Doce confinados son ejemplo de superación al completar estudios universitarios
Los graduandos recibieron su diploma de bachillerato en Artes con Concentración en Estudios Generales de la UPR.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 2 años.
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La Universidad de Puerto Rico (UPR), Recinto de Río Piedras, y el Departamento de Corrección y Rehabilitación (DCR) celebraron hoy una histórica, sumamente emotiva, y claramente aleccionadora graduación en la que entregaron a 12 personas confinadas su diploma de bachillerato en Artes con Concentración en Estudios Generales.
Gracias al Proyecto de Estudios Universitarios para Personas Confinadas, que comenzó a gestarse hace décadas y cuyo programa como tal comenzó en 2014, hoy pudieron recibir su diploma cuatro mujeres recluidas en el Complejo de Rehabilitación para Mujeres y ocho hombres que cumplen condena en el Anexo 292 de Bayamón.
Durante la ceremonia, se rindió homenaje al padre jesuita Fernando Picó, gracias a cuyo empeño y perseverancia se pudo hacer realidad el Proyecto, que también ha contado con un sinnúmero de importantes colaboradores tanto en la UPR, como en el DCR y en las familias de los confinados participantes.
El recién electo presidente de la UPR, doctor Luis A. Ferrao, reconoció a los 12 graduandos por su logro, resaltando que lo consiguieron bajo las particularmente difíciles circunstancias que conllevan estudiar estando en prisión. Asimismo, destacó que programas como este demuestran la vigencia y valor que tiene la UPR para la sociedad puertorriqueña.
Por su parte, la secretaria del DCR, Ana Escobar Pabón, también alabó a los 12 recién graduados y les lanzó el reto de continuar en el Proyecto e ir en busca de la maestría.
En emotivos, apasionados y bien articulados discursos, Ilka Cruz Rosario y Juan M. Negrón Ayala, quienes hablaron a nombre de las y los graduandos, resaltaron la importancia de la educación para lograr un cambio en sus vidas, e hicieron un llamado a reforzar y expandir el programa, para que pueda alcanzar a más confinados y resultar en beneficio para toda la sociedad.
Cruz Rosario recordó el inicio de la ruta hacia el bachillerato, cuando en una tarde del 2014 mandaron a preguntar, “celda por celda, quién tenía cuarto año”, y cuando preguntó para qué querían saber, una oficial le respondió con sarcasmo, “y que pa’ estudiar en la universidad”. Para ella, sin embargo, “esa idea se quedó rondando en mi cabeza”, hasta que la entrevistaron para ser parte del plan piloto de estudios universitarios.
“Nos brindó una emoción que jamás pensé que tendría. Me entusiasmé, porque se hacía realidad un sueño roto que albergaba desde los 18 años, de estudiar en la Universidad de Puerto Rico. Y ahora se haría realidad tras las rejas”, recordó.
“Me aferré a mis estudios con pasión, como mi tesoro personal”, afirmó Cruz Rosario. “Tomé este plan piloto como un reto a mí misma, para superarme, rompiendo todo estereotipo que había aprendido del mal del patriarcado: que debía estar subordinada, maltratada, y que no tenía valía alguna. Y comencé a cultivar mi voz interior, real y genuina”.
Aseguró que, gracias a estos estudios, pudo entender “cómo me conectaba con la historia y realidad de nuestra Isla. Ahí fue que pude concebirme como parte de la sociedad. Mi pensamiento crítico surgió, y me di cuenta que aun estando tras las rejas podía hacer algo para ayudarme a mí misma y a mis compañeras”.
“Hoy afirmo que no soy la misma mujer de hace años. Mis compañeras tampoco son las mismas mujeres de hace años. La oportunidad que mi familia de la Universidad me dio, me ayudó a ser mejor madre, hija, hermana, sobrina y compañera”, aseveró Cruz Rosario.
“Propongo, aseguro y confirmo, con certeza, que la educación universitaria es fundamental para que la persona encarcelada comience su rehabilitación”, afirmó. “Entiendo que la concentración menor del programa de estudios de mujer y género debe ser un requisito para todo el estudiantado de la Universidad de Puerto Rico, porque este me ayudó a desarrollar mi pensamiento crítico y fue una herramienta esencial para escribir mi tesina”.
Cruz Rosario concluyó su discurso deseando “que la ventana que se abre con esta graduación sea un precedente para que continúe el acuerdo colaborativo” entre el DCR y la UPR, y pidiendo “más oportunidades para que más compañeras se beneficien de la educación universitaria, que rompan los estereotipos que la sociedad tiene de las mujeres confinadas. Que sepan que cualquiera puede cometer un error. Y todas tenemos derecho a una educación legítima, con equidad, que nos permita rehabilitarnos”.
