San Antonio. El estado de Texas tiene programada para el miércoles la ejecución de Ramiro Gonzales, condenado a muerte por el secuestro, violación y asesinato de Bridget Townsend, de 18 años, en 2001.

La ejecución se llevará acabo después de que la Junta de Libertad Condicional de Texas rechazó esta semana por unanimidad la recomendación de clemencia solicitada por la defensa de Gonzales para cambiar la pena por cadena perpetua.

La defensa del condenado ha argumentado que su traumática infancia y la rehabilitación que ha mostrado en todos estos años en la cárcel lo hacen merecedor para que se le conmute la pena capital.

En su solicitud, los abogados también señalaron que el jurado lo condenó en 2006 con apenas 18 años cumplidos sin considerar el pasado de Gonzales, que confesó el asesinato de la joven, quien era la novia de su proveedor de drogas.

También han citado el cambio de testimonio del psiquiatra Edward Gripon, que en el juicio dijo que Gonzales había violado a la joven por buscar una satisfacción sexual y era un mal candidato para la rehabilitación, según documentos judiciales.

Gripon cambió su opinión sobre el hispano 15 años después.

“En mi opinión, con una probabilidad psiquiátrica razonable, él no representa una amenaza de peligro futuro para la sociedad”, escribió en su reporte, siendo la única vez que ha cambiado un diagnóstico, según documentos de The Marshall Project.

Desde su encarcelamiento, oficiales carcelarios han atestiguado el cambio favorable en la conducta del reo y su voluntad de hacer el bien después de los crímenes de su juventud.

Un consejero espiritual dijo que Gonzales expresó el deseo de donar un riñón a un miembro enfermo de su congregación, pero su tipo de sangre no era compatible con el del potencial receptor.

La única oportunidad de Gonzales de salvarse de la muerte está en la Corte Suprema de Estados Unidos para que ordene una suspensión mientras se evalúa una apelación de la pena.

En 2022, sus abogados ya habían logrado detener la ejecución porque el caso cobró relevancia, entre otras, para poder donar su riñón a alguien que lo necesite, deseo que no ha logrado cumplir.