A 20 años de los ataques terroristas en Madrid
La estación de trenes Atocha fue uno de los blancos del golpe del terrorismo yihadista en Europa.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 6 meses.
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Madrid. Los atentados de la estación madrileña de Atocha, cometidos hace 20 años, fueron el primer y más duro golpe en Europa occidental del terrorismo islamista tras las Torres Gemelas, que en las primeras dos décadas del siglo XXI dejó su rastro sangriento en otras muchas ciudades del continente, de París a Londres, pasando por Bruselas o Berlín.
Justo dos años y medio después del 11S, el atentado más grave de la historia de Estados Unidos, con casi 3,000 muertos, Al Qaeda decidió actuar en Madrid y acabó con la vida de 192 personas.
El yihadismo había ido acercándose al territorio de la Unión Europea, atentando en 2003 en Casablanca y Estambul, pero aquel 11 de marzo de 2004 marcó el inicio de una larga serie de brutales ataques en suelo europeo reivindicados por grupos o lobos solitarios vinculados o inspirados por Al Qaeda y el Estado Islámico.
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“El Leviatán de las emergencias”
“El 11M fue el Leviatán de las emergencias, pero pudimos con el monstruo”, dice a EFE Alfonso del Álamo, el director general de Emergencias y Protección Civil del Ayuntamiento de Madrid que lideró la respuesta de cientos de profesionales sanitarios, bomberos o policías que consiguieron salvar vidas en la magnitud de la tragedia.
Ya jubilado, Del Álamo, este médico experimentado y curtido en intervenciones en países como Guinea Ecuatorial o Nicaragua, apenas llevaba seis meses al mando de las Emergencias de la capital española cuando aquel 11 de marzo vivió las 42 horas más largas de su vida.
“¿Seguro que es un atentado?”, le respondió al jefe de bomberos que a las 7:45 de la mañana, cuando estaba a punto de salir de casa, le alertó de que había estallado una bomba en Madrid.
Ya en el coche de servicio en dirección a Atocha otra llamada le alertó de otra explosión. A las 8:01 a.m. llegó a Atocha, “el descenso a los infiernos de Dante”, califica Del Álamo que tiene la imagen grabada de la neblina que cubría el espacio y la sensación de irrealidad porque “no había sonido, aquello estaba paralizado”.
Los uniformes amarillos -sanitarios del Samur- ya estaban trabajando, habían empezado a movilizar heridos y a trasladarles a una zona segura, pero había cadáveres en un segundo vagón, en la vía también. “¿Pero bueno esto qué es?”, pensó mientras el teléfono no paraba de sonar con el inicio del goteo de muertes.
Más de 700 heridos allí
Las primeras horas fueron muy intensas y, a pesar de que se habían vivido atentados de la banda terrorista independentista vasca ETA con muchas víctimas en Madrid y el protocolo de activación de llamadas estaba previsto y se siguió a la perfección, el 11M tenía otra dimensión.
Al medio día, los sanitarios habían atendido a más de 700 heridos, de los que 247 ingresaron en los hospitales como críticos tras ser estabilizados en el lugar. “Eran heridos amputados, con lesiones pulmonares y vitales que hubo que estabilizarlos para salvarles la vida”.
“Sin duda alguna los servicios de emergencias salvaron vidas de una forma clara y precisa gracias a su profesionalidad”, subraya Del Álamo, que recuerda que un veterano funcionario del Servicio de Emergencias de Madrid Samur subió al centro de operaciones móvil y dijo: “Creo que hemos podido con ello”.
Más de 75 médicos, otros tantos enfermeros, 150 técnicos sanitarios, voluntarios de Protección Civil, más de mil policías municipales, bomberos... “sacamos a la calle todo lo que había”.
Imposible no llorar
El pabellón 6 del recinto ferial de IFEMA fue el sitio improvisado para trasladar a los fallecidos y realizar las identificaciones: un “océano de dolor”, rememora Del Alámo, donde era “imposible no llorar”.
También un lugar donde cientos de personas se volcaron por un lado en identificar a las víctimas -en 36 horas se habían entregado 126 cadáveres a las familias- y, por otro, en acompañar a todas esas personas que esperaban noticias.
Del Álamo asegura que aquellas 42 horas imborrables demostraron que cuando todo parecía que se desmoronaba y que todo se venía abajo, un bloque de gente cuya obligación era ayudar, lo hizo por encima de su obligación. “Esto es para sentir orgullo, porque eso es de todos, no solo de los que estuvieron allí. Eso pertenece al pueblo de Madrid y a todos los españoles”.