Luis Meléndez Cano: “Nací siendo popular, pero también nací queriendo ser farmacéutico”
El exalcalde, que lideró a Vega Baja por 32 años, repasa sus retos y cuenta cómo pasa sus días tras el retiro político.
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Vega Baja. Le dicen Luisito desde el 1939. Y aunque han pasado ya 86 años desde que nació, sus compueblanos vegabajeños aún le conservan el apodo. Esto lo complace.
“Me hace sentir un poco más joven”, dijo sonriente el exalcalde de este municipio, Luis Meléndez Cano, sentado en la terraza de su casa, disfrutando del aire fresco de una pacífica y tranquila mañana.
Meléndez Cano fue alcalde de Vega Baja bajo el Partido Popular Democrático (PPD) por 32 años, del 1973 al 2005 o la “mitad de su vida”, como lo describió. Si fuera por su gente, quizás, todavía sería alcalde, pues asegura que mantiene constante contacto con el pueblo.
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“Yo vivo una vida tan intensa. Me gusta decirlo así, porque eso me enorgullece”, sostuvo el hombre, cuyas energías y su cabellera oscura le hace aparentar ser de menos edad.
El abuelo de 10, “bisabuelo más joven” de tres y esposo, no ha tenido pausa en la vida tras su retiro. Al sol de hoy, colabora en dónde lo necesiten, ya sea en el ambiente político como en farmacias desde Arecibo a Orocovis, en las cuales presta servicios como boticario, su primera profesión.
Durante el pasado cuatrienio, fue asesor en la Comisión de Salud del Senado. Actualmente, ofrece charlas en municipios y ha orientado a alcaldes nuevos al ser electos a sus respectivas poltronas municipales.
“Si son pacientes conmigo, yo le trabajo”
Mientras, en las farmacias, pide paciencia, por cuanto es “enemigo de la tecnología” y completa sus labores a la antigua. Según él, lo único que tiene es la licencia, y sus colegas “tienen que saber que de la farmacia moderna conozco muy poco”.
“Si usted me da la oportunidad de aprender ahí y si son pacientes conmigo, yo le trabajo. Si no, no”, estableció al también indicar que siempre solicita “una mesa y una sillita para que cada vez que haya un tiempo libre seguir estudiando”.
Sin embargo, esto lo compensa con sus “manías”, como la puntualidad exagerada, su deseo e ímpetu de seguir aprendiendo y su buen humor.
Así lo demostró al entrar a una de las muchas farmacias donde presta servicio, en el supermercado Econo en Manatí.
A las empleadas que no conocía, le estrechó la mano y se presentó. También indagó de qué municipio provenían y, les aseguró a las jóvenes, entre risas, que ellas eran mayores que él.
Es un lector ávido, particularmente de libros de historia y geografía, sembrador de hortalizas en su patio y fiel al ejercicio. Todas las tardes, aprovecha el sol de las 4:00 p.m., el cual fortalece sus huesos, dijo. En la pista, tras caminar y hacer sus ejercicios de cardio, bromea con “los viejos” que también pasan sus tardes ahí.
Esa semblanza alegre también lo aplicó como político, nunca dejándose doblegar por sus rivales. Entre carcajadas recordó a un contrincante, afiliado del Partido Nuevo Progresista (PNP) y cuyo nombre reservó, que “siempre lo miraba mal”, pero a quien siempre respondió con una sonrisa.
“(El contacto con la gente) es lo que me ha ayudado a ser mejor persona y ser un poquito más feliz, porque cuando uno está alegre, es feliz”, comentó.
“Tal vez (el cariño que me tienen) se deba a mi forma de ser. Dios a mí me dio un montón de defectos, pero me dio una virtud: que es que yo no soy rencoroso. Yo tengo buen humor. Cuando algo me sale mal o me hacen algo malo, yo busco lo positivo”, estimó.
Acusación y retos
No ha sido una carrera simple.
Confiesa que uno de los momentos más difíciles que atravesó fue la acusación que enfrentó en a nivel federal en 1997, así como tres de sus empleados, por presuntamente cometer fraude, conspirar para defraudar a la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA, en inglés) y a los Estados Unidos; y ofrecer servicios deshonestos, relacionado con la respuesta tras el paso del huracán Hugo, en 1989.
Tras seis semanas de juicio, fue absuelto y declarado inocente, aunque la empresa coacusada en el caso, M.A.R. Construction, se declaró culpable de conspirar para defraudar a los Estados Unidos y fue sentenciada a cuatro años de probatoria y la restitución de $80,000.
“(Fue) una acusación increíblemente infundada. Me acusaron y usted sabe que, para ser absuelto en el foro federal, hay que tener suerte. Mire, les salimos absuelto los cuatro (él y sus empleados). Le dimos una pela al Tribunal Federal”, rememoró.
Además, recuerda ser expulsado por el sacerdote de la iglesia Católica durante casi dos décadas por diferencias que tenía con el clérigo. Su tío lo quiso botar del PPD y lo acusaron de ondear banderas partidistas desde los camiones de la Guardia Nacional, lo que catalogó como una calumnia en su contra.
“Cuando a mí me acusaron, un pueblo completo me respaldó”, comentó.