Por su parte, Negrón Ayala reclamó la celebración para Fernando Picó, asegurando que los logros que celebraban “son sus logros”.
Sostuvo que, siendo el caso que es muy raro que un confinado sea orador en una actividad, exhortaba a que “evalúen la experiencia de tres presidiarios acusados de actos de violencia extrema y delitos de sangre: Nelson Mandela, Fidel Castro y José “Pepe” Mujica. No creo que el mundo los recuerde o los cite como aquellos tres exconvictos que pudieron superarse, sin por el gran aporte que hicieron a sus respectivos países”, aunque aclaró que no pretende compararse a ninguno de ellos, pues “no estoy echo de esa madera”.
“Pero quiero aclarar que estar privado de la libertad, o haberlo estado, no puede ser motivo para el desprecio, la estigmatización o la marginación”, indicó.
Llamó a la sociedad a tratar de contestar tres preguntas: “¿es la cárcel la única alternativa a la conducta delictiva? ¿Puede ser la educación una alternativa? ¿Qué puede garantizar nuestro futuro como país, la cárcel o la educación?”.
Reflexionó que muchos de inmediato preguntarían, qué hacer entonces con la violencia rampante, a lo que podría responder cínicamente “que lo intentado hasta el presente ha fracasado de principio a fin”, pero “esa no es mi intención en este día”. En cambio, llamó a dejar “a un lado por un momento nuestras metas individuales” y “la urgencia para triunfar o que nos reconozcan”, y exhortó a preguntarse “si esta es la sociedad que queremos para nuestros hijos”.
“Si la respuesta es sí, volvamos a la rutina de la vida; sigamos criminalizando la conducta, negando la crisis económica y política que nos ha azotado por décadas. Insistamos en ampliar el estado policiaco, en alargar la condena, en construir más cárceles, en reducir los derechos democráticos y en pedir la pena de muerte”, cuestionó, apuntando en particular a quienes están llamando a portar más armas, por ejemplo, en las escuelas, porque “no es una solución. ¿Vamos a seguir matando gente?”, declaró.
“Sin embargo, si su respuesta es que no, sinceramente usted anhela vivir en una sociedad justa, equitativa y democrática. También es de las personas que sueña con un país donde sus hijos y los hijos de sus hijos puedan realizarse, y gozar de una vida tranquila y placentera”, agregó, llamando a que “se revisen las decisiones que en los últimos años se han implementado buscando resolver nuestros problemas sociales y económicos”, y a que se exija rendir cuentas a quienes se han beneficiado con esas decisiones.
Agregó que, el momento felicidad por la celebración de la graduación, era probable que no durara mucho y quizás “cuando salga de aquí se va a tropezar con el arresto del chamaquito que vive tres casas más abajo de la suya”, porque se estaba robando las tenis del éxito, que valen $500 y que no se pueden comprar con salario de $7.25.
“¿Lo incomodo? Tal vez. Pero hago uso del privilegio que me brinda una buena educación universitaria. Pienso. Pero pienso en lo que muchos en este país ya no quieren pensar, en el futuro. Pero sobre todo sueño con lo que otros dejaron de soñar, con un proyecto de país”, insistió, llamando que Puerto Rico tenga “más y mejores escuelas, más maestros que enseñen a grupos de estudiantes más pequeños”, afirmó.
“Nuestro país necesita empresarios, comerciantes, industriales dispuestos a ceder de su tasa de ganancia para crear empleo atractivo y estable para que nuestros graduandos no abandonen el país. Necesitamos una clase dirigente compuesta de empresarios, intelectuales, artistas y trabajadores comprometidos con su país, no con su bolsillo. Nuestro país no puede ser visto como un buen negocio, sino como un lugar donde se construirá una sociedad más equitativa, justa y democrática”, añadió Negrón Ayala, acotando que “todo esto sería imposible si nuestra universidad no tiene los fondos necesarios para contratar más profesores a tiempo completo y garantizar una matrícula accesible a todos sus estudiantes”.
“Como sociedad, no tenemos muchas opciones para escoger. Nuestra opción está entre la libertad o el encierro, entre la educación o el castigo”, concluyó su apasionado discurso, entre aplausos y vítores de familiares, profesores, oficiales de corrección, el resto del grupo de graduandos y otras personas presentes en la ceremonia.
Además de Cruz Rosario y Negrón Ayala, también se graduaron del programa Camilo J. Arango Latorre, Coraly Campos Rodríguez, Verónica Jiménez Nevárez, Miguel A. Nieves Domínguez, Raúl Reyes Chalas, Christopher Reyes Pérez, Javier Rodríguez Rodriguez, Jedery F. Santana Durán, Javier Santos García y Omayra Torres Sánchez.