Hoy se celebra la sesión inaugural de la decimoctava Asamblea Legislativa de Puerto Rico con ceremonias en los hemiciclos del Senado y la Cámara de Representantes.

El Senado comenzará su acto protocolar a las 11:00 a.m. y la Cámara Baja hará lo propio a partir de la 1:00 p.m.

En ambas instancias, se formalizará la composición del liderato legislativo. Se espera que el gobernador Ricardo Rosselló comparezca a ambas ceremonias.

Lea el mensaje de Thomas Rivera Schatz

A continuación, el mensaje íntegro de Thomas Rivera Schatz, electo a su tercer término para el Senado y por segunda vez apoyado por sus compañeros de delegación para ocupar la presidencia de la Cámara Alta.

"Muy Buenos tardes …

Agradezco la presencia de cada uno de los invitados especiales que nos acompañan en la mañana de hoy, reconozco al Gobernador de Puerto Rico, honorable Ricardo Rosselló; a la Comisionada Residente, Jenniffer González; al presidente electo de la Cámara de Representantes, Johnny Méndez. Reconozco a la jueza presidenta del Tribunal Supremo, Maite Oronoz; a los jueces asociados del Tribunal Supremo, Edgardo Rivera García; Erick Kolthoff; Luis Estrella; Rafael Martínez; Mildred Pabón y Roberto Feliberti; a los expresidentes del Senado… Antonio Fas Alzamora, Lcdo. Charlie Rodríguez y Kenneth McClintock; al expresidente de la Cámara de Representantes José Ronaldo Jarabo; a la Exsenadora Norma Burgos; Senadores y Representantes; al ExGobernador Carlos Romero Barceló; a los alcaldes y alcaldesas; al designado secretario de Estado, Luis Rivera Marín; al secretario de la Gobernación, William Villafañe; a los designados Jefes de Agencias, autoridades ecleciasticas, líderes de las diferentes organizaciones sindicales, organzaciones cívicas; a mis padres y familia; familiares de los Senadores y miembros de la prensa.

Agradezco la distinción que, por segunda ocasión, me hacen mis compañeros senadores para dirigirlos desde la presidencia del Senado de Puerto Rico. Hace ocho años, cuando por primera vez fui seleccionado para presidir este honroso cuerpo, dirigí mis primeras palabras a mi familia. En esa ocasión les dije que, cuando aquella jornada culminara, mi mayor anhelo era que la alegría y el orgullo que sentía mi familia fuese tan inmensa como la de mi primer día como Presidente del Senado. Así fue y así será otra vez.

Verticalidad, franqueza, honradez, dedicación, sentido de justicia, respeto y esfuerzo… esos son los valores que me enseñaron mis padres, mis abuelos y mis maestros. Esos son los valores que siempre van dirigir mi trabajo y los de traigo conmigo para presidir, otra vez, este Senado.

         Durante tres cuatrienios consecutivos, cada vez que aspiré a un cargo electivo, he observado cómo mi familia, con estoicismo, ha soportado la difamación, la mala fe y perversidad de quienes desconociendo los más básicos elementos de prudencia y decencia atacaban sin fundamento y viciosamente con la deliberada intención de hacer daño. Hoy les digo a mis familiares, el pueblo silenció a esa gente por tercera ocasión consecutiva eligiéndome en todas esas ocasiones con un respaldo sólido y contundente. Disfruten ustedes y toda la gente que me ha respaldado de las bendiciones que Dios me ha concedido y ue humildemente comparto con mis seres queridos.

         Agradezco, además, a todos los puertorriqueños de mi partido, de otros partidos y personas no afiliadas inclusive, que siempre me han respaldado con su voto en las primarias y en las elecciones generales que he participado. Esos que me otorgan de manera masiva el privilegio de sus votos y su confianza. Así también, mi profundo agradecimiento a todas y todos los miembros de mi equipo de trabajo, a lo largo y ancho de Puerto Rico, que me aportan gran parte de su tiempo y de sus vidas para alcanzar las metas de nuestras luchas por Puerto Rico. Ese equipo mío, me supera, me motiva, me inspira, me ha llevado a estos triunfos. Hoy, estoy aquí gracias a ustedes… mantengamos la fe, la disciplina, la energía y el compromiso porque como ustedes saben… el futuro es nuestro.

