Un aparente síntoma inofensivo, como la sensación constante de manos frías, cambió drásticamente la vida de Scott, un hombre de Inglaterra.

Lo que inicialmente atribuyó al invierno resultó ser un indicio de una rara enfermedad autoinmune que amenazaba con acortar su vida.

Los primeros signos: un frío anormal y alarmante

En 2017, Scott comenzó a experimentar un frío extremo en los dedos de sus manos, una molestia que no lograba aliviar. Durante un día nevado, el frío se volvió tan insoportable que tuvo que abandonar su trabajo temporalmente. Con el tiempo, además de manos frías, notó que sus dedos se volvían blancos, se acumulaba líquido bajo su piel y sentía un cansancio inexplicable.

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“Un día me quité los guantes y mis dedos estaban blancos, como una hoja de papel blanca. Me sorprendí, tuve que subir al coche para intentar calentar mis manos”, relató al Daily Mail.

Tras despertar una mañana incapaz de mover sus brazos y piernas durante varios minutos, decidió buscar ayuda médica. Después de numerosos exámenes, recibió un diagnóstico devastador: esclerodermia, también conocida como esclerosis sistémica cutánea difusa. Esta enfermedad autoinmune no solo afecta la piel, sino también órganos vitales. En su caso, los médicos estimaron que le quedaban solo dos años de vida debido al daño avanzado en sus pulmones.

Esclerodermia: una condición grave y debilitante

Según la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos, esta enfermedad implica la acumulación de tejido fibroso en la piel y órganos internos, lo que restringe el flujo sanguíneo. Este proceso puede causar daños irreversibles en los tejidos y generar una serie de síntomas como:

  • Cambios de color en los dedos de manos y pies al frío, pasando a tonos blancos o azulados.
  • Rigidez o tensión en la piel, especialmente en los dedos, antebrazos o rostro.
  • Llagas, ulceraciones y pequeñas acumulaciones de calcio bajo la piel.
  • Dificultad para respirar, que, en casos avanzados, como el de Scott, puede imposibilitar el descanso acostado.

Aunque la causa exacta de la esclerodermia sigue siendo desconocida, los especialistas apuntan a una acumulación anormal de colágeno en los tejidos como el desencadenante principal.

Lucha diaria con una enfermedad sin cura

Actualmente, Scott recibe tratamiento para controlar los síntomas y retrasar el avance de la enfermedad. Desde 2018, ha seguido un régimen de quimioterapia anual, que recientemente se redujo a cada seis meses, con el objetivo de suavizar tejidos y disminuir el dolor.

Su rutina incluye medicamentos como morfina para respirar mejor, antibióticos y un tanque de oxígeno que le permite descansar, aunque debe dormir en un sofá. “No va a ser un proceso rápido para mí, sé que no voy a sufrir durante mucho tiempo y hasta el final”, aseguró.

La doctora Natllely Itzel Ruíz Gómez, reumatóloga, destacó que la esclerodermia afecta a aproximadamente dos millones de personas en el mundo y no tiene cura. Sin embargo, insiste en la importancia del diagnóstico temprano para mejorar la calidad de vida y extender la supervivencia.

Scott, por su parte, envió un mensaje a quienes enfrentan este diagnóstico: no tener miedo, ya que los avances médicos ofrecen mejores perspectivas para controlar esta compleja condición.