Un sector del campo colombiano en el que predomina la mano de obra femenina resistió a la pandemia y, con la premisa de exportar “emociones” a más de cien países, especialmente para San Valentín, ha florecido hasta alcanzar cifras récord de ventas.

Según datos de la Asociación Colombiana de Exportadores de Flores (Asocolflores), entre enero y noviembre del año pasado se incrementó en un 17 % el envío de flores al extranjero, lo que se traduce en 1.544 millones de dólares.

Y es que la pandemia mostró las bondades de las flores en “una situación de mucha tensión y ansiedad”, cuando las personas tuvieron que quedarse en casa “encontraron en ellas una compañía, algo que les ayudaba a sobrellevar el encierro”, explica a Efe el presidente de Asocolflores, Augusto Solano.

“Las flores ayudan a combatir el estrés, demostrando el impacto emocional que tienen”, agrega.

Sin embargo, “la pandemia ha traído unas de cal y unas de arena”, y entre las negativas destacan la “incertidumbre, mayores costos y dificultad de operación”, por lo que se ha tenido que adaptar el detallado engranaje que, perfeccionado durante años, garantiza su llegada en perfecto estado a cualquier lugar del mundo.

Cuando son cortadas, las flores pasan a una cadena de post producción donde se las separa por tamaños para luego arreglarlas en ramos, que se someten a la lupa de las autoridades del Instituto Colombiano Agropecuario (ICA), encargadas de comprobar que estén libres de plagas.

Todo esto mientras las flores no salen de su “nevera”, ya que una de las partes más importantes del proceso es mantener la cadena de frío, por lo que siempre están refrigeradas.

Tras la aprobación del ICA, las flores son embarcadas por millones en aviones con destino al exterior.

EMBAJADORAS DE COLOMBIA

Las flores se han convertido con los años en auténticas embajadoras de Colombia, no en vano el país es el segundo mayor exportador del mundo. La Sabana de Bogotá y los alrededores de Medellín agrupan las grandes plantaciones donde además, “se ha mantenido en cierta forma la seguridad al ofrecer empleo estable”, detalla Solano.

En esta época en la que gran parte del mundo celebra San Valentín, la reina de la temporada es la rosa roja, y si a lo largo del año una sola compañía colombiana puede llegar a exportar alrededor de 29 millones de tallos, la temporada de la fiesta de los enamorados significa tres millones de tallos.

El resto del año, sin embargo, los claveles, los pompones, las alstroemerias, las hortensias, los crisantemos y las azucenas son las estrellas entre las flores colombianas en el exterior.

Los principales compradores son Estados Unidos -que representa un 80 % del mercado-, Canadá, Países Bajos, Reino Unido, Japón, España, Rusia y Polonia, para un total de 650 millones de tallos exportados desde Colombia que “llevan el poder de las flores” a millones de ciudadanos del mundo.

EL MOTOR ENTRE MADRES DE FAMILIA

Este producto se ha convertido además en el motor económico para muchas madres de familia, como es el caso de Amanda Martínez, una de las trabajadoras de la empresa El Redil, ubicada en Nemocón, en el departamento de Cundinamarca. “Soy lo que soy y tengo lo que tengo gracias a las flores”, explica a Efe.

Un sentimiento que comparte Rosalba Pinzón, líder de apoyo en cultivo, quien cuenta, entre “camas” de rosales, que llegó a la empresa hace 25 años y que se siente “feliz” de trabajar en una compañía que durante más de 35 años se ha encargado de cultivar las flores para llevar emociones alrededor del mundo.

En ella trabajan 450 personas, de las cuales casi el 70 % son mujeres cabeza de familia, una tendencia que se repite en el sector floricultor colombiano.

Con el uniforme de rigor, Pinzón relata su día a día, que ha ido variando a lo largo de los años, pasando de cortar las flores a “desbotonar” o “enmallar”, entre otros.

En un mundo tan delicado como este, las mujeres están a la cabeza, muchas de ellas con décadas de experiencia, como es el caso de Gloria Castillo, con más de 25 años en la floricultura.

El aumento de la producción y ventas se ha traducido en mayores volúmenes de trabajo, y en esta temporada fuerte de San Valentín las obreras hacen jornadas de más de 12 horas, de pie y sin apenas moverse del sitio, unas condiciones que califican de “duras”.

El gran reto del sector floricultor será comprobar si el crecimiento de la demanda se mantiene en el tiempo para que las flores colombianas perduren aún más y que las mujeres que las cuidan tengan mejores condiciones.