Celdas de 20 personas y dormir en el suelo: la cárcel “amable” donde está el chef español Daniel Sancho
La prisión de Samui, donde está recluido Daniel Sancho, es considerada como “amable” en comparación con otros recintos del país.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 1 año.
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La situación del penal de Samui dista mucho de las condiciones de otros correccionales del país, entre ellos la cárcel de máxima seguridad de Bang Kwang, en Bangkok, donde en mayo se encontraban 172 condenados a la pena capital.
Pese a estar en una cárcel tailandesa considerada “amable” y sin hacinamientos, a diferencia de otras del país, el español Daniel Sancho, acusado del asesinato del colombiano Edwin Arrieta, compartirá celda con al menos 20 personas y deberá dormir en el suelo.
Sancho guarda, desde su ingreso en prisión el lunes, un periodo de aislamiento como protocolo por el COVID-19, establecido en 10 días, antes de mezclarse con los reos en la prisión de Samui, ubicada en una tranquila zona del sur de esta turística isla, rodeada de cocoteros y plantaciones.
Una vez salga de la zona de aislamiento, Sancho, que lucirá la vestimenta de recluso formada por un pantalón y una camiseta ancha comúnmente de color marrón, será trasladado a una celda compartida y le proveerán de un juego de tres piezas de tela para usarlas como colchón, sábana y almohada ubicadas sobre el suelo.
Las celdas de Samui se distinguen entre pequeñas, ocupadas por un máximo de 20 presos, y las grandes, con entre 30 a 40 reos. Otra de las mayores incomodidades son los baños y las duchas comunes.
Desde la pandemia, las cárceles de Tailandia cuentan con salas de videollamada para contactar con sus familiares y amigos, pero ahora también pueden visitarles en el periodo habilitado para ello.
Además, los presos pueden solicitar reunirse con sus representantes legales y, en el caso de los reos extranjeros, con las autoridades consulares de su país.
También cuentan con un economato para adquirir, mediante encargo, comida o bebida, entre otros productos, a precios asequibles, aunque superiores a los de fuera del recinto.
Rezos al alba, tres comidas y biblioteca
Un funcionario de la cárcel de Samui describió a EFE la rutina diaria de los reos dentro del recinto.
El día comienza a las 5:00 de la mañana, cuando los guardias despiertan a los presos y realizan un primer recuento de los reclusos, seguido de un rezo budista.
A las 7:00 reciben el desayuno y a las 8:00 son colocados en fila delante de la bandera tailandesa para cantar el himno nacional y vuelven a ser contados por las autoridades.
Tras ello, llega la hora para acudir a las duchas y realizar las tareas asignadas por el comité de prisión. En el centro, además, existen varios proyectos para que los reos se formen en un trabajo de cara a su reinserción, tales como jardinería y electricidad.
El almuerzo llega al mediodía y tras concluir con la jornada de tareas, alrededor de las 3:00 de la tarde, se le somete a un nuevo recuento y se permite una nueva ducha.
Se cena temprano, sobre las 4:00, y se realiza un nuevo rezo antes de regresar a la celda, mientras que la hora de dormir llega a las 9:00.
El funcionario también precisó que hay sala de televisión y una biblioteca, así como un amplio patio donde hacer deporte, aunque carece de gimnasio.
Población carcelaria
Aunque el sistema penitenciario de Tailandia guarda diferencias con las cárceles españolas -donde hay celdas más pequeñas, privadas y con colchones-, la prisión de Samui es considerada como “amable” en comparación con otros recintos del país.
Conforme a los datos publicados el 5 de agosto por el Departamento de Correccionales de Tailandia, al menos 394 presos varones -incluido un español- se encuentran internos en el penal, que acepta reos condenados a penas máximas de 15 años.
La prisión cuenta con otras 127 plazas libres hasta alcanzar su capacidad máxima, lo que la diferencia de otras cárceles del país que se encuentran saturadas, como la de Bangkok.
Retos
La situación del penal de Samui dista mucho de las condiciones de otros correccionales del país, entre ellos la cárcel de máxima seguridad de Bang Kwang, en Bangkok, donde en mayo se encontraban 172 condenados a la pena capital.
Un trabajador de un instituto público tailandés encargado de la reforma y mejora del sistema penitenciario, quien pidió no ser identificado, subrayó en declaraciones a EFE que el principal problema que afrontan las prisiones es su “condición de hacinamiento” debido a las largas condenas de presos por delitos de drogas, el mayor grupo de los 268,405 reos del país.