Tokio. Shinzo Abe, un dirigente ultraconservador que fue el primer ministro japonés que más tiempo permaneció en funciones y siguió siendo un político poderoso e influyente tras dejar el cargo, murió asesinado de un balazo cuando pronunciaba un discurso de campaña. Tenía 67 años.

Amado por los conservadores, odiado por muchos progresistas, ninguna de sus políticas provocó mayores divisiones que su sueño, finalmente infructuoso, de reformar la constitución, por la cual Japón renuncia a la guerra. Su ultranacionalismo enfurecía a las dos Coreas y China, víctimas de la agresión japonesa durante la guerra.

El tiro fatal vino minutos después de que Abe empezó a hablar en el acto político en Nara y horas después lo declararon muerto en un hospital, dijeron funcionarios médicos.

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La policía arrestó al sospechoso de efectuar el disparo en el lugar del magnicidio que conmocionó a todo Japón, uno de los países más seguros y con las leyes de control de armamentos más estrictas del mundo. Cerca del sospechoso se halló un artefacto de doble caño que parecía ser un arma de fabricación casera.

Abe, un político de raza al que educaron para que siguiera los pasos de su abuelo, el ex primer ministro Nobusuke Kishi, fue quizás la personalidad más polémica y compleja de la historia reciente de Japón. Provocó la furia tanto de los progresistas en el país como de las víctimas de la Segunda Guerra Mundial con su campaña belicosa para reformar las fuerzas armadas y su posición revisionista de que el veredicto de la historia por el pasado brutal de Japón fue injusto con el país.

Al mismo tiempo, revitalizó la economía japonesa, encabezó los esfuerzos para que cumpliera un papel más destacado en Asia y fue uno de los pocos faros de estabilidad política hasta su renuncia hace dos años por razones de salud.

“Es la figura política más imponente de las últimas décadas”, aseguró Dave Leheny, politólogo en la Universidad Waseda. “Quería que Japón recibiera en el escenario global el respeto que, según él, merecía... Además, quería que Japón dejara de tener que pedir perdón por la Segunda Guerra Mundial”.

Consideraba que Japón tuvo “en la posguerra una trayectoria de éxito económico, paz y cooperación global a la que otros países debían prestar mayor atención y de la que los japoneses debían sentirse orgullosos”, agregó Leheny.

La emisora pública NHK trasmitió un dramático video de Abe cuando pronunciaba un discurso en una estación ferroviaria en la ciudad occidental de Nara. Estaba de pie, con traje azul marino y alzaba el puño cuando resonaron dos disparos.

Se vio a los guardias de seguridad derribar a un hombre de camisa gris y sostenerlo de bruces sobre el pavimento. Al caer, Abe se llevó las manos al pecho, con la camisa manchada de sangre.

La policía de la prefectura de Nara confirmó el arresto del sospechoso, al que identificó como Tetsuya Yamagami, de 41 años. NHK informó que fue marinero de la Armada japonesa durante tres años a principios del 2000.

Detención de Tetsuya Yamagami, el sospechoso de asesinar al ex primer ministro japonés Shinzo Abe.
Detención de Tetsuya Yamagami, el sospechoso de asesinar al ex primer ministro japonés Shinzo Abe. (The Associated Press)

La campaña por la reforma constitucional provenía de su historia familiar. El abuelo de Abe, el exjefe de gobierno Kishi, detestaba la carta magna de 1947, redactada e impuesta por Estados Unidos durante la ocupación de posguerra. Abe la consideraba un legado injusto de la derrota de Japón y una imposición del orden mundial y los valores occidentales de los vencedores.

La constitución renuncia al empleo de la fuerza en los conflictos internacionales y limita la capacidad de autodefensa de Japón, aunque el país posee un Ejército, Armada y Fuerza Aérea bien pertrechados que trabajan en estrecha cooperación con Estados Unidos, su principal aliado.

El escaso apoyo público condenó la campaña de Abe al fracaso, pero aún goza del apoyo de los ultranacionalistas.

Abe tenía una gran influencia sobre el actual primer ministro Fumio Kishida al impulsar un fortalecimiento de las fuerzas armadas y su capacidad de realizar un ataque preventivo.

Abe renunció a la jefatura de gobierno en 2020 porque dijo que la colitis ulcerosa que padecía desde la adolescencia había resurgido.

Dijo a la prensa en ese momento que le resultaba “desgarrador” no haber alcanzado muchos de sus objetivos, como la reforma constitucional, la normalización de las relaciones con Corea del Norte, la solución de disputas por islas con sus vecinos y la firma de un tratado de paz con Rusia para poner formalmente fin a las hostilidades de la Segunda Guerra Mundial.

Abe seducía a la derecha con sus políticas de seguridad, pero la gente en general apoya la constitución pacifista y estaba dividido con respecto a la reforma. Muchos legisladores preferían concentrarse en el crecimiento económico.

Fue elegido primer ministro en 2006, a sus 52 años, pero debió renunciar al año por razones de salud.

El fin de ese período plagado de escándalos fue el inicio de seis años de cambio anual de gobierno, una era de “puerta giratoria” carente de estabilidad política y medidas a largo plazo.

Al regresar al poder en 2012, Abe prometió sacar a la economía de su estancamiento deflacionario con su fórmula “abenómica”, que combinaba el estímulo fiscal con la mitigación del monetarismo y las reformas estructurales.

Ganó seis elecciones nacionales y se construyó una base de poder inexpugnable. Reforzó la defensa y la alianza de seguridad con Estados Unidos, promovió la educación patriótica en las escuelas y elevó la presencia internacional de Japón.

Al renunciar, era el primer ministro de mayor permanencia contando los días consecutivos en funciones. Superó el récord de su tío abuelo Eisaku Sato, que cumplió 2,798 días en el cargo de 1964 a 1972.