         El mes de marzo de este año 2017, es de enorme significación. Se cumplirán cien años del otorgamiento a los puertorriqueños de la ciudadanía americana por nacimiento con el Acta Jones de 1917. También se cumplen 100 años de la fundación de este Senado.

         Este Senado trae esperanza para nuestro pueblo. Enfrentamos los momentos más difíciles de nuestra historia. Momentos que requieren sensatez, sinceridad, creatividad, innovación y, sobre todo, la valentía de la redefinición de todo aquello que no le sirve bien a nuestra gente. Puerto Rico no puede continuar la misma ruta de espejismos, incertidumbres e improvisaciones que ha vivido durante muchos periodos de este siglo. Falsas imágenes, espejismos y grandes errores que nos han traído a esta crisis.

         Al día de hoy, la noticia es que el gobierno está en la quiebra; no tiene dinero para pagar la nómina, los servicios ni la deuda pública. Tampoco ha cumplido sus obligaciones con suplidores y contribuyentes. Esa es la situación del gobierno que se nos entregó hace apenas unos días.

         A ese escenario, hay que añadir lo siguiente; con toda probabilidad los que provocaron este terrible caos en Puerto Rico muy pronto comenzarán a criticarlo todo, a traer grandes sugerencias e ideas. Pretenderán decir cómo es que debe gobernarse, como si no fuesen ellos los que devastaron la isla durante los pasados cuatro años. También se levantarán ciertas “voces” autoproclamándose representantes del pueblo. Esos que durante los pasados cuatro años callaron; encubrieron; toleraron y patrocinaron a los que destruyeron a Puerto Rico, ahora reaparecerán con sus protestas, protagonismos y su típica mala fe. Ya los verán.

         Veamos cuál es nuestra situación actual. Después de ser un territorio colonial de España durante 405 años y 119 años de los Estados Unidos, casi la mitad de nuestra población vive bajo los niveles de pobreza. Para más del 90% de las familias, resulta una enorme frustración cubrir sus necesidades básicas cada semana, cada quincena, cada mes. Su capacidad económica ha menguado dramáticamente. La vida cotidiana del puertorriqueño se ha tornado sombría.

         Debido a las desventajas de nuestra condición colonial, tenemos las tasas contributivas y el costo de vida más altos de los Estados Unidos, pero también tenemos los más bajos salarios a nivel nacional. Tenemos la menor fuerza laboral empleada; los peores niveles de actividad y crecimiento económico; la más alta incidencia criminal; el más alto nivel de deserción escolar; los peores servicios y atenciones para nuestra población envejeciente y para nuestros niños con impedimentos; las peores condiciones de vida para las madres solteras que son jefas de familia y los abuelos que con enormes sacrificios están criando hijos y nietos al mismo tiempo. Agencias, municipios y corporaciones públicas en la quiebra y un sistema de Retiro sin dinero para honrar sus obligaciones con los pensionados.

         Tenemos la tasa más alta de emigración dentro de los Estados Unidos. Hemos perdido casi medio millón de habitantes durante los últimos diez años y continúa esa tendencia. Se separan familias, mudándose a los estados de la Unión donde buscan los derechos y las oportunidades que no tienen en la colonia donde nacieron. Todas esas, sí son tragedias humanas y familiares que van más allá de cualquier crisis gubernamental. A todo eso nos arrastró el colonialismo.

         Ambos asuntos, la crisis gubernamental y la tragedia humana en un sistema colonial que ya llegó al borde del subdesarrollo y el tercermundismo, requieren nuestra más urgente Acción y Redefinición. Tenemos que rediseñar el futuro con certeza. Don Luis Ferré, el padre fundador de mi glorioso partido, en un momento de crisis social y económica, acuñó hace algún tiempo una frase que cobra vigencia en nuestros tiempos… ¡Esto tiene que Cambiar!

         Siguiendo ese ejemplo, tanto nosotros, como nuestro pueblo, debemos asumir esa redefinición con valentía, con firmeza, dejando atrás las falsedades, los complejos de inferioridad colonial, los mitos y los miedos que ciertos grupos fomentan.

