Una batalla campal entre jóvenes alcoholizados y la policía, el saqueo de locales comerciales y teatros empaño el domingo una multitudinaria demostración de agradecimiento de los hinchas albicelestes a su selección pese a la derrota 1-0 ante Alemania en la final del mundial.

Al menos siete personas resultaron heridas y 30 fueron detenidas a causa de los graves incidentes, según reportes de los medios locales.

Varios miles de personas se habían convocado espontáneamente en el Obelisco, en el centro de Buenos Aires, para festejar con banderas, fuegos artificiales y música el segundo puesto en la Copa del Mundo.

Entrada la noche, jóvenes bajo el efecto del alcohol y drogas avanzaron sobre la multitud con intención de robar. La policía apostada en el lugar trató de dispersarlos con gas lacrimógeno y chorros de agua.

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Lejos de amedrentarse, los jóvenes lanzaron piedras, palos y todo objeto que encontraban a su paso, mientras los hinchas que estaban en el lugar, muchos de ellos familias con niños, corrían asustados en busca de refugio.

A medida que eran dispersados por la policía, los vándalos escapaban por avenidas aledañas al Obelisco y saquearon comercios. También provocaron serios destrozos en un conocido teatro.

Con tristeza, pero con mucho orgullo por la actuación de sus jugadores, los argentinos asumieron la derrota, que los privó de la tercera Copa del Mundo tras las obtenidas en 1978 y 1986.

"Jugaron como los mejores, debimos ganar. Ahora siento mucha tristeza", dijo Joel Miranda, 17 años, que se había reunido con otros miles de compatriotas a ver el partido en una pantalla gigante en la plaza San Martín, en el centro de Buenos Aires.

En la misma plaza, con la camiseta albiceleste en el pecho y lágrimas en los ojos, Matías Basualdo, de 20 años, se sentía embargado por una idéntica pena: "Siento una enorme tristeza. Realmente pensé que podían ganar. Faltó solo el gol y tengo mucha bronca (enojo) por el penal que no nos cobraron". Junto a él, la joven Soledad Candelas, de 19 años, se lamentaba por el resultado: "Tenía la ilusión de ver a Argentina campeón por primera vez en mi vida".

"Jugaron de primera. Me siento muy orgulloso", afirmó Horacio Laseira, de 53 años.

Muchos hacían estallar petardos y algunos arrojaban al cielo bengalas de color celeste. Otros hacían sonar sus tambores en son de festejo, mientras las bebidas alcohólicas calentaban la noche del invierno porteño.

"Soy argentino, es un sentimiento, no puedo parar", cantaba la multitud.

En los medios de comunicación, hinchas y periodistas manifestaban su dolor por el resultado y su orgullo por la tarea cumplida en idénticas dosis. Algunos lamentaban que Lionel Messi no brillara a la altura de sus expectativas. "El mejor jugador del mundo no estuvo hoy en su mejor día del mundo", dijo el periodista Nelson Castro.

A pesar del clima de festejo, en el Obelisco no faltaban las voces de decepción sobre Messi. Eduardo Rodríguez, jugador de fútbol sala de 33 años acompañado de su hijo y con una pelota bajo el brazo, dijo: "La gente está agradecida por lo que hicieron estos 11 guerreros. Pero a Messi la falta corazón. Está varios escalones por debajo de Diego (Maradona)".

Rosalía Álvarez, de 42 años, coincidió en ese punto: "Messi no se ilumina. No sé por qué no llega. Quizás no puede con la presión".

Argentina disputó su primera final de un Mundial en 24 años. Las dos últimas veces que jugó el partido por el campeonato enfrentó a Alemania: perdió en 1990 en Roma, y ganó en 1986 en Ciudad de México, en ambas ocasiones con Maradona como su figura.