque era una actividad común entre sus amigos.
El anuncio promovía juegos de azar en casinos virtuales ilegales, como la ruleta y las máquinas tragamonedas, y ofrecía a los jugadores la posibilidad de hacer apuestas deportivas.
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El aviso ofrecía trabajo como “cajero” en un casino online, es decir, alguien que vendiera fichas para los juegos virtuales a cambio de una comisión. No se requerían requisitos y nadie le preguntó a Lucio su edad.
Rápidamente, le proporcionaron un usuario y contraseña, lo que lo habilitaba como “cajero”, y le asignaron fichas con facilidad. Mariano sospecha que todo fue una trampa para que su hijo, en lugar de vender las fichas, las usara en los juegos, lo cual sucedió. Después, quien lo había involucrado comenzó a acosarlo para que pagara la deuda acumulada por sus apuestas.
Cuando Lucio explicó que no tenía forma de pagar lo que debía, comenzaron a amenazarlo y a contactar a personas con el mismo apellido en redes sociales, con el objetivo de encontrar a sus familiares. De esta manera, lograron llegar a sus tías y a su padre, Mariano.
Ese incidente en febrero trajo por primera vez el temor de las apuestas ilegales a la familia de Lucio, conformada por Mariano, Pilar, sus tres hermanos, dos mayores y una menor. Sin embargo, no fue la última vez que el juego despertó preocupación en sus padres.
Cuatro meses después, Pilar se preguntaba con inquietud: “¿Tengo un hijo ludópata?”, al descubrir que Lucio continuaba apostando en un casino online de manera compulsiva. Este es uno de los riesgos que enfrentan los niños y adolescentes en el mundo virtual.
Pilar, con temor a que Lucio estuviera desarrollando una adicción al juego, decidió sumar la consulta de un psiquiatra a la terapia que ya realizaba desde el primer incidente.
Tanto ella como su esposo, abogado de profesión, acudieron a la redacción de ‘LA NACION’ para compartir su experiencia y la pesadilla que vivió su familia. Con el fin de proteger su identidad, solicitaron ser mencionados con nombres ficticios.
Mariano y Pilar residen con sus hijos en la zona norte y siempre han promovido el deporte entre ellos, incluyendo fútbol, rugby y tenis. Según cuentan, sus dos hijos varones son aficionados a la tecnología, y recientemente han cambiado la consola PlayStation por una computadora gamer. “Pero el uso no es desmedido: fijamos reglas y pedimos contraseñas”, aclaró Pilar.
A pesar de estas medidas, se quedaron sin palabras cuando descubrieron la actividad de Lucio en las apuestas online. Sabían que, aunque sorprendidos, el caso de su hijo no era algo aislado. Psicólogos y psiquiatras infantiles, quienes advierten que un número cada vez mayor de niños y adolescentes se involucran en apuestas online sin control, lo que puede acarrear graves consecuencias.
Crece la cifra de los jóvenes que apuestan
El crecimiento de chicos que participan en apuestas online ha sido alarmante, especialmente desde la pandemia, cuando el uso de dispositivos tecnológicos se intensificó.
En ese tiempo, muchas provincias en Argentina habilitaron el juego para mayores de 18 años, pero al mismo tiempo proliferaron casinos ilegales que aceptan jugadores de cualquier edad.
Según los especialistas, este tipo de apuestas se ha convertido en un hábito preocupante, presente en escuelas, fiestas, viajes y, a menudo, en la soledad de las habitaciones de los adolescentes.
Los expertos coinciden en que muchos de los jóvenes comienzan a apostar desde los 12 años, una edad en la que la mayoría ya cuenta con un celular que les permite acceder fácilmente a casinos o casas de apuestas online. Este fenómeno también está relacionado con el uso de billeteras virtuales, que muchos padres habilitan cuando sus hijos empiezan la secundaria, facilitando el acceso a estos sitios.
La psicóloga Lucrecia Morgan señala que los chicos son atraídos a través de redes sociales como Instagram y TikTok, donde reciben mensajes que los invitan a apostar de manera sencilla.
“Detrás de este fenómeno hay adultos que buscan que los chicos caigan en la trampa”, reflexiona Morgan, comparando la compulsión por las apuestas online con el grooming. Explica que, una vez que los jóvenes se ven atrapados, son amenazados y hostigados, lo que los hace sentir incapaces de pedir ayuda.
Esto fue lo que le ocurrió a Lucio en febrero, cuando acumuló una deuda al jugar fichas que debía haber vendido. “Le decían que iban a crear un perfil falso suyo en Instagram y publicar mentiras, como que era gay. De hecho, llegaron a crear el perfil”, contó Pilar.
Los expertos señalan que el hostigamiento y las amenazas son comunes en estos casos, y advierten que, bajo presión, los chicos pueden llegar a hacer cualquier cosa para obtener dinero.
La extorsión
Cuando Mariano recibió el mensaje de extorsión, no tenía idea de lo que ocurría en torno a las apuestas online. Tras hablar con su hijo, decidió contactar al remitente. Esa misma noche, conversaron por teléfono con una pareja.
“Eran un hombre y una mujer. Ella decía ser profesora y él, guardavidas. No me encontré con mafiosos amenazándome, sino con dos personas que creían tener un emprendimiento”, relata Mariano, aún sorprendido. Durante la conversación, le informaron que la deuda de Lucio rondaba los 5,000 dólares.