         Para atender la crisis gubernamental, el doctor Ricardo Rosselló nos ha solicitado el apoyo para alcanzar las metas del “Plan para Puerto Rico” con la mayor rapidez y calidad. Señor Gobernador, cuente con el apoyo de este Senado. Juntos, alcanzaremos esas metas y, cuando sea necesario, las reforzaremos para que sean más efectivas. Este Senado aportará sus ideas y sus propuestas; siempre en ánimo del dialogo constructivo y la calidad de los resultados que usted y nosotros queremos para el pueblo de Puerto Rico.

         Somos un Senado de trabajo. La rapidez de nuestras acciones, nunca lesionarán la calidad de la legislación. Habrá dialogo. Se escuchará a todo aquel que tenga una aportación constructiva, pero será un Senado que escuchará y adjudicará. Un Senado que tomará decisiones con la mejor buena fe y voluntad. Pondremos orden donde imperaba el desorden.

         Puerto Rico, no puede continuar la ruta de los que se oponen a todo, lo critican todo y lo criminalizan todo. Puerto Rico no necesita más maldad, envidia, resentimientos, sensacionalismo ni agendas sectoriales. Puerto Rico necesita voluntad colectiva para la toma de decisiones valientes. Todos debemos reconocer que, para prevalecer en este esfuerzo para salir de la crisis, todos tenemos que estar dispuestos a ceder algo, a sacrificarnos genuinamente para el beneficio de Puerto Rico. Aquellos que vengan a este Senado con esa actitud colectiva, de conciencia patriótica, bienvenidos.

         Por primera vez en la historia, en el Senado se ha designado a la presidencia de comisiones legislativas a compañeros de la minoría. Con este ejemplo, demostramos nuestra actitud de colaboración y apertura. A nadie se le ha exigido que cambie sus ideales y menos su afiliación política. Lo que este presidente y la delegación mayoritaria buscamos, es colaboración para las tantas cosas que nos unen. Aquellos que decidan continuar con las actitudes de criticar, entorpecer y malograr, pues serán evaluados y juzgados por el pueblo. Además, les garantizo que, en la misión de rescatar a Puerto Rico, nadie podrá detenernos.

         Este es un Senado de redefiniciones, de cambios y también de innovación. Aquella legislación que pretenda complicar o encarecer los servicios del Gobierno; que provoque más reglamentaciones que luego el mismo gobierno no puede implantar queda descartada. Hay que acabar con las legislaciones teóricas y rebuscadas que en la práctica solo se traducen en costosos y deficientes estorbos públicos con complicaciones para los ciudadanos y mayores cargas presupuestarias. Evaluaremos los reglamentos de cada agencia y corporación pública y los requisitos que les imponen a ciudadanos y las organizaciones para cada servicio. Este Senado será enemigo implacable del papeleo, las largas filas, la burocracia y la tecnocracia. Hay que simplificar el acceso de los ciudadanos a los servicios y reducir los costos de los mismos.

         Hay que entender que todo el mundo es importante y necesario. El trabajador, el patrono, el jubilado, el estudiante, el comerciante, el empresario y el industrial. Basta de antagonismos sectoriales y pongamos como meta el bienestar general de Puerto Rico. Reconozcamos también que proteger adecuadamente el ambiente y nuestros recursos naturales no es irreconciliable o incompatible con el desarrollo de obras de infraestructura que tanto se necesitan. Aquel que protege el ambiente es tan patriota como el que promueve el desarrollo económico y bienestar de la isla.

         Coincidimos con nuestro Gobernador en el innovador concepto del Gobierno como “Empleador Único”. Nos parece un extraordinario comienzo. También creemos que el Gobierno, en sus servicios y su relación con los ciudadanos y las organizaciones, debe convertirse en un “Gobierno Único” consolidado, integrado tecnológicamente a través del Internet y de Centros de Servicios Integrados en toda la Isla. Ciudadanos, organizaciones, comerciantes y empresarios no deben continuar en los laberintos procesales y los papeleos de un gobierno desparramado en más de 100 agencias distintas que también operan como gobiernos distintos y separados. Eso debe terminar.

