El trabajo de la artesanía en Puerto Rico, admirado a nivel internacional, es poco valorado por el Gobierno Central, según la firme opinión de don Andrés González Vega, quien desde su taller del Barrio Mata de Plátano en Luquillo, trabaja a sus 93 años la confección de obras con higueras.

Fundador de la ‘Organización Artesanal del Este’ en 1987, el también veterano de la Segunda Guerra Mundial deplora que mientras se importan grandes cantidades de ‘chucherías de China’, que se venden como recordatorios de Puerto Rico, los verdaderos maestros de obras manuales del patio, “no venden ese volumen. No tenemos apoyo”, sostiene.

“Aquí traen miles y miles de esas porquerías para venderlas, eso con ayuda del Gobierno. Ahora, para el artesano local, le imponen muchas trabas para poder vender sus piezas. Hay mucha burocracia aquí que va contra nosotros y alimenta al que importa. Yo no critico el que las vende, pues se tiene que buscar su dinero. Lo que me molesta es que no estamos atendidos como merecemos”, enfatizó González Vega, quien trabajó en el Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP) y fundó una variedad de entidades; entre ellas la organizadora El Festival del Coco  y el del Yunque que se celebra para el mes de abril.

De presencia estoica, mente y hablar claros, don Andrés recuerda que tuvo que organizar el grupo de artesanos en el ICP, “para evitar que la situación para el artesano puertorriqueño siguiera empeorando ante los grandes intereses; mercaderes del arte”.

“Ahora lo que sucede es que entre permiso y permiso nos van sacando de lo poquito que tenemos para vender”, denunció, mientras tomaba una de sus piezas originales.

“Es un coquí”, dice al mostrarlo. Es un pito hecho por dos piezas de madera y una serie de aberturas estratégicamente ubicadas, que al soplarlo reproduce el agudo sonido del anfibio que nos distingue como pueblo.

“Mira este asunto del Coquí. Esto toma trabajo realizarlo porque esos rotitos tienen una serie de características muy particulares. Esto lo inventé para el turista. Para que se llevaran el canto del Coquí a donde fueran. Entonces vienes y lo  pones a la venta y no puedes competir con lo que te ponen al lado más barato de la China y dice Puerto Rico para completar. Ahí es que uno coge el pito y se lo regala”, dice humildemente.

Entre los recuerdos de su infancia, don Andrés menciona que desde los 6 años —1930— se convirtió en artesano junto a su abuela, quien le enseñó cómo se hacen las ‘ditas’ de higuera.

 “A partir de ese momento, me gustó trabajar con este material. Las siembro en el patio de mi casa y aquí las trabajo. Hago muchas cosas con ellas”, declaró. 

 “Cuando me criaba, tenía que caminar tres kilómetros para ir a la escuela. Había que irse descalzo para no ensuciar ni mojar el par de zapatos ‘zundia’, que valían un peso, pero te rendían un montón. Yo me los ponía cuando llegaba a la calle y para regresar, volvía y me los quitaba”, comentó.

Las obras de don Andrés —entre nueve artesanos adicionales— serán expuestas en una convención de empresarios y políticos proveniente de Nueva York, quienes sostendrán su actividad en un hotel de San Juan. 

“A mí me han invitado a la Parada Puertorriqueña de Nueva York, Chicago, Florida y Connecticut”, menciona orgullosamente.