¿Sería posible para Trump aspirar a un tercer término presidencial?
Aunque la constitución estadounidense lo prohíbe, el mandatario electo coquetea con la idea de regresar una vez haya completado su segunda presidencia.
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Desde hace algunos días, y también durante la pasada campaña electoral, ha venido circulando la idea de una posible candidatura de Donald Trump para las elecciones del 2028, la cuarta en su vertiginoso ascenso a la política de Estados Unidos y que abriría la puerta a un tercer período en la Oficina Oval.
En gran parte ha sido el mismo Trump quien ha coqueteado con esa idea. La semana pasada, durante su visita a Washington tras su victoria en las elecciones del 5 de noviembre, el presidente electo insinuó, medio en broma, que un tercer periodo podría estar entre sus planes.
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“Tengo la sospecha que ya no me lanzaré nuevamente (a la presidencia) salvo que ustedes digan que soy tan buen mandatario que algo nos tenemos que inventar”, dijo el republicano durante una reunión con legisladores de su partido.
Aunque el comentario causó risas no cayó en saco roto por venir de una figura que lleva casi una década desafiando la institucionalidad y la lógica de lo posible.
Sobre el papel, por supuesto, suena extremo. Al final de este mandato, que arranca este 20 de enero, Trump tendría 82 años, lo cual lo convierte en el presidente más viejo en toda la historia del país (Joe Biden saldrá de la Casa Blanca con 81). Por lo tanto, imaginar una candidatura a esa edad se sale de los cálculos de cualquiera.
Pero el obstáculo más grande frente a ese escenario es que en Estados Unidos los terceros periodos están prohibidos por la Constitución.
Eso gracias a una enmienda de la Carta Magna que fue ratificada en 1951, según la cual “ninguna persona podrá ser electa a la oficina de la presidencia en más de dos ocasiones”.
De acuerdo con la constitucionalista de la Universidad de Baltimore, Kimberly Wehle, la enmienda no da espacio para las ambigüedades y su objetivo era prevenir que “los presidentes se convirtieran en reyes” y servir de contrapreso al poder de la rama Ejecutiva.
Hasta 1951, sin embargo, era algo que no estaba prohibido. De hecho, Franklin D Roosevelt fue electo en cuatro ocasiones como presidente y habitó la Casa Blanca entre 1933 y 1945 (murió al comienzo de su último mandato). Pero fue precisamente esa experiencia con Roosevelt la que empujó la aprobación de la enmienda número 22.
¿Se podría reformar la Constitución de Estados Unidos?
Si bien el grueso de los expertos en la Constitución coincide con Wehle, hay cierto debate entre algunos por lo inusual que han sido los períodos de Trump. Bajo esa teoría, dado que sus presidencias no han sido concurrentes (ganó en 2016, perdió la reelección en 2020 y ahora regresa en 2024), habría espacio para considerar una próxima reelección.
Eso, por supuesto, es algo que tendría que resolver la Corte Suprema donde en este momento los conservadores tienen una amplia mayoría (seis de los nueve asientos).
En caso de fallar -y la mayoría opina que la Corte, pese a su tendencia, no podría obviar el claro mandato constitucional- el único camino sería a través de una reforma constitucional que tendría que pasar por el Congreso y los estados, lo que en la práctica, sería casi una misión imposible. Una nueva enmienda a la Constitución para permitir un tercer período (o cualquier enmienda a la Carta Magna) requiere del voto favorable de las dos terceras partes tanto de la Cámara como del Senado. Aunque los republicanos controlarán desde enero ambos órganos del legislativo, sus mayorías están muy lejos de esos números.
En la Cámara, por ejemplo, tendrán entre 220 y 225 votos (aún están por definirse algunas curules), pero se requieren 290. En el caso Senado cuentan con 53 curules, pero son necesarios 67 votos como mínimo.
El otro camino es que dos tercios de los estados del país (o 32 de ellos) se unan para convocar una convención constitucional para discutir un cambio en la Constitución. Pero, actualmente, los republicanos tienen el poder en menos de 30.
Aún si las cosas cuajaran por alguno de los dos lados -por la vía Legislativa o de los estados- la reforma constitucional tendría que recibir el visto bueno final del 75 por ciento de todos los estados de la unión (38), lo cual no es viable y explica en términos generales por qué en Estados Unidos rara vez han avanzado reformas a su Constitución.
Dicho eso, con Trump nada se puede descartar. Especialmente porque gobernará en una atmósfera en donde las cortes le son favorables y ya le han entregado enorme poder para ejercer la presidencia.
Este año, el máximo tribunal, por ejemplo, decretó que casi todas las decisiones que tome un presidente están protegidas por su fuero y por lo tanto inmunes a la acción judicial.
“Esto es típico de Trump. Suelta globos de prueba como si fueran un chiste, pero en realidad son cosas que está pensando en serio. Y pues viene diciendo que se quiere quedar más allá de los límites permitidos. Eso hay que tomárselo en serio”, dijo recientemente el representante demócrata Dal Goldman que acaba de introducir un proyecto de ley para reafirmar que la enmienda 22 también se refiere a períodos presidenciales no consecutivos.