Hijo de Arnaldo Rosado habla de su padre asesinado en el Cerro Maravilla
Tres expolicías, Rafael Torres Marrero, Nelson González Pérez y Rafael Morena, cumplieron condenas por su implicación en la muerte.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 10 años.
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Los jóvenes independentistas Arnaldo Darío Rosado y Carlos Soto Arriví fueron asesinados hoy hace 36 años en un incidente en el que estuvo involucrada la Policía, suceso recordado por un descendiente de los fallecidos.
Manuel Rosado Rivera, hijo de Darío Rosado, destacó en entrevista con Efe los sentimientos que todavía alberga por la muerte de su progenitor el 25 de julio de 1978 en el Cerro Maravilla, ahora conocido como el Cerro de los Mártires, en Villalba.
"El significado de haber sido su hijo es algo que a través del tiempo se fue convirtiendo en abrir más la conciencia y las ideas", destacó Rosado Rivera, de 37 años, empleado de una ferretería y que aún no había cumplido su primer año de vida cuando murió su padre.
El Gobierno de aquel entonces, dirigido por el anexionista Carlos Romero Barceló, alegó sobre el incidente que Soto Arriví y Darío Rosado pretendían derribar varias torres de telecomunicaciones.
Ambos jóvenes llegaron al Cerro Maravilla dirigidos por un taxista junto a Alejandro González Malavé, infiltrado de la Policía que se hizo pasar por miembro del movimiento independentista y que posteriormente fue asesinado en 1986 por desconocidos.
Rosado, de 25 años, y Soto Arriví, de 19, murieron a causa de los disparos de la Policía en el Cerro Maravilla, tras haberse rendido y desarmado.
Tras los asesinatos, Romero Barceló describió a los policías como "héroes", porque, según él, detuvieron una supuesta misión de los jóvenes independentistas.
"Pasan los años y cada vez que voy al cerro todavía trato de imaginarme lo que pasó allí. Me pongo a pensar en ellos, en esos últimos momentos de sus vidas", reflexionó Rosado Rivera.
González Malavé solía acompañar a Darío Rosado a su casa en el residencial público Juan C. Cordero Dávila, mejor conocido como "Quintana", en San Juan.
"Mami siempre le decía a papi que tuviera cuidado, que no confiaba en ese señor", dijo Rosado Rivera, cuyo padre era autodidacta, escribía poemas y desde su juventud formó parte de diversas agrupaciones independentistas.
Hasta una serie de poemas y libros del revolucionario Ché Guevara que el fenecido joven independentista tenía guardados en su casa fueron confiscados por desconocidos horas después de su muerte.
En la década de 1980, el Senado puertorriqueño realizó diversas investigaciones que llevaron a prisión a varios de los policías que participaron, después de celebrarse unas vistas públicas que crearon gran espectación u fueron retransmitidas por televisión.
Tres expolicías, Rafael Torres Marrero, Nelson González Pérez y Rafael Morena, cumplieron condenas por su implicación en la muerte.
Torres Marrero y González Pérez quedaron en libertad el 26 de agosto de 2008 después de que la Junta de Libertad Bajo Palabra aprobara sus solicitudes de excarcelación.
Los dos ex policías habían solicitado la excarcelación por razones humanitarias y de salud. González Pérez es paciente de Parkinson.
Rosado Rivera agradeció a Ortiz Molina y otros expolicías que contaron y admitieron los hechos y lograron la justicia por el asesinato de su padre y Soto Arriví, quien fuera hijo del novelista Pedro Juan Soto.
Afirmó además sentirse orgulloso de ser el hijo de un joven independentista que solo reclamaba la libertad de la isla de los EE.UU.
"El tener un padre como él, aunque no lo conocí, era el ideal para su nación e isla por la lucha por la libertad que tenía en su corazón y eso me hace sentir orgulloso", subrayó.