En un hospital de niños, una cirugía que se extendería por unas ocho horas tuvo que ser cancelada. En Barceloneta, una dentista se vio obligada a despachar pacientes que estaban previamente citados. En una sala de emergencia de la capital, equipos especializados de diagnóstico -como lo son las resonancias magnéticas (MRI) o los escaneos por tomografía computadorizada (CT-Scan)- dejaron de funcionar. Y laboratorios clínicos paralizaron la secuencia de pruebas y reflejaron retrasos en los resultados que se requerían con urgencia para poder diagnosticar a pacientes y someterlos a tratamientos de inmediato.

Estas son algunas de las serias consecuencias, vinculadas al sector de la salud, que han provocado durante las pasadas semanas los constantes apagones de luz y las fluctuaciones de voltaje en el vulnerable sistema eléctrico de Puerto Rico.

Ante esta situación de inseguridad energética -que ha dejado a decenas de miles de hogares de puertorriqueños sin el servicio esencial de luz- profesionales de diversas áreas de la salud levantan bandera para hacer constar las secuelas de las interrupciones en el flujo de electricidad, aun cuando disponen de mecanismos de emergencia como lo son los generadores.

Por ejemplo, en el San Jorge Children’s Hospital el pasado lunes hubo que cancelar una intervención quirúrgica que se había coordinado ante la intermitencia del sistema eléctrico.

Se canceló una cirugía que duraría como ocho horas. La inestabilidad en el servicio de luz nos llevó a que se cancelara... se nos fue seis veces la electricidad. No era una operación de emergencia y por eso se canceló, pero son situaciones que ocurren y así debe estar pasando en otros hospitales”, detalló José Luis Rodríguez, director ejecutivo de la institución hospitalaria que también atiende a adultos.

Rodríguez sostuvo que el hospital cuenta con sistemas de generación de emergencia que entran en operación a segundos de que se interrumpa el servicio eléctrico. Pero el vaivén de los apagones ha provocado daños en maquinarias sofisticados y que han requerido una inversión “millonaria”.

Tenemos equipos de diagnóstico, como son los MRI, los CT-SCAN o los que se utilizan para hacer cateterismo, que cuestan entre $50,000 a $60,000 que se están dañando. También están los equipos de soporte, como son las torres de enfriamiento o los calentadores, que son los que mantienen al edificio, que están colapsando. Y nosotros tenemos esos equipos con un ‘backup’ y con ‘safe protector’, pero las fluctuaciones de voltaje los daña. Y cada uno de esos ‘safe protector’ cuesta $8,000 y tenemos seis o siete que se dañaron. A eso súmale el costo de las dos torres de enfriamiento de $150,000 cada una y el alquiler que hemos tenido que hacer de, al menos una torre, por $20,000 mensuales”, enumeró Rodríguez para evidenciar el tétrico escenario al que se enfrentan con la intermitencia del sistema eléctrico, situación que han podido resolver inmediatamente para afectar lo menos posible el servicio al paciente.

En total hemos gastado cerca de $450,000. ¿Quién va a pagar todo esto? ¿La Autoridad de Energía Eléctrica? ¿LUMA Energy? ¿Cuándo lo van a pagar? ¿En tres o cinco años? La verdad es que esto es en nuestro hospital y los demás no deben estar muy lejos. Nuestro llamado al gobierno, a LUMA y a la AEE es que estabilicen las energías de los hospitales, porque las fluctuaciones de voltaje son hasta peor que los mismos apagones, porque, aunque hay energía para prender bombillas, no es suficiente en intensidad para prender equipos que requieren más ‘power’... esta inestabilidad ni siquiera se vio después del huracán María. En aquel momento no teníamos luz y resolvimos con las plantas. Pero cuando llegó, la tuvimos y no era este viene y va”, acotó el director ejecutivo, quien reconoció que hay personal de LUMA que ha atendido sus llamadas, pero los problemas continúan.

Por su parte, la doctora Norma Martínez, portavoz del Colegio de Dentistas Cirujanos, el cual representa a unos 1,150 profesionales activos, confirmó que han sido varios los especialistas en esa área que han tenido que cancelar citas de pacientes ante la falta de energía en sus oficinas. Esto representa un complejo cuadro para muchos de estos especialistas que han tenido que reducir la cantidad de pacientes que se atienden al día para cumplir con las normas de salud y seguridad impuestas por la pandemia del COVID-19.

De hecho, en la oficina de la doctora Martínez, ubicada en Barceloneta, hubo un apagón hace dos semanas que se extendió durante toda la tarde, lo que la obligó a suspender tratamientos pautados para ese día.

