Caída de rey emérito de España es un aviso para Carlos III
El rey emérito se ha convertido en objeto de franca hostilidad en algunos sectores de la sociedad española tras su segunda visita desde el exilio.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 1 año.
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Un pasado de seductor que se ocultó durante años, un hijo popular cuya fotogénica familia amenaza con hacerle sombra y un sinfín de filtraciones sobre su vida privada: el rey emérito Juan Carlos I de España puede empatizar con el británico Carlos III.
El exjefe del Estado español abdicó tras caer en desgracia en 2014. Su historia sirve como advertencia para cualquier monarca europeo que quiera que su legado sean sus logros en el trono y no las habladurías.
“Vive del sexo, el dinero y el poder, las tres dimensiones de todos los problemas de la humanidad”, dijo Álvaro de Cózar, periodista de investigación que escribió y dirigió “Ex-Rey”, un popular podcast sobre la accidentada vida de Juan Carlos, de 85 años. “Es una trama muy shakespiriana”.
El rey emérito se ha convertido en objeto de franca hostilidad en algunos sectores de la sociedad española tras su reciente segunda visita desde el exilio en Abu Dabi. Atrás quedaron los días en los que una prensa complaciente ocultaba su larga sucesión de indiscreciones y relaciones extramatrimoniales, y algunos incluso plantean si es hora de que España tenga su tercera república en los últimos 150 años.
Juan Carlos I no asistirá a la coronación de Carlos III, según ha confirmado la casa real española, y una comida que se había anunciado el mes pasado con el monarca británico fue cancelada con discreción.
El drama en la familia del propio Carlos también amenaza con hacer sombra al evento. La reveladora autobiografía de su hijo menor culminó décadas de publicaciones en los tabloides sobre sus hermanos y las dificultades de sus dos matrimonios.
Las relaciones de Juan Carlos con el público español empezaron a enturbiarse en 2012, cuando el expatrono del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés) se lesionó en un viaje para cazar elefantes en Botsuana mientras sus súbditos sufrían una dura crisis económica en España.
Ese incidente volvió a la memoria el mes pasado con la repentina aparición de una escultura no autorizada de Juan Carlos en la Puerta del Sol, una plaza en el corazón de Madrid. La efigie metálica del rey emérito parecía apuntar con un rifle a la escultura de una osa con un madroño, un símbolo tradicional de Madrid situado en la plaza.
“Es un icono del poder”, explicó a The Associated Press el escultor Nicolás Miranda, que señaló al simbolismo del lugar donde se colocó la obra. “Esta escultura del rey podría ser un homenaje si está en un espacio neutro”.
En 2020, las revelaciones sobre pagos de más de 100 millones de dólares a Juan Carlos I desde Arabia Saudí, asociados a contratos públicos para empresas españolas, llenaron las portadas de diarios y abrieron los noticieros. Eso obligó a su hijo a renunciar públicamente a su herencia. Fiscales suizos y españoles rechazaron presentar cargos contra Juan Carlos.
Pero el aluvión de malas noticias no cesaba. En 2020, la empresaria y celebridad danesa Corinna Larsen, también conocida como Corinna zu Sayn-Wittgenstein, demandó a Juan Carlos en una corte en Londres. Le acusaba de causarle “un gran sufrimiento mental” al enviar a agentes de inteligencia españoles a espiarla y acosarla cuando terminaron su relación.
Larsen acompañaba al monarca en la fatídica cacería de 2012 y dice haber recibido una buena parte de los pagos saudíes. La corte concluyó que Juan Carlos estaba protegido por su inmunidad de soberano ante los hechos ocurridos durante su reinado.
Las sucesivas revelaciones complican la vida de Felipe VI, que asumió el trono en una discreta ceremonia en 2014 sin presencia de otras familias reales. El actual rey, la antítesis de su extrovertido padre, es un reservado hombre de familia que compitió como regatista en unos Juegos Olímpicos y habla cinco idiomas. Su tarea es mantener en el trono a la familia Borbón, que De Cózar describe como “desastrosa”, con la ayuda de su glamurosa esposa, la reina Letizia, expresentadora de noticieros, y sus dos hijas adolescentes, Leonor y Sofía.
Debido al exilio provocado por dictadores, repúblicas, guerras civiles y mal comportamiento en la accidentada historia moderna de España, ni un solo monarca español ha muerto en el país desde Alfonso XII en 1885.
En los años desde el escándalo de Botsuana, la reputación del rey cayó tanto que la agencia estatal de estadística dejó de preguntar a los ciudadanos sobre su opinión de la monarquía. Sondeos de encuestadoras privadas sugieren que el apoyo se recuperó un poco tras la llegada de Felipe VI al trono.
El partido de ultraizquierda Unidas Podemos, socio minoritario en la coalición del gobierno español, pidió el mes pasado que se retirasen los retratos del rey emérito del Congreso de los Diputados, tras una nueva ronda de escándalos asociados a la próxima publicación de un nuevo libro, “King Corp”. El vocero del partido, Pablo Echenique, se refirió a Juan Carlos I como “un delincuente” que “ha robado dinero público a la Hacienda Pública española”. Conservar sus retratos en la sede de la democracia española, afirmó, “humilla la dignidad del Congreso de los Diputados”.
El partido es abiertamente republicano, a diferencia del socio mayoritario del gobierno, el más centrista Partido Socialista.
Ha sido un declive apresurado para un rey tan popular que muchos españoles solían decir que no eran “monárquicos, sino juancarlistas”. Los que le recuerdan en su juventud hablan de su papel clave en asegurar una transición segura en España tras décadas de régimen autoritario a una monarquía constitucional más moderna.
El rey emérito fue preparado por el dictador español Francisco Franco para sucederle mientras el resto de su familia vivía exiliada en Portugal. Pero a la muerte de Franco en 1975, Juan Carlos apoyó una transición a la democracia en su lugar, y se mantuvo firme ante un intento de golpe militar en 1981 que intentó desbaratar el proceso.
“Él, como jefe del Estado, fue el motor de cambio”, dijo William Chislett, autor y experto en España que entrevistó a Juan Carlos I en 1977. “Creo que pasará a la historia como que hizo el mejor trabajo que podía hacer, dadas las circunstancias”.
Sin embargo, Chislett reconoció que los jóvenes, en España o en Gran Bretaña, no valoran del mismo modo esas glorias pasadas. “Los jóvenes tienen una opinión diferente hacia la monarquía que la generación de más de 50 o 60 años”, explicó. “Como los británicos, la generación más joven no es monárquica”.
Mientras Juan Carlos vive sus años dorados en el Golfo Pérsico, la cabeza de Carlos ostentará la corona el sábado. Sin embargo, tanto la familia real británica como la española han tenido problemas con la realidad del escrutinio público, y el baremo marcado por la madre de Carlos.
“La reina Isabel era la líder de todos los reyes en Europa. Es un rasero muy difícil el que marcó”, dijo De Cózar.