Dos desconocidos unidos por un acto de desprendimiento y amor
De gran emotividad el encuentro entre un paciente trasplantado y la esposa del donante del riñón que hoy da vida al hombre.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 2 años.
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¿Quién habrá recibido el riñón de Carlos?
Aún con el dolor que le provocó haber perdido súbitamente a su esposo tras un infarto cerebral, esta era la pregunta que Iris Rodríguez se hizo una y otra vez desde aquel emotivo 21 de noviembre de 2019 cuando despidió del plano terrenal al padre de sus dos hijos, Carlos Fernández, un hombre que siempre dejó claro su deseo de extender su vida a otros a través de la donación de órganos.
¿Quién será mi donante?
Tras salir del quirófano esta era una legítima curiosidad que rondaba con insistencia la mente de Wilfredo Pérez Torres, un hombre de 58 años que volvió a la vida tras ser trasplantado con el riñón de un desconocido a cuya familia deseaba contactar, más que todo, para mostrarles gratitud.
Y así, con una inevitable incógnita por ambas partes, se comenzó a tejer la historia de estos dos desconocidos unidos por un acto de desprendimiento y amor que inició hace más de dos años y medio, pero que tuvo su punto culminante esta semana con un afectivo e impactante encuentro en el Hospital Auxilio Mutuo, en San Juan.
Minutos antes del especial momento, Wilfredo aguardaba con su esposa Viriginia Vázquez en un pasillo contiguo al salón donde personal de LifeLink de Puerto Rico y del Centro de Trasplante de la institución hospitalaria habían coordinado que ambas familias se conocieran.
El hombre movía una de sus piernas constantemente. Más que ansiedad era ese nerviosismo que provoca la expectativa de que algo emocionante está por ocurrir.
“Hoy es un día bien grande para mí”, dijo de forma tímida.
Tras un breve silencio y con la mirada cristalina por las lágrimas que estaban por asomarse describió desde el alma lo que estaba sintiendo.
“Estoy contento... me dan ganas de llorar porque uno dice: ¿quién sería?, ¿quién fue esa familia que sufrió esto. Es un momento que me dio alegría a mí, pero ellos están sufriendo la pérdida de su ser querido. Para mí es mi héroe. Me salvó la vida”, expresó.
Mientras esperaba por el traslado al salón, Wilfredo explicó que viene de una familia con padecimientos de enfermedad renal poliquística. Según la clínica Mayo, este es un trastorno hereditario y se distingue por el desarrollo de grupos de quistes, principalmente, dentro de los riñones.
Así que si alguien conoce de cerca los riesgos mortales que tiene una persona con problemas en los riñones es Wilfredo pues, durante 13 años vio a su mamá recibir diálisis a causa de la enfermedad. Luego, la historia se repitió con dos de sus hermanos.
Por eso el mundo se le volcó cuando le llegó el diagnóstico en 2018 y los médicos le advirtieron que su riñón derecho estaba fallando al extremo de que tenía que se trasplantado. Las listas de espera por un trasplante suelen ser kilométricas. De hecho, actualmente hay cerca de 500 pacientes en turno por un trasplante de riñón en el Hospital Auxilio Mutuo. Según UNOS (United Network for Organ Sharing) más de 126,000 pacientes en Estados Unidos esperan por trasplantes de órganos y tejidos, incluyendo puertorriqueños.
Con este escenario, los médicos y Wilfredo se habían mentalizado a que era muy probable que iniciara un proceso de diálisis antes que llegara la oportunidad de un donante.
“Yo me encomendé a Dios para que Él obrara y que fuera Su voluntad... es que esto es algo que tú no puedes pedir porque hay que ser justo, uno sabe que hay personas más jóvenes que uno que lo necesitan, incluso, niños. También hay personas que llevan años en espera... así que yo solamente le pedí a Dios que me diera la oportunidad de arreglar las cosas para que si había que partir, pues así ocurriera”, contó conmocionado.
Pero las vueltas del destino, a veces inexplicables para algunos, dictaron una historia inesperada para Wilfredo. “En noviembre de 2019 me llamaron. Tuve tres llamadas. Las primeras dos veces no se dio... la primera vez había una persona más joven que yo que lo merecía y la segunda vez el riñón no funcionó. Entonces, la tercera vez me llamaron el 21 de noviembre, y aquí estoy dando ejemplo de lo que una donación de órganos puede hacer. Estoy lleno de salud y disfrutando de la familia”, relató con humildad y un sentimiento de gratitud que eriza la piel a quien lo escucha.
La conversación lo conmueve. Necesita un respiro y se refugia nuevamente en el silencio para buscar cómo sacar de lo más profundo de su ser eso que lo congoja.
“Dios conoce mi corazón y sabe las cosas que pedí desde que estoy trasplantado... yo siempre he querido conocer a esta familia y darles las gracias”, soltó a pocos minutos de que se cumpliera su anhelo.
Pero la ilusión de ese encuentro no era solo de Wilfredo. A unos metros, en el otro extremo del lugar, estaba Iris con la misma esperanza. Casualmente, vestía una camisa roja, el mismo color que seleccionó Wilfredo para su vestimenta. De su cuello colgaba un cartel con fotografías que marcaban momentos especiales que vivió con su marido, un hombre que disfrutaba tocar el cuatro, que amaba a los animales y que se ganó el cariño de todo el que lo conoció en Barranquitas.