         El modelo educativo público debe cambiar totalmente. Al día de hoy, se invierten más de 3 mil millones anuales en el Departamento de Educación. Sin embargo, aquellos que logran graduarse de la escuela superior salen a la calle sin una sola destreza ocupacional que les permita obtener un empleo, ayudar a sus familias y pagar sus estudios.

         Aspiramos a un sistema educativo que, además de producir académicos, también produzca trabajadores, comerciantes y hasta empresarios. Que cuando un joven salga de la escuela, sepa lo que significa el mundo del trabajo; las técnicas básicas del servicio al cliente; trabajar en equipo; las normas de conducta cívica y social. Que nuestros graduandos de las escuelas dominen los principios básicos del comercio; de la administración de los recursos humanos, del sistema contributivo; el español, el inglés, y también los lenguajes de las ciencias y la tecnología. Que esos jóvenes que salgan de la escuela superior conozcan cómo preparar una nómina, un inventario o una base de datos que les permita decirle a cualquier patrono “yo tengo estas destrezas ocupacionales”. El modelo educativo en Puerto Rico data de casi un siglo. Hay que salir de las letanías para entrar al mundo práctico que cautive a nuestros estudiantes y maestros; y que prepare a nuestros jóvenes para la vida real y para el logro de sus aspiraciones como ciudadanos, hombres y mujeres.

         Se habla de la generación de energía con gas natural que es un recurso fósil y también con fuentes renovables y autosustentables. Se habla de esos grandes proyectos energéticos y hasta de la imposibilidad económica para financiarlos. Entonces pregunto ¿por qué no nos ponemos de acuerdo para construir una industria local que produzca los materiales y los mecanismos de energía limpia, renovable, sustentable y menos costosa? Podríamos establecer una infraestructura industrial con capital local para el desarrollo, por ejemplo, de paneles solares eficientes y costo viables para los hogares, los comercios y la industria. Crear miles de empleos fabricándolos aquí, incluso empleos para su instalación y su mantenimiento. ¿Por qué siempre tenemos que estar mirando a quién logramos convencer fuera de Puerto Rico para que nos traiga cosas que nosotros mismos podemos hacer y manteniendo nuestro capital de inversión recirculando en nuestra propia economía?

         Una de los errores históricos del gobierno de Puerto Rico ha sido otorgar los más grandes incentivos económicos y contributivos a los que produzcan aquí bienes y servicios para la exportación. Eso no debe eliminarse. Sin embargo, a los que producen aquí para satisfacer la demanda local de bienes y servicios se les castiga con menos incentivos, más impuestos, más papeleos y con más requisitos y eso… como decía Ferré… tiene que cambiar.

         Tenemos una economía que enfatiza más en el consumo que en la producción. La principal industria en Puerto Rico, es el consumo de lo que se produce fuera de nuestras costas. Casi el 85% de todo lo que consumimos, incluyendo los alimentos, nos llega importado. Y cada vez que alguien aquí le paga esas importaciones a una empresa fuera de Puerto Rico, es dinero producido aquí que se va de la Isla; que no recircula en nuestra economía.

         Miles de millones de nuestra actividad económica se pierden anualmente de esa manera. Realmente, es un desangramiento constante de nuestra economía. En este nuevo gobierno y Senado de Esperanza, tenemos que dar el mayor énfasis, los mayores incentivos y ayudas a quienes viven aquí y quieren invertir aquí para producir en Puerto Rico lo que se consume en Puerto Rico. Otorgar rapidez, prioridad y trato preferencial, no al que exporta, no al que importa, sino a quienes producen aquí para reducir las importaciones. Que ese dinero recirculando en nuestra economía produzca empleos y calidad de vida aquí. Y la lógica nos dice que en la medida que seamos eficientes en producir para satisfacer la demanda local, más eficientes seremos en las exportaciones.

         Nuestros retos son enormes, pero nuestra voluntad es mayor. Hay mucho trabajo por delante.

         El factor que más incide en la tragedia humana que padece Puerto Rico, el principal problema estructural, es su condición territorial y colonial. La experiencia nos confirma que la condición colonial de Puerto Rico bajo la “cláusula territorial” de la Constitución federal impide nuestro pleno desarrollo político, social y económico como ciudadanos americanos. Las desventajas, la desigualdad y los discrímenes del colonialismo están destrozando a Puerto Rico. Si no resolvemos urgentemente el estatus político, no habrá leyes, juntas federales ni soluciones coloniales que salven a Puerto Rico.