Pero de eso se trata, según aseguró, de mostrarle a la gente que los alcaldes no son “caciques del pueblo”. Y, pese a todo, fue el educar a sus compueblanos y “romper eso mitos” lo que consideró como su mayor reto, afirmó.
Nació para esto
Un recuerdo que atesora Meléndez Cano es la imagen de la bandera de la Pava. En la pequeña casa de sus padres, que una vez fue transportada por un carro de bueyes cuando se expropió la tierra donde erguía, en Cuatro Calles, estaba clavada en la pared aquella bandera.
“Yo nací en la política. Yo nací en ese partido (el PPD)”, dijo el veterano político.
Otra memoria que compartió en entrevista con Primera Hora fue que, de niño, su padre -a quien describe como un “jíbaro” del barrio Chino y con poca escolaridad formal-, abrió una tienda para los años 40, cuya mercancía consistía en “un revolú” de barriles de tocino, sacos de arroz y habichuelas, cajas de bacalao y cosas que “ustedes nunca podrán imaginar si no han visto fotos”. La tiendita ubicaba en el casco urbano frente a una farmacia. Era ese lugar que lo enamoró y le dio norte para encaminar su vida profesional.
“Yo desde que aprendí a hablar dije que quería ser farmacéutico. Yo veía esa farmacia tan linda, tan bonita. Y yo ‘yo quiero ser farmacéutico’. Y, entonces, cuando ingresé en la Universidad de Puerto Rico (de Río Piedras) a los 16 años, (…) nunca tuve duda de lo que quería hacer”, rememoró.
“Yo nací siendo popular, pero también nací queriendo ser farmacéutico”, aclaró. “He sido afortunado, porque Dios me permitió atesorar ambas cosas”, continuó.
Y así lo cumplió, no sin antes ingresar a la Guardia Nacional, cuerpo militar al cual perteneció por 18 años.
Como universitario, no solía quedarse en el área metro. Pagaba 15 centavos para que le dieran pon y, así, aprovechaba los fines de semana para siempre regresar a casa y compartir con su gente. Eran tiempos distintos, recordó.
“Mantuve conexión con el pueblo”, aseguró. “Yo siempre fui persona del pueblo. Yo me crié en el barrio Chino, un sector muy pobre de Vega Baja. Estaba metido en donde quiera, en el béisbol, en la pelota, en el softbol, en todos los deportes; había organizado el grupo Los Mandriles, que es un grupo que todavía existe, una fraternidad nueva en Vega Baja. En todo lo que había movimiento, yo estaba metido. En la política yo ayudaba mucho”, añadió.
¿El plan después de graduarse? Ser farmacéutico y mantener las puertas de su propia botica, manteniendo una relación cercana con la política, principalmente, con el PPD.
El cumplimiento del deber, ya sea a altas horas de la noche o durante la madrugada, siempre fue integral en la ética de trabajo de don Luisito. Dormía vestido, en camisa y pantalones cortos, por si lo llamaban de noche. En una ocasión, lo sacaron hasta el cine para una entrega de medicinas.
“Eso yo lo hacía, porque yo entendía que era mi deber, pero la gente lo veía de otra forma, de lo bueno que yo era. No, ese es mi deber. Primero la farmacia que el cine. Primero la salud de aquella gente que mi sueño, ¿verdad?”, sentenció.
Esa forma de trabajar la aplicó durante su incumbencia: los lunes atendía público en la Casa Alcaldía, pero de martes a sábado caminaba en todos los barrios, llegaba a todos los Centros de Head Start -que durante sus años como alcalde incrementaron de 1 a 31- y conocía de primera mano las necesidades de su gente la de “arroz y habichuelas”. Si podía resolver, así lo hacía. Si era imposible, se lo decía.
Empero, el destino tenía otros planes para él. Y es que los militantes de su partido llegaron a una conclusión: el único que podía retar al exalcalde Rafael Cano Llovio y hacer un cambio en el pueblo era Meléndez Cano, pues era su propio tío.
“Antes de ser alcalde, tuve unas primarias que no se las deseo a nadie. Fue una primaria en contra de mi propio tío, hermano de mi madre, que era alcalde de este pueblo, casi dueño del pueblo y a mí se me ocurrió pedirle que se retirara. Se enemistó conmigo”, narró.
Meléndez Cano recuerda a su tío como un político tradicional y áspero, con poca conexión humanitaria. Entendía que se tenía que “rescatar” a Vega Baja de su mandato.
“El único que en Vega Baja se atrevía a discutir y pelear con mi tío, era yo, porque era el sobrino. Todo el mundo le tenía miedo y, cuando quise buscar un candidato, empecé a (elegirme) a mí. Tuve que aceptar para poder sacar a mi tío de carrera y rescatar a Vega Baja”, agregó.
Por eso, se comprometió a ser alcalde por un cuatrienio, por lo que una vez culminaba su término, regresaría a la empresa privada. Los planes, claramente, cambiaron.
“Yo me comprometí a estar cuatro años. Tenía una buena posición económica, (pero) mi farmacia fracasó. Me quedé pela’o, completamente pela’o. Y, entonces, tuve que pedir que me reeligieran para tener trabajo. Entonces, me gustó y me quedé por 32 años”, comentó risueño.