Esa charla dejó al descubierto la realidad detrás de esta actividad. Según Mariano, los extorsionadores le explicaron que ellos también eran “cajeros” y que trabajaban bajo personas más poderosas.
“No saben con quién se metió”, advirtió el hombre. Cuando Mariano les preguntó si sabían que Lucio tenía solo 12 años, la mujer respondió: “Pensamos que era un poco más grande”. A pesar de no conocer la edad exacta, sabían que Lucio era menor de edad, lo que confirma que su objetivo eran niños y adolescentes.
Pilar recuerda cómo Lucio reaccionó durante el intercambio. Lo observó preocupado, impactado por el miedo que percibía en sus padres y hermanos. “Nos hacían sentir que conocían todo sobre nuestra familia. Era como si estuvieran entre nosotros”, afirmó Pilar, preocupada por las posibles consecuencias de esa situación.
Aconsejados por un abogado conocido, Mariano y Pilar decidieron cortar la comunicación por 24 horas. Durante ese tiempo, tras recibir algunos mensajes sin respuesta, los extorsionadores finalmente les comunicaron que no iban a seguir reclamando la deuda.
Aunque consideraron presentar una denuncia, desistieron por temor a que el proceso fuera demasiado traumático para Lucio, quien tendría que declarar. “Te sentís aliviado por sacar a tu hijo de ahí, pero sabés que esta gente seguirá captando a otros chicos. Eso deja un sabor agridulce”, reflexiona Mariano.
El juego ilegal conlleva una pena de 3 a 6 años de prisión en Argentina, que se agrava si los organizadores utilizan niños o adolescentes. Según el abogado Víctor Portillo, coordinador de la carrera de especialización en cibercrimen de la UBA, aunque los menores de 16 años son inimputables, los de 16 y 17 podrían enfrentarse a penas por su participación como “cajeros”.
Portillo insistió en la importancia de denunciar a estas organizaciones para que la Justicia actúe contra los responsables, aunque los padres deben estar preparados para que sus hijos sean citados a declarar.
Momento en el que el juego se vuelve compulsivo
Silvia Ongini, psiquiatra infantojuvenil del Hospital de Clínicas, señala que la tendencia empieza a ser evidente a partir de los 15 años, aunque en su consultorio ya ha observado casos que involucran a chicos aún más jóvenes.
La especialista advirtió sobre la importancia de estar atentos a las actividades de los chicos en el mundo virtual, donde se sienten seguros, aunque en realidad están expuestos a adultos que buscan aprovecharse de ellos.
Después del angustiante episodio de Lucio, sus padres decidieron cambiarle el chip del celular y restringir su uso de redes sociales temporalmente. Al mismo tiempo, iniciaron una psicoterapia para el menor.
Cuando cumplió 13 años, le habilitaron una billetera virtual para pagar sus almuerzos en el colegio de doble jornada que asiste en la zona norte. Sin embargo, casi dos meses después, Pilar y Mariano comenzaron a recibir comentarios preocupantes sobre el comportamiento de su hijo en la escuela.
Al revisar los gastos de Lucio, Pilar encontró transacciones en la categoría de entretenimiento, además de las compras en el buffet del colegio. Al confrontarlo, Lucio confesó que llevaba jugando algo más de un mes.
Explicó que un compañero de la escuela había compartido un link para comprar fichas, lo que generó presión grupal para que todos jugaran. Lucio había comprado pocas fichas con el vuelto del almuerzo, pero ganó 300,000 pesos.
“No podía comprarme nada con esa plata porque ustedes se iban a dar cuenta, así que empecé a jugar para gastar el dinero”, explicó Lucio a sus padres. La necesidad de gastar lo que había ganado estaba empezando a transformarse en una compulsión.
Mariano, al revisar las transacciones, descubrió que su hijo compraba fichas en momentos inesperados, como durante la cena de cumpleaños de su hermana.
Algunos profesionales consideran riesgoso etiquetar a niños y adolescentes como ludópatas. Ongini recordó el caso de un niño con cierta compulsión al juego que le pidió ayuda diciendo: “Ayudame, no quiero ser adicto”. Según la especialista, esa etiqueta puede ser muy estigmatizante e inhibir tanto a los chicos como a sus familias a la hora de pedir ayuda.
La terapeuta infantojuvenil Lucrecia Morgan prefiere hablar de conductas de riesgo en adolescentes que pueden desaprenderse. Señaló que el estigma de la ludopatía es mucho más difícil de eliminar, mientras que la mayoría de los pacientes que trata apuestan online sin desarrollar cuadros graves.
“En la mayoría de los casos, los padres desconocen esta situación”, explica Morgan.
Mariano también ha llevado el tema a las conversaciones con amigos que tienen hijos, subrayando la importancia de una alianza entre adultos para enfrentar estos desafíos.
Reconoce que la tecnología avanza rápidamente y genera nuevos retos constantemente: “Te pone frente a un mundo de goteras. Tapás una y enseguida el agua empieza a salir por otro lado”, comentó con cierta resignación.
Los padres de Lucio están comprometidos en generar conciencia sobre este problema y creen que el diálogo con los chicos es fundamental. “Hay que hablarles, mostrarles los riesgos, no subestimar el problema y consultar a profesionales”, sugiere Pilar.
Mariano, por su parte, destacó la importancia de intervenir cuando sea necesario: “Si sabés que un chico apuesta, habla con sus padres. No me perdonaría enterarme después de que ese chico terminó mal y no hice nada para evitarlo”.