         Nosotros, podremos mejorar algo de la situación actual y ese es nuestro compromiso. Pero los problemas de fondo que tiene Puerto Rico requieren más que un buen gobierno, requieren cambio, redefinición, luchar por lo que más queremos y nos conviene… la igualdad de derechos y deberes como ciudadanos americanos con la Estadidad. Esa, es la solución real, segura y permanente para nuestro pueblo.

         A esos fines radiqué el Proyecto del Senado número 51 que propone la “Ley para la Descolonización Inmediata de Puerto Rico”. Su contenido y alcance lo discutiremos en detalle desde hoy mismo en los medios de comunicación y redes sociales. Nuestro Gobernador expresó que un voto por él era un voto por la estadidad. En esa dirección nos movemos a paso firme.

         Para que tengan una idea, durante la pasada década de 2001 a 2010, por no ser un estado de la Unión, por ser una colonia discriminada que depende de lo que el Congreso federal decida asignarnos, Puerto Rico dejó de recibir aproximadamente $130 mil millones en fondos federales. Les aseguro, que si Puerto Rico hubiese sido un estado y recibido esos $130 mil millones, en igualdad de condiciones como ocurre con los estados, hoy nadie estaría hablando de crisis y tampoco de una deuda pública de sobre $69 mil millones.

         Nuestra proyección es que durante la presente década de 2011 a 2020, Puerto Rico perdería aproximadamente $170 mil millones en fondos federales por no ser un estado de la Unión. Todos estos datos están confirmados por estadísticas del Gobierno federal y tomando como referencia los fondos federales que recibieron los estados de la Unión con poblaciones similares a Puerto Rico.

         Por su naturaleza y antecedentes históricos alrededor del mundo, los únicos resultados posibles del colonialismo son la injusticia, la desigualdad, el discrimen y la crisis. En el caso de Puerto Rico, los estragos socioeconómicos y financieros del colonialismo continúan destruyendo los empleos, los negocios, los ahorros, las pensiones, las inversiones, la salud, la educación y la calidad de vida de 3.4 millones de ciudadanos americanos. Tenemos que actuar para reafirmar en este nuevo plebiscito el mandato de descolonización y estadidad que este pueblo hizo en el plebiscito de 2012. Eso es lo que esperan el Presidente y el Congreso de los Estados Unidos. Y ese reclamo electoral de este pueblo tiene que ser más fuerte que nunca. Los tiempos de la indecisión, de los miedos y los complejos coloniales, se acabaron.

         La “cláusula territorial” de la Constitución federal, que da vida al colonialismo y al Estado Libre Asociado, es tan arcaica y moralmente cuestionable como otras que permitían la esclavitud por raza y la privación del derecho al voto a las mujeres. Esta cláusula territorial, aprobada hace más de dos siglos, en el origen de nuestra Nación y su expansión geográfica, aun faculta al Gobierno federal para poseer territorios coloniales que constitucionalmente se consideran meras “propiedades”. Eso, ha sido Puerto Rico durante más de un siglo. Esa cláusula territorial, también faculta al Congreso para ejercer poderes soberanos absolutos sobre el ELA y las vidas de sus habitantes, incluyendo hacer de manera unilateral “todas las reglas y reglamentos necesarios en relación con el territorio o cualquier propiedad perteneciente a los Estados Unidos”. Es de eso que tenemos que librarnos, exigiendo la igualdad de derechos y deberes como ciudadanos americanos.

         Más allá de estar culpándonos unos a otros, debemos reconocer que las verdaderas raíces de la crisis en Puerto Rico están directamente relacionadas con esta condición colonial que llaman ELA. Como territorio colonial, Puerto Rico ha tenido que subsistir en el entorno de las reglas y la calidad de vida de una de las economías más desarrolladas del mundo, pero con enormes desventajas políticas y económicas coloniales que lesionan severamente su estabilidad y su desarrollo.

