Brasil pide disculpas por la separación forzosa de los hijos de leprosos
Al anunciar que otorgarán una pensión vitalicia a las víctimas de esa práctica.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 6 meses.
PUBLICIDAD
Brasilia. El Gobierno brasileño pidió disculpas este viernes a los hijos de enfermos de lepra que fueron separados forzosamente de sus padres entre la década de 1920 y 1986, y sancionó una ley que otorga una pensión vitalicia para los afectados por este drama.
El presidente Luiz Inácio Lula da Silva afirmó que el Estado “se equivocó” al seguir implementando esta política de separación forzada, aún después de que fuese encontrada una cura para la lepra en la década de los cuarenta.
“Es necesario pedir disculpas y construir políticas públicas para reparar los daños sociales que la segregación causó en este país”, dijo el mandatario en un acto en la sede del Ejecutivo en Brasilia, al que acudieron víctimas de esa política.
Edmilson Picanço, uno de los afectados presentes en la ceremonia, fue apartado de sus padres nada más nacer y enviado a un internado junto a sus hermanos, aunque estos no le fueron presentados como tales hasta pasados ocho años, cuando volvieron a encontrarse con su madre.
“El Estado brasileño me apartó durante ocho años de los brazos de mi madre. ¿Cómo entender que el tratamiento de la lepra empezara en 1949 y que me separaran en 1972?”, lanzó Picanço, quien también recordó cómo en la escuela los alumnos no se acercaban a él por ser hijo de leprosos.
Además de prever una pensión para los hijos separados de sus padres, la ley también eleva la indemnización para los enfermos de lepra que fueron internados contra su voluntad en colonias especiales. “Somos el único país del mundo junto a Japón que reconoce los derechos a la indemnización de los afectados por el aislamiento forzoso”, declaró Lula.
Según el Movimiento de Reintegración de los Afectados por la Lepra, la ley puede beneficiar a alrededor de 15,000 personas, entre ellas 5,500 antiguos pacientes que fueron aislados de forma forzosa y aún están vivos.
La política de aislamiento alcanzó su apogeo en la década de los 50, pero siguió siendo respaldada por el Estado y en la práctica se mantuvo hasta 1986 para los casos más graves.
Brasil, el segundo país del mundo donde la enfermedad más crece, registra una media de 21,000 nuevos casos cada año.