Una emoción inexplicable se apoderó instantáneamente de Janet Vega Padró al ver cómo una máquina demoledora hacía pedazos lo que quedó de aquella casa en la Barriada Esperanza de Guánica, donde tejió su historia durante más de 30 años.

Tal parece que, cada golpe asestado por la inmensa bola sacudía el interior de esta mujer de 56 años, cuyo rostro bañado en lágrimas relataba la pesadilla que vivió con sus dos hijas, el 28 de diciembre de 2019, cuando un remezón de magnitud 4.7 las impulsó a abandonar su hogar, al que jamás pudieron regresar.

Era el temor de que volviera a repetirse la escena, sin sospechar que aquel remezón fue precursor de una espantosa secuencia de sismos que todavía atemorizan a miles de residentes en la zona cero, aunque con menor intensidad; siendo el mayor, uno de 6.4 registrado en la madrugada del 7 de enero de 2020.

Sin embargo, su casa construida sobre columnas se destrozó completamente con el movimiento telúrico del 6 de enero de 2020, pues el despiadado temblor de magnitud 5.8 desmoronó la estructura, aplastando cinco carros que aún se veían desde la calle, pues allí todo quedó intacto por espacio de casi dos años.

Pero esta semana será diferente, ya que hoy inició la demolición de 117 viviendas ubicadas en varios sectores de Guánica, entre estas, la casita de Janet, para quien no era la primera pérdida ya que el 21 de septiembre de 1998, el huracán Georges se ensañó con la estructura, entonces construida en madera.

“Cuando vino el huracán Georges, se la llevó… la perdí, y, esta es la segunda vez que la vuelvo a perder por los temblores. La hice en cemento y pues, el día 6 de enero fue que colapsó mi hogar, pero yo no estaba ya aquí, estaba en la residencia de mis papás porque el 28 de diciembre ya no me quedé más aquí. Se movió fuerte, yo estaba arriba con las nenas y no bajamos, desde esa noche no volvimos a subir a la casa”, recordó.

“No me interesó tanto el ver la casa así, sino, salir de aquí, tenía tanto temor de que fuera a pasar algo, como seguía temblando nos fuimos de aquí. Después fue que regresamos a ver. A mí no me interesó tanto la casa, sino que estuviéramos bien y como papa Dios me dio esta, me va a dar otra. Estoy confiada en que él lo puede hacer todo”, confesó a Primera Hora minutos antes de la demolición.

La guaniqueña mencionó que, desde ese entonces, se quedó sin casa, sin carro y también perdió el empleo, ya que trabajaba como secretaria en el Centro Gubernamental, una de las estructuras públicas que colapsaron el 7 de enero de 2020.

“Al principio, pernoctábamos en un terraplén, no dormíamos aquí, sino en carros. Después de dos semanas nos fuimos para allá afuera (Estados Unidos) porque no aguantábamos más. Tuvimos como dos o tres semanas allá y pues, regresamos. Entonces, en la búsqueda de una casa para uno poder seguir la vida de uno y renté una casa y así hasta el sol de hoy”, manifestó.

De pie frente a los restos de un hogar que significó tanto para Janet y su familia, la fémina resaltó que la demolición provocaba en ella múltiples emociones, pues ya sabe que allí quedarán sepultados los sacrificios que hizo para darle a sus hijas un techo seguro.

“Me siento contenta porque se va a demoler, pero sí, fue mi residencia por muchos años en la que crie a mis hijas y pues, hay recuerdos, seguro que sí. Pero contenta porque voy a seguir, papa Dios me ha dado la fuerza para esto y me va a dar una casa”, expresó con voz entrecortada.

Destacó, que aún no sabe si podrá construir una nueva vivienda en el mismo lugar donde erigió tantos sueños.

“Quiero ver esto limpio para poder, en la medida ver qué tipo de casa puedo construir… eso tendría que dialogarlo con el alcalde, porque si hay que chequear el tipo de suelo y de ahí, seguir mi vida. Me gustaría que fuera aquí mismo”, acotó.

Al cruzar la calle estaba Ángel Vázquez, sobrino de Vega Padró, observando por última vez la casa de su hermana Mariel Vázquez, y aseguró que el proceso de demoliciones representaba una esperanza en medio de la tragedia que parecía no acabar.

“Me crie también aquí en la barriada con mis abuelos, mi tía, aquí tengo cinco familiares que perdieron sus viviendas; dos tíos más y una prima que perdieron también sus residencias aquí mismo. Aquí vivía mi hermana con mis dos sobrinas, que en ese momento tenían uno y tres años”, mencionó al señalar que su hermana Mariel trabajaba en un colmado cercano.

