PUERTO PRÍNCIPE, Haití. Los disparos perforaban las ventanas del hospital mientras las mujeres con sus bebés en brazos corrían de una habitación a otra en busca de un lugar seguro. Pandilleros fuertemente armados se aproximaban.

Las mujeres gritaban aterradas conforme el sonido de los disparos se escuchaba cada vez más fuerte, hasta que uno de los trabajadores del hospital les suplicó que se quedaran calladas y les ordenó que se tendieran sobre el piso. Con manos temblorosas, las madres acercaban uno de sus senos a las diminutas bocas de sus bebés para mantenerlos en silencio, preguntándose si sobrevivirían al ataque del miércoles contra el Centro Hospitalario Fontaine y la comunidad aledaña en el barrio marginal de Cité Soleil, de la capital haitiana.

Relacionadas

Pasaron un par de horas. Los disparos nunca cesaron. De repente, un empleado apareció, les dijo que se levantaran y se trasladaran en silencio al patio principal. Los policías las estaban esperando a bordo de vehículos blindados.

“¡Suban! ¡Suban! ¡Suban! ¡Suban rápido!” gritaban los trabajadores mientras las mujeres cargaban a sus hijos hacia los autobuses y ambulancias privadas que serían escoltadas por las autoridades para salir de Cité Soleil, un inusual triunfo para un departamento de policía escaso de personal y recursos, y superado ampliamente por las pandillas. Los empleados también se sumaron a las decenas de evacuados, portando contenedores plásticos que acunaban a recién nacidos que requerían de oxígeno.

Fue el mayor ataque de una pandilla en una de las comunidades más pobres y vulnerables de la capital Puerto Príncipe. Un despliegue de fuerza y violencia que sigue rebasando a un gobierno frágil que solicitó el envío inmediato de una fuerza armada internacional hace más de un año, la cual aún no llega.

“El hecho de que el Estado haya desaparecido es una enorme decepción”, dijo Jose Ulysse, director y fundador del hospital, refiriéndose a la incapacidad del gobierno para combatir a las pandillas, mientras agradecía a la policía por salvar vidas el miércoles.

Dijo que espera poder reabrir pronto el hospital mientras muchos se preguntan por qué fue objeto de un ataque en medio de especulaciones de que pudo ser un despliegue de fuerza de una pandilla durante una disputa territorial, señal de que nadie está a salvo.

El ataque, que obligó a la evacuación del hospital y dejó decenas de casas en llamas, se le atribuye a la pandilla Brooklyn. El grupo es encabezado por Gabriel Jean-Pierre, alias “Ti Gabriel”, líder de una poderosa alianza delictiva conocida como G-Pep, una de dos coaliciones rivales en el país.

Ataques anteriores en Cité Soleil y otras zonas han dejado cientos de civiles muertos mientras las pandillas arrasan con las comunidades, violando y asesinando a personas dentro de sus residencias. Entre el 1 de julio y el 30 de septiembre se reportaron más de 1,230 homicidios y 701 secuestros en todo Haití, más del doble de la cifra reportada durante el mismo periodo del año pasado, de acuerdo con Naciones Unidas.

Ulysse señaló que los enfrentamientos entre pandillas en Cité Solei se intensificaron después de la muerte reciente de Iskar Andrice, un exprofesor de física y matemáticas que se convirtió en un poderoso pandillero.

Durante los enfrentamientos previos al ataque del sábado, se podía ver a las pandillas desplazándose a bordo de embarcaciones para emboscar a pandilleros rivales, dijo Ulysse.

“En cuanto muere un jefe, otros intentarán tomar control de esa zona”, comentó. “Es cuestión de controlar más territorio y recolectar más dinero”.

A los residentes les preocupa que la violencia en Cité Soleil y otros puntos del país se intensifique mientras las pandillas luchan por llenar el vacío que dejó la muerte de Andrice.

El tiroteo del miércoles comenzó en la madrugada, recordó Edline Pierre, una mujer de 26 años y madre de tres hijos. Se encontraba en el Centro Hospitalario Fontaine con los dos más chicos, quienes recibían atención médica por diarrea y desnutrición.

Los disparos comenzaron a escucharse más cerca hacia el mediodía, por lo que se resguardó bajo una cama junto a sus dos hijos. Una vez que las balas comenzaron a impactar los muros y a perforar las ventanas del hospital, escuchó a personas en el patio gritar: “¡Dios, ven por mí!”

Luego, después de que todos dentro del lugar permanecieron en silencio, escuchó que los pandilleros en el exterior se debatían sobre si incendiar o no las instalaciones.

“De no ser por Dios, (el miércoles) pudo ser mi último día en la Tierra”, declaró, recordando que los policías aún les disparaban a los pandilleros ocultos entre los arbustos mientras ellas salían a bordo de las ambulancias y autobuses.

Pierre, junto con muchas de las personas que se encontraban ese día en el hospital, se queda por el momento en una residencia privada ubicada en una comunidad más segura. No sabe si su hijo mayor o su madre, quien lo estaba cuidando, siguen con vida. Su casa fue incendiada durante el ataque.

Marie-Marthe Pierre tiene el mismo temor. Se encontraba en el hospital con su bebé de 7 meses y no ha podido entrar en contacto con los familiares que cuidaban de sus otros tres hijos.

Las balas perforaron las ventanas y se alojaron en los muros de la habitación en la que se ocultaba.

“Estábamos ahí atrapadas, vulnerables”, comentó. “Si la policía no aparece, no sé qué nos hubiera pasado”.

Un portavoz de la Policía Nacional de Haití no respondió a mensajes en busca de comentarios.

Las entrevistadas elogiaron a la policía y a Ulysse, quien pidió ayuda por redes sociales mientras las instalaciones eran atacadas.

Yolande Saint-Philippe, quien se encontraba en el hospital con su hijo de dos años y su hija de 14 -que fue producto de una violación en pandilla- se refirió a Ulysse como “un buen hombre”.

“Pudo habernos abandonado, pero logró trasladarnos a un lugar seguro en donde el niño sigue siendo alimentado, yo sigo siendo alimentada”, dijo, explicando que ambos sufren de desnutrición. “Afortunadamente para nosotros, Dios nos envió un salvador”.

Todos fueron evacuados a salvo del hospital excepto una persona: un bebé que nació durante el ataque y que murió durante un parto podálico debido a que el tiroteó evitó que el personal médico asistiera a la madre.