“Yo digo que este día es una enorme bendición de Dios”, expresó mientras comentaba con su mamá, Basilisa Torres, lo que esperaba del gran momento.
De hecho, fue Iris la que a través de una carta que escribió en noviembre del año pasado dio el primer paso auscultando la posibilidad de un encuentro con el recipiente del riñón de Carlos.
LifeLink y el Centro de Trasplante de Auxilio Mutuo manejan de forma confidencial y sensible todos sus procesos de donación. Aunque muchas veces son las mismas familias quienes identifican a los recipientes, o viceversa, hay un proceso regulado para que los encuentros se lleven a cabo. Entre los requisitos para que pueda darse la reunión se encuentra que haya transcurrido un año posterior a la donación. La solicitud de una de las partes se hace a través de las organizaciones y tras una consulta de aceptación, se hace la entrega de una carta elaborada por la parte interesada. Si todos están de acuerdo se solicita autorización al Programa de Trasplante, donde se les orienta sobre las opciones para realizar el encuentro.
Aunque Wilfredo tuvo la intención de contestarle rápido, el aumento de casos de COVID-19 para las Navidades lo frenó. Fue un día de enero que agarró lápiz y papel para responder la carta a Iris. Tras un intercambio de misivas, el encuentro fue coordinado para el pasado miércoles en el hospital. Casualmente, abril es el Mes de la Concienciación sobre la Donación de Órganos y Tejidos.
“La petición fue por parte de nosotros. Yo tenía ese deseo profundo y siempre oraba a Dios para que se diera. Cuando se dio nunca lo dudé porque las promesas de Dios son perfectas. Estuve esperando este momento hasta que el día llegó”, comentó.
Relató que cuando falleció su esposo, en medio de aquel gran dolor, la reconfortó saber que se cumpliría el deseo de Carlos de extender vida aún después de la muerte. Un solo donante puede salvar la vida de hasta 60 personas.
“En medio de ese proceso triste yo decía: ‘Dios mío, que esos órganos no sean en vano y que se reciban con bien y que tenga una larga vida y preciosa como la que tuvo Carlos”, narró.
El proceso realizado a Wilfredo en el 2019 fue el número 2,356 que se ejecutaba en Auxilio Mutuo desde 1972 en cuanto a trasplantes de riñón se refiere. Hasta el miércoles, la cifra se había elevado a 2,518.
Ya para este momento, la conversación fue interrumpida para anunciar que había llegado la hora esperada. Iris empezó a sonreír. Era esa sonrisa que provocan los nervios y que hacen sudar las manos.
La directora de LifeLink, Guillermina Sánchez, hizo una breve introducción en la que agradeció el “gesto generoso” que tuvo en vida Carlos al disponer que sus órganos fueran donados cuando falleciera. Describió la decisión como una heroica, utilizando casi las mismas palabras que había expresado Wilfredo.
“Queremos que Wilfredo pase... él está muy agradecido, pero también está muy nervioso”, dijo Sánchez mientras el hombre entraba al salón agarrando con fuerzas la mano de su esposa.
“Wilfredo ella es Iris, la esposa de Carlos”, agregó Sánchez cuando ambos estuvieron frente a frente.
Los desconocidos se miraron por unos segundos y las emociones afloraron. El deseo de ambos se había cumplido.
¿Puedo abrazarte?, preguntó Iris.
“Claro que sí”, respondió Wilfredo fundiéndose en un hermoso gesto y de conexión fascinante que habló más que mil palabras.
“Gracias por permitirme esto”, le dijo ella.
“Gracias a ustedes por darme vida”, le respondió él.
Intercambiaron impresiones en las que Wilfredo resaltaba la gratitud de haber recibido el riñón de Carlos y haberse librado del diálisis y en las que Iris le recordaba que hay un llamado religioso a amar al prójimo y eso fue lo que, precisamente, ellos hicieron como familia.
La mamá de Iris, doña Basilisa, se unió al encuentro y abrazó con todas sus fuerzas al hombre. “Quiero que sepas que siempre oro a Dios por ti”, le dijo la señora, a la que le colgaba un rosario del cuello.
“El Señor sabe que yo nunca esperaba esto. Yo nunca lo pedí porque yo sé que la otra familia tiene dolor”, expresó en algún momento el paciente que, en esta ocasión, no pudo contener las lágrimas.
“Pero ese dolor se transformó, Wilfredo”, respondió la viuda de Carlos llorando, mientras lo abrazaba y le echaba mil bendiciones y deseos de salud. Aprovechó para dejarle saber que a partir de ese momento tenía una familia extendida.
Al finalizar, hubo promesa de otro encuentro. ¿Cuándo será? Por el momento no hay fecha en calendario, pero lo que sí fue evidente es que las dudas fueron aclaradas, las gracias fueron otorgadas y el mensaje de la importancia de la donación de órganos cuenta con otra conmovedora historia de éxito que invita a la reflexión, sobre todo considerando que cada cuatro minutos se añade un paciente con necesidad de trasplantes a la lista de espera. Pero, lo que es peor: todos los días mueren 20 personas esperando por un trasplante.