         En ausencia de la Igualdad de derechos y deberes, durante décadas, Puerto Rico tuvo que endeudarse en el mercado de bonos para tratar de sostener una calidad de vida aproximada, lo más parecida posible, a la que tienen nuestros conciudadanos en los estados de la Unión. Indudablemente, si Puerto Rico hubiera tenido trato político y económico igual a los estados, ese nivel de endeudamiento público no habría sido necesario. Ese endeudamiento público no es otra cosa que un “impuesto o embargo colonial” que los ciudadanos americanos de Puerto Rico han tenido que pagar por la imposición unilateral de un sistema colonial que, durante 119 años, nos ha obligado al trato desigual, las desventajas y el discrimen; y a pesar de que nuestras expectativas de calidad de vida son tan elevadas como las de nuestros conciudadanos en los estados.

         Incuestionablemente, Puerto Rico posee todas las condiciones para convertirse en uno de los estados más productivos de la Nación. Aquellos que padecen complejos de inferioridad colonial dicen que no somos suficientes como para ser un estado y hasta dicen que donde único fracasaría la estadidad, sería en Puerto Rico. Quienes repiten esas falsedades, son los mismos que atacan la solución estadista, pero no presentan cuál es su propia solución. Lo que no es opción para este pueblo, es que nos quedemos estancados en esta colonia que nos ha llevado a la quiebra.

         La realidad es que la actual economía de Puerto Rico, con su virtudes y defectos, su infraestructura humana, física, legal, financiera, comercial, industrial, académica y gubernamental es muy superior, en proporción de tiempo y espacio, a las que tenían antiguos territorios coloniales de los Estados Unidos cuando fueron admitidos como estados; aun mientras padecían severos problemas socioeconómicos como consecuencia de su condición territorial y colonial. Fue la estadidad, precisamente, la que ayudó a esos antiguos territorios a salir del estancamiento y la pobreza hasta alcanzar los altos niveles de desarrollo que hoy comparten como estados de la Unión. En el caso de Alaska y Hawaii, los últimos dos estados admitidos, en solo diez años su ingreso per cápita aumentó 69% y 52%, respectivamente. En Alaska, las exportaciones se triplicaron. En Hawaii la actividad turística aumentó en un 20% y se triplicó la cantidad de habitaciones de hotel. En aquella década, la inversión en Hawaii aumentó de $168 millones a $625 millones, equivalentes a miles de millones al valor actual.

         De hecho, es un dato corroborado en las estadísticas del Gobierno federal que treinta y seis (36) de los actuales estados reciben más asignaciones de fondos del Tesoro federal que el total de las aportaciones contributivas federales que realizan sus respectivos ciudadanos y corporaciones. Solamente catorce (14) estados aportan al Tesoro más contribuciones de lo que reciben como asignaciones de fondos federales.

         Puerto Rico, ya ha pagado con creces y por demasiado tiempo los efectos nefastos de la condición colonial y territorial. Puerto Rico tiene derecho a alcanzar su pleno y potencial desarrollo socioeconómico, pero necesita iguales derechos y deberes como estado de la Unión.

         Es una regla universal que el sistema político y los derechos de los ciudadanos en el mismo, son determinantes en su desarrollo socioeconómico; y no a la inversa. El error de algunos sectores dentro del Gobierno federal es creer que los problemas de la economía de Puerto Rico son administrativos o pueden resolverse, pero perpetuando el problema estructural de desventajas coloniales y políticas que se traducen negativamente en su desarrollo económico. Esa, de hecho, fue la visión equivocada que adoptaron el Congreso y el Presidente al aprobar la Ley PROMESA. Somos su colonia, sujetos a los poderes plenarios del Congreso; pero dicen que no somos su problema. El gobierno de los Estados Unidos carece de autoridad moral para hablar de democracia, justicia e igualdad en el mundo, mientras esté privando a ciudadanos americanos en Puerto Rico de la plenitud de sus derechos y deberes como ciudadanos. La democracia, igualdad, participación y libertades que le sugieren al gobierno cubano para nuestros hermanos cubanos, que las habiliten en Puerto Rico con sus propios ciudadanos. Ignorar ese reclamo nuestro, constituye un acto de hipocresía jurídica, política y moral del gobierno de los Estados Unidos de América.

