Águilas de plástico y de bronce. Muchos Quijotes. Brujas montadas en escobas. Velas prendidas, aceites y ángeles.

Brittos, obras de arte, un Einstein, La Mujer Maravilla, cortinas aterciopeladas, banderas, serigrafías, hachas y figuras de todo tipo, algunas genuinas y otras que parecen imitaciones tipo kistch.

Algunas decoraciones muestran gustos extremadamente eclécticos, combinando lo victoriano con el folklore.

Así lucen las oficinas de nuestros legisladores, decoradas al gusto de los honorables. ¿Serán el retrato de su personalidad?

Primera Hora hizo un tour por la Casa de las Leyes y encontró de todo.

A la representante Albita Rivera no le molesta que la llamen bruja, pero eso sí: tiene que ser “brujita” y feminista.

La legisladora tiene una de las decoraciones más exóticas en el Capitolio. Su oficina está repleta de brujas de todos tamaños y colores. De primera intención, alguna gente cree que ella celebra Halloween todo el año.

En cada rincón de la oficina hay una bruja pendiendo del techo, otras de las paredes y varias decenas están metidas en un curio. Sobresalen una Minnie Mouse vestida de brujita, una bruja francesa, otra bruja minúscula y una en papel maché, que Rivera compró en Cuba durante un congreso de mujeres. Ésa es su favorita.

Todas custodian su escritorio. La imagen del Divino Niño y de la Virgen Milagrosa sirven de contraste. Por si fuera poco, justo al lado, en la pared, cuelga una serigrafía que dice: “Santería 1975”.

“Tengo las brujitas como símbolo del feminismo internacional. Aquí se tienen no porque sean muñequitas, sino para recordarme a mí y a todos los que vienen a mi oficina de que esas mujeres murieron por millones en la época de la Inquisición y lo que nos falta todavía por hacer para que las mujeres tengan igualdad en derechos y responsabilidades”, sostiene la legisladora.

¿Es bruja Albita Rivera?

No. Yo no me siento bruja porque todavía no me han quemado en la hoguera (ríe)..., pero da trabajo explicarle a los niños porque las brujas que conocen son malas, los cuentos que arrastramos de tiempos inmemorables hablan despectivamente de la bruja, que es envidiosa, que quiere matar a la hija que heredó porque es la madrastra. Un hombre puede ser bien malvado y, como dicen los muchachos hoy día, es ganso, ese es un genio. No es brujo, pero si es una mujer ‘esa es una bruja’.

“La Caribeña”

La representante Carmen Yulín Cruz tiene una oficina tan y tan pequeña y apretujada de cachivaches que apenas se puede caminar.

A duras penas colocó una réplica de siete pies en madera de la embarcación “La Caribeña”, que los residentes de las islas municipio de Vieques y Culebra llevaron el año pasado hasta la Casa de las Leyes para dramatizar sus penurias.

“La idea es devolvérsela cuando se resuelva el problema”, cuenta la legisladora, quien hizo que dos obreros de la construcción le llevaran a su oficina la enorme pieza luego que los residentes de las islas municipio, frustrados porque no fueron recibidos por el liderato senatorial, la dejaran en el patio del ala norte del Capitolio.

En la otra esquina de la mini oficina, la representante Cruz Soto guarda una caja repleta de camisetas clasificadas por color. “Estas son las t-shirts de todas las manifestaciones a las que yo he sido invitada y conovocada”, afirma.


La presidenta de la Cámara, Jenniffer González no puede disimular que es fanática de una súper heroína: La Mujer Maravilla. El personaje está en su despacho por todas partes: afiches, figuras y peluches. Hasta el maquillaje de la legisladora tiene el sello de La Mujer Maravilla.

González combina el arte con los personajes de ficción. Cuadros de Pablo Marcano y Wichie Torres contrastan con una ristra de bubble heads que llenan los tablilleros del despacho presidencial.

“Me he tenido que llevar la mitad para mi casa. Ahora también estoy coleccionando santos de talla. Casi todos son productos de regalos”, dice mientras señala un caballo de pica, pintado de azul y blanco, que le enviaron desde Cabo Rojo, y una varita de Harry Potter.

Tiene, además, un lapicero Britto original. “Este no es imitación, es de verdad”, añade mostrando el envase y una fotografía en la que ella aparece con el famoso diseñador brasileño.

De todo como en botica

Haciendo gala a su nombre, el representante Cristóbal Colón luce orgulloso en su oficina varias réplicas de barcos. “Aunque ya llevo tres cuatrienios y mucha gente me conoce, todavía cuando hago llamadas y digo mi nombre me cortan el teléfono creyendo que se trata de una broma. Al principio me insultaban creyendo que les tomaba el pelo”, cuenta “El Almirante”.

El representante Waldemar Quiles tiene una serigrafía de una comadrona en su despacho. “Yo nací por comadrona”, dice el legislador utuadeño.

El representante Charlie Hernández se guilla de intelectual con un Einstein en su escritorio y un Quijote montado en una motora. Por su parte, la representante, Brenda López tiene cortinas de terciopelo y una escultura maya que le prestó su esposo, José Enrique Arrarás.

“Pusimos cortinas para darle un toque femenino y para protegernos del sol. Me gustan mucho las artesanías. José Enrique fue coleccionista de arte precolombino... Es una oficina sencilla, pero le pusimos nuestro toque personal”, dice la legisladora.

Águilas de todo tamaño

El representante Héctor Torres fue el más listo. Tenía la oficina repleta de águilas grotescas, que le compró a un árabe en el pueblo de Manatí, pero llamaban tanto la atención que su relacionista pública le aconsejó que cambiara la decoración.

Cuando visitamos la oficina, en el edificio Luis A. Ferré, nos encontramos con que el legislador había cambiado las águilas por Quijotes. “Las águilas me las llevé heredadas para mi oficina de distrito en Morovis”, confiesa Torres Calderón.

A otro que le gustan las águilas es al representante Antonio “Toñito” Silva Delgado. Tiene varias en los tablilleros de la oficina.

Otra oficina que destaca es la de la senadora Kimmey Raschke, quien es loca con las velas, las fragancias y las figuras victorianas.

“Me gusta que el área esté saturada de un olor fragante que da un ambiente de paz y tranquilidad”, dice la senadora, cuya oficina también llama la atención en el Capitolio porque siempre tiene velas aromáticas prendidas.

“A veces me dicen las personas que cuando van por el pasillo saben si yo estoy porque el olor sale de la oficina. Es bueno que uno pueda darle su toque personal a los lugares que uno va”, sostiene Raschke.

Como era de esperarse, el ex presidente del Senado, Antonio Fas Alzamora tiene hachas por doquier en su oficina en el sótano del Capitolio, recordando su mote político del “Mata con hacha” de Cabo Rojo.

En fin, cada oficina del Capitolio tiene el toque personal de su ocupante. Y mientras unas son extravagantes, otras sencillas y unas tienen adornos costosos, lo que sí queda claro es que, para los gustos, se hicieron los colores.