El cannabis medicinal se está abriendo paso en Brasil por la vía judicial, gracias a sentencias que han amparado la creación de grandes plantaciones que suministran aceites derivados de la marihuana a miles de pacientes.

Una de las mayores plantaciones del país, con 600,000 metros cuadrados, se levanta en Paty do Alferes, a unas dos horas de Río de Janeiro, una hacienda que suministra aceites derivados del ‘cannabis sativa’ a más de 3,000 pacientes de enfermedades como epilepsia, párkinson, alzheimer y autismo.

Esta hacienda, que produce unos 2,000 frascos de los aceites por mes, es fruto de un arduo y complejo camino emprendido por la Asociación de Apoyo a la Investigación y a Pacientes de Cannabis Medicinal (Apepi), ONG que el pasado febrero recibió un permiso judicial para plantar cannabis.

FALTA DE SEGURIDAD JURÍDICA

“Nuestro trabajo está ‘sub iudice’ (pendiente de resolución judicial). Solo tendremos una protección jurídica definitiva cuando sea juzgado en la Corte Suprema y eso va a tardar”, dijo a EFE la abogada Margarete Brito, fundadora de la Apepi.

Brito tuvo la idea de crear la asociación junto a su marido, el diseñador Marcos Langenbach, después de descubrir que la marihuana ayudaba a controlar las convulsiones que causaba la epilepsia a su hija Sofía.

“Ella llegó a tener 60 convulsiones en un mes. Con el cannabis conseguimos reducirlas a 15″, aseguró.

Esa fue la chispa que prendió el motor para emprender una batalla judicial para conseguir cannabis legalmente, a pesar de las “enormes dificultades” que han encontrado por los recelos que existen sobre el tema en Brasil.

UN PROYECTO DE LEY PARADO

La otra solución sería un proyecto de ley sobre el tema que está frenado en el Congreso y cuyo futuro podría depender de quién resulte elegido presidente en los comicios del próximo 30 de octubre.

El presidente Jair Bolsonaro, quien busca la reelección, se opone a la legalización de las drogas, así sea para uso medicinal, y adelantó su intención de vetar este proyecto de ley, que tildó de “porquería”.

A pesar de la falta de reglamentación, las autoridades sanitarias incluyeron la marihuana en su lista de plantas medicinales en 2017 y desde entonces autorizan el uso de medicinas derivadas de la yerba.

Esa autorización abrió las puertas a usar cannabis, pero únicamente importado, ya que el cultivo continúa siendo formalmente ilegal en Brasil.

LOS ALTOS COSTOS

La obligación de importar suponía costos elevados para los pacientes, pues el tratamiento para un mes podía valer hasta 3.000 reales (unos 580 dólares).

“Hoy en día se consigue hacer un tratamiento con 700 reales (135 dólares) que dura unos tres meses”, aseguró a EFE el médico Arthur Bianchini, especializado en tratamientos con cannabis medicinal.

Apepi es la segunda organización que logra permiso judicial para plantar cannabis medicinal en Brasil, después de la ONG Abrace, aunque muchas cooperativas pequeñas y particulares también han conseguido en los tribunales permisos para cultivar.

La Apepi cobra a los pacientes una suscripción de unos 30 reales (5,8 dólares) al mes, más el costo del aceite de cannabis, que es variable dependiendo de cada tratamiento.

EL ESTIGMA DE UNA PLANTA “ENDEMONIADA”

Según Brito, todo lo que la organización distribuye se hace solo con receta, bajo observación médica y “con mucha responsabilidad”, para evitar cualquier problema legal.

La abogada puntualiza que en Brasil siempre se ha visto la marihuana como una “droga de la muerte, como si fuera un demonio, como una cosa terrible” y por eso el principal trabajo de la asociación es informar.

“El cannabis es como cualquier otro medicamento. Va a funcionar muy bien en unos pacientes, va a producir pequeños milagros en otros, en algunos casos no va a funcionar y, en otros, hasta puede hacer daño”, enfatiza.