Al aprobar PROMESA, no entendieron que las consecuencias nefastas del colonialismo durante 119 años, no se resuelven imponiendo mayor colonialismo, sino erradicándolo. Espero que reconozcan ese grave error y lo corrijan. La ley federal PROMESA, en realidad, solo evidencia el fracaso y la inviabilidad económica del sistema territorial y colonial que el Gobierno federal le ha impuesto a Puerto Rico.

         Ser buen ciudadano americano es denunciar y combatir la injusticia, la desigualdad y el discrimen. El caso colonial de Puerto Rico es evidencia de que el proyecto de igualdad y democracia dentro de los Estados Unidos de América, es un asunto inconcluso. Ese es el norte del proyecto que presentamos hoy para la descolonización.

         Reconocemos que el camino a la Igualdad como estado de la Unión nunca ha sido fácil para ningún territorio estadounidense; como tampoco lo fue para los afroamericanos y para las mujeres americanas en sus luchas por la igualdad. Lo único que debemos dejar atrás son los miedos y complejos de inferioridad colonial. Mientras más votos haya por la estadidad, más rápido y beneficioso será su logro.

         Es insólito ver cómo analistas, supuestos expertos y economistas, hasta algunos políticos, de los que opinan en la prensa y son anti estadistas, se entusiasman cada vez que alguien en el Congreso o el gobierno federal lanza alguna ridícula condición o alguna absurda obstrucción para la estadidad de Puerto Rico. No conocen la historia de los Estados Unidos. Lo hacen para propagar sus propios complejos de inferioridad colonial y su antiamericanismo.

         En los Estados Unidos de América, los derechos a la igualdad se luchan y se logran. Así fue que los afroamericanos se dieron a respetar hasta que llevaron a uno de los suyos a la Casa Blanca. Así fue que lucharon las mujeres americanas para que se les reconociera el derecho al voto a principios del siglo XX. Así fue que tuvieron que luchar muchos territorios coloniales de los Estados Unidos hasta lograr convertirse en estados de la Unión. El que no está dispuesto a luchar, el que prefiere ser un colonialista sumiso y acomplejado, entonces tiene que pagar y aceptar las consecuencias que hoy estamos pagando como colonia.

         El problema del estatus político hay que resolverlo ya. Una vez resuelto, incluso, el clima de discusión política en Puerto Rico cambiará. Ya no estaremos divididos como pueblo por razones ideológicas de estatus político. Resuelto el centenario problema del estatus, todos estaríamos unidos discutiendo y resolviendo las necesidades diarias de Puerto Rico.

         Puerto Rico, continúa siendo un territorio colonial en el contexto más abyecto del término. Todas las leyes federales impuestas a Puerto Rico; la jurisprudencia del Tribunal Supremo federal; todas las políticas promulgadas por el Presidente; todos los informes y las opiniones de las oficinas técnicas de la Casa Blanca en 2005, 2007 y 2011, del Congreso y del Departamento de Justicia federal, coinciden en que el ELA es un territorio colonial sujeto a la soberanía, el discrimen y los poderes unilaterales y absolutos del gobierno de los Estados Unidos de América.

         Así se derrumbaron todos los mitos de políticos locales y colonialistas.  En el reciente caso de “Sánchez Valle”, el Tribunal Supremo federal, a solicitud del Gobierno federal, resolvió que Puerto Rico, incluso, carece de “soberanía primigenia”, distinto a los estados y a las reservaciones indígenas. Esa condición desigual, discriminatoria y humillante exige con urgencia una solución definitiva; máxime, cuando la misma ya resulta insoportable e insostenible para los ciudadanos americanos de Puerto Rico, reduciendo al mínimo su calidad de vida, sus oportunidades de desarrollo socioeconómico; y provocando la ola migratoria más grande de la historia de familias hacia los estados de la Unión buscando las oportunidades y los derechos que se les niegan en Puerto Rico.

        

Como ha dicho nuestro gobernador Ricardo Rosselló… UN MEJOR PUERTO RICO ES POSIBLE. TRABAJEMOS TODOS EN ESA DIRECCION PORQUE… ESTO TIENE QUE CAMBIAR Y EN NUESTRAS MANOS ESTA.

         Que así nos ayude Dios.

         Muchas Gracias"