“Tenemos colegas en otros pueblos a los que se les afectaron equipos por esta situación de la fragilidad del sistema eléctrico. Y esto es algo que no debería ocurrir, porque después del huracán María se supone que todo fuera restaurado y que se le hubiera dado un mantenimiento preventivo. Pero la verdad es que esto ha sido insostenible. Y, ¿quién tiene la culpa?, ¿LUMA?, ¿La Autoridad (de Energía Eléctrica? Pues, no se sabe. Pero ambos comparten responsabilidades”, manifestó Martínez.

Mientras tanto, la dentista y muchos de sus colegas han optado por apagar los ‘breakers’ de sus oficinas, luego de un apagón, para evitar que las fluctuaciones de voltaje afecten costosas máquinas, como son las de succiones extraorales, las de radiografías (algunas digitales) o las máquinas de desinfectar a vapor los equipos que son utilizados con los pacientes.

“Estas son máquinas bien caras, fluctúan entre $30,000, $50,000 o más de $100,000″, dijo.

Precisamente, esta semana se publicó un revelador informe que detalla que las fallas en las unidades generatrices de la AEE son problemas de mantenimiento que iniciaron hasta hace siete años y requerirán una inversión de más de $143 millones para sus reparaciones.

Aunque el compromiso del gobernador Pedro Pierluisi es que los fondos aparecerán, lo cierto es que este es un problema de antaño que ha ido intensificándose en los pasados meses y que se agudiza considerando que la AEE cuenta con un presupuesto de $300 millones para el sistema de generación y solo $108 millones para labores de mantenimiento, un monto por debajo de los que se requiere para las reparaciones identificadas recientemente por el nuevo director de la corporación, Josué Colón.

En otro panorama, también se afecta la dinámica en los laboratorios clínicos de la isla, pues cada vez que ocurre un apagón -aun cuando las instalaciones cuenten con un generador eléctrico- el trabajo se paraliza en lo que el sistema alterno sube.

“En muchas ocasiones, aún con los generadores, las corridas de los análisis se afectan. Ese trabajo se pierde y hay que comenzar de nuevo. También causa pérdida de reactivos. Esto implica que hay una pérdida de tiempo, porque se pierde la secuencia de esas pruebas y hay que empezar de cero”, explicó la presidenta de la Asociación de Laboratorios Clínicos, Alba Rivera.

Puntualizó que cuando se afecta la secuencia de un análisis puede surgir “fácilmente” un retraso de entre ocho a 24 horas. “La situación es que uno de los requisitos para nosotros empezar a trabajar diariamente es coger los voltajes. Eso es el primer paso y es parte del control de calidad y se hace para garantizar que sean resultados fidedignos, exactos y precisos. El voltaje es vital para los laboratorios y los equipos. Así que, cuando se va la luz y vuelve, hay que corroborar que todo esté bien y empezar a correr de nuevo para que no se afecte ese resultado. Y, ¿por qué esto es importante? Bueno, porque el 70% de las decisiones médicas se basan en resultados de laboratorios. Son la piedra angular para tener un diagnóstico certero y que ese médico pueda dar un tratamiento inmediato”, subrayó Rivera.

Por su parte, Felipe Cintrón, del laboratorio Clínico Alfeciza, en Villalba, destacó que las interrupciones en el suministro eléctrico también afectan las plataformas digitales en las que se envían resultados a pacientes y los programas que se utilizan para corroborar la elegibilidad de un servicio para una persona que está activa como miembro de una aseguradora o plan médico.

De otra parte, el presidente del Colegio de Médicos Cirujanos, Víctor Ramos, señaló la vulnerabilidad que se experimenta en los hospitales cuando ocurre una interrupción de servicio de energía, al tiempo que recordó los riesgos para aquellos pacientes que reciben tratamientos en sus hogares y dependen de equipos que operan con electricidad.

“Aquí ocurren varias cosas con estas bajas de luz. Tenemos por un lado a los hospitales que, aunque tengan generadores, corren sus riesgos con los pacientes, por ejemplo, que están en un ventilador, pues cuando se va la luz hay que correr donde ellos en lo que entra la planta. Asimismo, tenemos a los médicos que han tenido que cerrar las oficinas porque dependen de procedimientos que se llevan a cabo con equipos que requieren mucha energía y con una planta no les da. Y, por otro lado, también están los pacientes que están en sus casas dependientes, tal vez, de diálisis, de equipos con oxígeno o hasta de las mismas terapias respiratorias, entre otras cosas. En fin, esto de los apagones trae muchos problemas”, manifestó.