SEÚL, Corea del Sur. Científicos se apuraban para encontrar un tratamiento, operarios limpiaban todo tipo de artículos desde dinero a autobuses y se imponían cuarentenas desde una localidad turística en el Atlántico a una isla deshabitada en el Pacífico mientras el mundo seguía luchando el miércoles para contener la propagación de un virus.

Las preocupaciones sobre las consecuencias económicas de la creciente crisis por el COVID-19, la enfermedad originada por el nuevo coronavirus, se multiplicaron por el cierre de fábricas y la paralización de rutas comerciales y del turismo, mientras una creciente lista de países se preparaba para la posible llegada del virus. Ni los Juegos Olímpicos, que no comenzarán hasta dentro de cinco meses, pudieron evitar las especulaciones sobre su celebración.

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“No esperamos un milagro en el corto plazo”, dijo Kianoush Jahanpour, funcionario del Ministerio de Salud de Irán, donde la cifra oficial de casos, 139, fue puesta en entredicho por algunos que piensan que el problema en la República Islámica era mucho mayor.

Alrededor de 81,000 personas en todo el mundo contrajeron un coronavirus que seguía buscando nuevos objetivos.

En Europa, con Alemania, Francia y España reportando cada vez más casos, se considera que un creciente foco de infección con más de 200 afectados en el norte de Italia era la fuente de las transmisiones. En Oriente Medio, el número de pacientes creció en Bahrein, Kuwait e Irak, y la culpa recaía en Irán. En Asia, donde se originó la crisis a final del año pasado en China, seguían surgiendo amenazas, con Corea del Sur luchando contra un brote masivo en la ciudad de Daegu, de 2.5 millones de habitantes.

Aunque el virus llegó tanto a países ricos como pobres, su presencia en lugares con poca capacidad para detectarlo, responder a él y contenerlo planteó temores por su rápido avance allí y las facilidades para que llegue a otros puntos.

En Corea del Sur, los operarios desinfectaron autobuses públicos, mientras que en China los bancos hicieron lo propio con los billetes empleando rayos ultravioleta. En Alemania las autoridades hicieron recomendaciones sobre cómo estornudar y en Estados Unidos los médicos anunciaron un ensayo clínico de un posible tratamiento para el virus.

En todo el mundo, mientras los cristianos se preparaban para celebrar el inicio de la Cuaresma con el Miércoles de Ceniza, los fieles se toparon con iglesias cerradas y cambios en los rituales por temor a la enfermedad. Incluso en la Plaza de San Pedro del Vaticano, muchos de los asistentes a la audiencia semanal del papa Francisco llevaban mascarillas y los sacerdotes parecían evitar abrazar al pontífice o besar su anillo.

En Singapur, las misas se transmitieron por internet para evitar que aglomeraciones en los templos; en Corea del Sur las iglesias cerraron por primera vez en 236 años, y en Malasia y Filipinas, los fieles fueron rociados con cenizas sobre la cabeza en lugar de recibir la tradicional cruz en la frente, que se ungía con un dedo húmedo.

Tras las dudas que rodean a la celebración de los Juegos Olímpicos en Tokio, el primer ministro de Japón, Shinzo Abe, pidió la cancelación o demora de los principales eventos deportivos y culturales previstos para las dos próximas semanas para evitar nuevos contagios. Por otra parte, el vocero del gobierno dijo que los preparativos olímpicos seguirían adelante.

Otro de los lugares concurridos que preocupaban a las autoridades eran las bases militares.

El ejercito surcoreano anunció nuevos casos entre sus soldados, con 20 infectados y unas 9,570 personas bajo cuarentena. El ejército estadounidense, que tiene 28,500 efectivos en el país, confirmó su primer caso.

Corea del Sur anunció 284 nuevos casos, en su mayoría en Daegu, para un total de 1,261. China sigue siendo de lejos el país con más infectados, con 406 nuevos pacientes y 52 decesos, para un total de 2,715 fallecimientos en 78,064 casos en su territorio continental.