“Pero ellos estaban ya en casa de mis abuelos porque cuando desde el día 28 (de diciembre de 2019) surgieron los temblores, pues ya no quisieron estar más en la casa porque realmente les dio miedo. Mi hermana se fue con nosotros, con nuestros padres que viven en Playa Santa. En el momento en que ocurrió el temblor fuerte del 6 de enero, que fue cuando se cayeron estas residencias, no fue con el fuerte del 7, pues gracias a Dios, ellas no estaban dentro de la residencia”, agregó.

Sostuvo que, una vez pudieron llegar al lugar después del terremoto del Día de Reyes, se sintieron que con la casa también colapsaron sus esperanzas.

“Es bien difícil ver que el sacrificio de años, por el que uno ha trabajado tanto para tener lo que uno quiere, y, en cuestión de segundos, todo se cae, se queda en nada. Es algo que uno no quiere ni desea que nadie pase porque es bien difícil, ver el trabajo que uno pasa a diario para tener sus cosas, pero la naturaleza lo acaba. Pero, para todo hay un propósito en la vida y Papito Dios solo sabe por qué suceden las cosas”, afirmó.

“Bueno, en cierta manera uno se pone contento, porque uno estaba esperando este momento de no ver ya las casas aquí destruidas. Es una situación difícil pasar por aquí y uno ver todavía las casas destruidas y con los carros todavía ahí debajo, aplastados. Pero creo que nos da esperanza ver esas máquinas aquí para cerrar capítulo, construir un mejor futuro y seguir hacia adelante”, puntualizó.

Por su parte, el alcalde Ismael Rodríguez Ramos, explicó que el proceso de demolición de las primeras 117 viviendas dañadas por los sismos se hará a través de la compañía West Development a un costo de $777 mil en cinco sectores: Barriada Esperanza, barrio La Luna, Santa Rita, Ensenada y la comunidad Fuig.

“Más de 90 viviendas en la barriada Esperanza tuvieron daño y se van a demoler 16 aquí mismo, porque todavía hay algunas que están en proceso de completar los papeles de FEMA para obtener la ayuda. La compañía tiene cinco meses para demoler 117 viviendas. Ellos estiman que pueden realizar el trabajo mucho antes de los cinco meses”, señaló.

“El proyecto como tal en general, la asignación de $5.6 millones al municipio es para todo lo que tenga que ver con las demoliciones, gerencia de proyectos, permisos de asbesto y plomo, permisos de demolición e incluyendo el centro de acopio. Incluye limpieza del terreno, si hay algún daño por parte de la compañía, ellos lo van a estar cubriendo. En el centro de acopio se estará dividiendo lo que es el cemento, la varilla y eso pasa por un proceso de demolición también”, expuso.

Admitió que, parte del atraso en las demoliciones ocurrió ya que su administración heredó un proceso que todavía no estaba claro. Hasta que personal del Departamento de la Vivienda y COR3 le advirtieron a no continuar con un proceso que podría dejarlos sin el desembolso de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA) y por eso tuvieron que hacer una nueva subasta.

“Heredamos un contrato en enero para hacer los trabajos de demolición, pero todavía no se había hecho el trabajo de contratar las compañías que tienen que ver con los permisos de asbesto y plomo, las compañías que estarían a cargo de vigilar el proceso de permisos de demolición, eso no estaba contratado. Y cuando estábamos listos para comenzar, el Departamento de la Vivienda y COR3, nos indican que tuviéramos cuidado de seguir adelante con esos contratos porque las cuatro compañías tenían precios distintos y FEMA exige que si hay cuatro compañías contratadas tengan un precio estándar para todo”, expuso.

Finalmente, destacó que aún no cuentan con un proyecto concluyente para la construcción de nuevas viviendas, ya sea en el terreno que hasta ahora albergó los destrozos de los terremotos o la reubicación de las familias afectadas.

“Estamos trabajando junto con los alcaldes de Yauco, Guayanilla, Peñuelas y Ponce con la asignación de dinero federal que van a estar brindando a la zona cero. Todavía eso no tiene unas guías o especificaciones, pero, mi prioridad es que se nos asigne el dinero para poder responder a las necesidades de la gente y ponerlo a disposición de la construcción de viviendas o reparación de viviendas por los terremotos e incluyendo relocalización”, concluyó.