China trata de eliminar el budismo y legado cultural en Tíbet
Al tiempo que explotan sus recursos naturales y alienta a que chinos de otras regiones del país se radiquen allí.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 3 años.
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China. El viento sacude las banderas amarillas del templo mientras decenas de tibetanos, algunos de ellos con muletas, se amontonan alrededor de un altar en un viejo ritual budista. Cruzando la calle, una bandera roja revela la existencia de una nueva fe, que el Partido Comunista chino trata de inculcar con creciente fervor.
“La nueva ideología socialista de Xi Jinping con características chinas es la guía que siguen el partido y todas las nacionalidades para luchar por el gran rejuvenecimiento de China”, dice un cartel en tibetano y chino, aludiendo al presidente chino, que trata de dejar su huella en todos los aspectos de la vida de este vasto país.
Últimamente, se ha enfocado mucho en la religión, tanto en el centro de China como en sus márgenes, en sitios como el Tíbet. El partido promueve un programa que busca inculcar la cultura china en el Tíbet a través de programas pensados para desalentar el uso de su idioma, sus costumbres y, sobre todo, su devoción por el Dalai Lama, el líder espiritual del Tíbet que vive en el exilio desde 1959.
En el patio del Templo Jokhang, uno de los sitios más sagrados del budismo tibetano, el monje principal, Lhakpa, dijo que el Dalai Lama no es su líder espiritual. Cuando se le preguntó quién era, respondió: “Xi Jinping”.
La Associated Press participó en una inusual gira por el Tíbet, controlada de cerca por las autoridades chinas, organizada para destacar lo que el gobierno describe como la estabilidad social y el desarrollo económico de la región tras 70 años de gobierno del PC. Incluyó visitas a monasterios, templos, escuelas, proyectos para aliviar la pobreza y sitios turísticos.
La visita parece reflejar la confianza del PC en que está ganando la batalla para cambiar la opinión pública del Tíbet y contrarrestar denuncias de que abundan las detenciones de tibetanos, su marginación económica, un control sofocante y fuertes presiones para que se asimilen a la mayoría han y juren lealtad al PC.
Tibetanos en el exilio dicen que fueron una región en la práctica independiente por siglos y acusan a China de tratar de eliminar la cultura budista y el lenguaje tibetano, al tiempo que explota sus recursos naturales y alienta a que chinos de otras regiones del país se radiquen en el Tíbet. Beijing, por su parte, sostiene que el Tíbet es desde hace tiempo parte de China y que los comunistas liberaron a cientos de miles de sirvientes analfabetos cuando derrocaron la teocracia gobernante en 1951.
Las medidas de seguridad fueron reforzadas desde las manifestaciones antigubernamentales del 2008 y se redoblaron los esfuerzos por promover el desarrollo económico y eliminar el budismo. En la ciudad modelo de Baji, al este de la capital Lhasa, residentes que lucían atuendos tradicionales dijeron a periodistas extranjeros que los programas contra la pobreza habían cambiado sus vidas.
“Los tiempos han cambiado, y también lo que pide la gente. En los viejos tiempos necesitábamos las creencias religiosas por razones espirituales, pero ya no”, comentó Tsering Yudron, un contador de 25 años.
El gobierno dice que invirtió miles de millones de dólares en carreteras, aeropuertos, ferrocarriles, escuelas y hospitales, y que el desarrollo duplicó la expectativa de vida, trajo electricidad, empleos y oportunidades a una región que estaba muy retrasada.
“Se ha erradicado la pobreza extrema en el Tíbet”, dice un informe del gobierno del 2019. “La gente lleva una vida mejor y está contenta. Hay una nueva forma de socialismo en el Tíbet”.
El impacto de estas campañas sobre la cultura tradicional ha sido enorme. Igual que los cristianos y los musulmanes, los budistas son presionados a “sinicizar” su religión bajo un programa lanzado por el gobierno de Xi, el líder chino más autoritario desde la época de Mao Zedong. Si bien la represión no ha sido tan intensa como en la vecina Xinjiang, donde ha habido detenciones masivas de musulmanes túrquicos, los habitantes del Tíbet son presionados para que se vigilen entre ellos y cualquier violación de las normas chinas puede generar largas condenas a prisión, según organizaciones de derechos humanos.
El PC creó un sistema que busca controlar a los tibetanos a través de su fe, de acuerdo con Robert Barnett, experto en el Tíbet de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de Londres. El objetivo, dijo, es “inculcar el amor por el PC entre los tibetanos desde niños”. En casas de estudio, templos y hogares cuelgan retratos de Xi donde antes había imágenes del Dalai Lama.
“El budismo tibetano debe adaptarse a la sociedad socialista y desarrollarse en un contexto chino”, dijo Xi el año pasado.
China critica duramente al Dalai Lama, que escapó del Tíbet durante un fallido alzamiento contra el gobierno chino en 1959 y en los últimos años renunció a su papel político como jefe de un gobierno tibetano en el exilio. El PC prohibió todas las imágenes del Dalai Lama en 1996, no se lo puede nombrar en libros y transmisiones radiales y televisivas, e instaló militantes en la mayor parte de los pueblos, monasterios y conventos.
El Dalai Lama dice que solo busca una autonomía bajo el gobierno chino, pero Beijing lo acusa de apoyar el terrorismo y tratar de separar al Tíbet de China.
El Dalai Lama cumplirá pronto 86 años y China dice que nombrará su sucesor. Tradicionalmente, el sucesor es seleccionado por discípulos, a partir de señales y visiones espirituales. Pero China afirma que solo Beijing puede nombrar al sucesor, en una ceremonia en la que se usará una urna de oro para elegir de entre varios candidatos aprobados por el gobierno.
En un Colegio Budista Tibetano de las afueras de Lhasa construido por el gobierno, hay unos 900 estudiantes de religión, política, leyes, computación, chino y tibetano. Ocho de ellos, de siete a 11 años, son reconocidos como reencarnaciones o “budas vivientes”.
China ha construido una red de escuelas e instituciones en todo el Tíbet para tratar de imponer una “versión domesticada” del budismo tibetano, señaló Dibyesh Anand, director del departamento de relaciones internacionales de la Universidad de Westminster de Londres.
El objetivo, según Anand, es transformar el budismo tibetano generando confusión en torno al Dalai Lama y su liderazgo, y eventualmente borrar su legado como “líder nacional supremo”.