La industria  de carne de res está rumiando para sobrevivir. Actualmente, los ganaderos del patio apenas  producen entre el 8 y 9 por ciento del consumo local.

Varios factores influyen en que cada año se deje de producir carne de res en nuestras fincas y campos. Y si queremos volver a levantar la industria -lo que sería vital para nuestra seguridad alimentaria-, hay algunos problemas mayores y un sinnúmero de situaciones que se tienen que resolver, según coinciden los expertos. 

Los  escollos más apremiantes son: el largo ciclo de vida de las vacas antes de que estén en su mejor punto para el consumo, la poca oportunidad de importar animales vivos para el apareamiento y la poca reglamentación existente, dijo José Sosa Maldonado, presidente de la Cooperativa de Ganaderos de Carne de Res de Puerto Rico. 

En otras palabras, aún si hoy llegase del cielo una gran inversión de dinero para fomentar la ganadería y producir carne de res, esta no estaría lista hasta dentro de dos años.

Demasiado tiempo si se compara con la crianza de pollos que solo toma seis meses en comenzar el ciclo de crianza, engorde y procesamiento.

Por otro lado, preocupa que tan solo una de las empresa navieras -SeaStar Lines- es la que  está dispuesta a importar ganado a Puerto Rico para impulsar el apareamiento y eventual producción.

Pero ojo, que  ahora mismo esa empresa  considera dejar de ofrecer el servicio por su alto costo, reveló Manuel Crespo, secretario auxiliar de Innovación y Comercialización Agrícola del Departamento de Agricultura (DA).

Los agricultores y ganaderos se sienten en desventaja y  aunque el Gobierno puede, no se decide a reglamentar la entrada de carne importada.

Según Sosa Maldonado, se pueden establecer parámetros y reglas sin violar ninguna ley federal para que la competencia sea más justa cuando, por ejemplo, llega carne de Centroamérica donde un empleado cobra unos $4 por día, mientras que aquí se cobra un promedio de $7 por hora.

“No hay reglamentación clara, tenemos una competencia con carne que viene de sitios tan cerca como Centroamérica y Estados Unidos y tan lejos como Australia, pero con unas diferencias bien, bien grandes en lo que les cuesta a ellos producir y lo que nos cuesta a nosotros y de la calidad porque aquí llegan productos que son lo que no se acepta en otros países. Eso entonces se debe reglamentar... Y cada estado puede reglamentar eso, pero el gobierno no quiere”, alegó Sosa Maldonado. 

Menguada la producción

Según Crespo, en la década de 1980, se produjeron en la Isla 45 millones de libras de carne de res, pero se redujo al punto de que hace cinco años la producción aquí fue de 16 millones de libras y este año fiscal solamente 14 millones de libras. 

Este año fiscal la carne de res extranjera que se importó suma 170 millones de libras, o el 91% de toda la carne de res que consumieron los boricuas.

Otra forma de comparar el declive en la industria es mediante las cifras de sacrificio de animales.

En el año fiscal 2010, se sacrificaron  41,000 vacas y en este año fiscal  fueron unas 35,000, según cifras del DA.

Con el desplazo de personas del campo a la ciudad, la creencia de que el producto de afuera era mejor, entre otros factores, la producción fue mermando.

Más escollos

Este año el problema empeora ante la sequía que en su peor momento llegó a afectar a 76 de los 78 pueblos, lo que a su vez ha provocado algunos cambios en el mantenimiento del ganado y sacrificios antes de tiempo.

El robo constante en las vaquerías es otro de los mayores dolores de cabeza que enfrentan los ganaderos de hoy.

Para tratar de paliar ambas situaciones, el Departamento de Agricultura dio incentivos para la compra de alimento ante la escasez de pasto, mientras que se espera comenzar un plan de incentivos para la compra de identificadores únicos, conocidos como bolos, que  son algo parecido a un microchip en forma de pastilla que se le da a la vaca y al comérselo se le aloja en el estómago; luego el dueño de los bovinos  pueden rastrearlos y saber con certeza cuál es el suyo.

“Tenemos que aumentar el número de madres. El ganadero  debe esforzarse por aumentar ese número y hay que ir en esa dirección para aumentar la producción. Eso sería una forma de que ellos vayan más dirigidos a  establecer balance”, afirmó Sosa Maldonado.

Sobre la revisión y reglamentación de los precios dijo que están a la espera de una reunión pautada para dentro de tres semanas con el Fondo de Carne de Res.

“Entendemos que algo se tiene que estar implantando en esa dirección”, agregó de forma escueta.

Oportunidad de expansión

No obstante las dificultades, la capacidad de crecimiento se puede ver como un gran pasto verde pero no del otro lado de la acera sino aquí mismo.

La importancia de producir carne local no solo es vital como estrategia económica en momentos de depresión económica sino también en términos de salud.

“Mientras la gente apoya y compra de la producción local poco a poco se van dando los pasos para mejorar la economía porque esa inversión se queda en el País”, dijo el economista Gustavo Vélez en entrevista con Primera Hora.

El panorama luce acogedor, según el presidente de la Autoridad de Tierras, Salvador Ramírez Cardona, quien aseguró que en los pasadas tres años se firmaron 80 contratos para alquilar 14,000 cuerdas para desarrollar ganado de carne.

Sin embargo, había otras 6,000 previamente arrendadas para el mismo propósito y quedan todavía unas 4,000 disponibles para el que quiera echar a andar un negocio en esta industria.

“No quedan muchas para ese propósito... sí se han ido alquilando y eso mismo es lo que queremos”, indicó con optimismo.

Otra buena noticia es que la poca carne que se produce en el País es una de muy alta calidad ya que casi el 100% de las reses son alimentadas por pastoreo, lo que implica que no se usa alimento con hormonas, y tampoco acumulan grasa, por lo que es más saludable para el consumidor.

Del mismo modo la Cooperativa que dirige el ganadero Sosa Maldonado está trabajando para lograr que la carne de res local se certifique del mismo modo que en Estados Unidos con las garantías de que se trata de cortes apetecibles y por lo que vale la pena pagar ya que, además de ser tierno y de poca o casi ninguna grasa, es mucho más fresco que lo que puede llegar de Estados Unidos o Centroamérica, que tendría hasta tres semanas desde que se sacrificó el ganado o la de Australia que tendría entre cinco o seis semanas. También buscan implementar un sistema de mercadeo que sea uniforme y eficaz.

“La gente apoya lo de aquí, yo de eso no tengo dudas, pero tenemos que meter mano para echar pa’ lante la industria”, enfatizó.