Se tambalea el imperio de Elon Musk
El magnate sigue perdiendo dinero con su principal empresa, Tesla.

PUBLICIDAD
Es posible que el imperio empresarial de Elon Musk esté comenzando a tambalearse.
En las últimas seis semanas, el valor de las acciones de Tesla ha caído alrededor del 40%, borrando prácticamente todas las ganancias que habían obtenido después de las elecciones de 2024.
Este revés revela la parte más vulnerable de Musk: su fortuna depende en gran medida de las expectativas infladas de su ferviente base de seguidores. A medida que estas expectativas se desinflan, también lo hará su poder, demostrando que los mercados financieros son una barrera subestimada tanto para la agenda de Musk como para la del presidente Trump.
Relacionadas
NUEVA YORK.- Es posible que el imperio empresarial de Elon Musk esté comenzando a tambalearse.
En las últimas seis semanas, el valor de las acciones de Tesla ha caído alrededor del 40%, borrando prácticamente todas las ganancias que habían obtenido después de las elecciones de 2024. Este revés revela la parte más vulnerable de Musk: su fortuna depende en gran medida de las expectativas infladas de su ferviente base de seguidores. A medida que estas expectativas se desinflan, también lo hará su poder, demostrando que los mercados financieros son una barrera subestimada tanto para la agenda de Musk como para la del presidente Trump.
Es tentador comparar a Musk con los verdaderos titanes empresariales de los últimos 25 años, como Steve Jobs de Apple, Bill Gates de Microsoft, Jeff Bezos de Amazon, Mark Zuckerberg de Meta, Jensen Huang de Nvidia y Larry Page y Sergey Brin de Google. Sin embargo, estos líderes construyeron verdaderos gigantes corporativos que, bajo cualquier métrica, eclipsan todo lo que Musk ha logrado.
Aunque fundar una empresa automotriz desde cero no es tarea fácil, su inmensa riqueza se debe principalmente a un culto financiero: una legión de inversionistas fascinados que le han permitido lanzar un sinfín de iniciativas dispares y le han otorgado inmunidad frente a quienes cuestionan su gestión operativa, su gobernanza corporativa, sus desorbitados paquetes salariales y, más recientemente, su incursión en la política.
El acto de equilibrio funciona más o menos así: inventar un negocio tan ambicioso que cualquier contratiempo sea trivial y cada logro sea heroico. Presentarse como el genio maniaco detrás de este negocio ambicioso para capitalizar personalmente los rendimientos desmesurados de inversionistas entusiasmados.
Usar las redes sociales para cimentar un estatus icónico, manteniendo a los seguidores tan entusiastas que su fervor ahuyenta a los escépticos que se atrevan a apostar en tu contra, incluso mientras presentas más y más ideas fantásticas. En este punto, el ciclo se activa: otros inversionistas, ávidos de retornos extraordinarios, corren a comprar acciones de tus otras compañías, impulsando aún más sus valoraciones, lo que refuerza tu fortuna y engrandece tu reputación como genio de los negocios.
Si tienes suerte, esto ocurre en un contexto favorable: inversionistas desesperados por alternativas ante los bajos rendimientos disponibles cuando las tasas de interés son irrisoriamente bajas; un pensamiento mágico sobre el potencial de la tecnología que eclipsa cualquier preocupación sobre riesgos futuros; y mercados minoristas donde el comercio de acciones se asemeja cada vez más a una apuesta en línea.
Entender este culto requiere repensar lo que se sabe sobre las finanzas. Los puristas financieros suelen ver los mercados como árbitros neutrales que simplemente reflejan el valor creado por los emprendedores. Los pragmáticos, en cambio, entienden que los precios no siempre corresponden al valor real, como ha demostrado la economía conductual. Pero, ¿qué sucede si los emprendedores logran aprovechar estas dinámicas para fabricar fortunas y acumular poder político?
Este es, precisamente, el truco que Musk ha perfeccionado. Su estatus mesiánico, forjado en la era de las redes sociales, ha creado un ciclo imparable de rendimientos desproporcionados que le han permitido acceder a un flujo constante de capital barato para expandir su imperio. A su vez, esto atrae a más inversionistas, temerosos de quedarse fuera de la oportunidad. El meteórico ascenso de las acciones de Tesla ha convertido a sus seguidores en devotos inquebrantables: le basta con mencionar una nueva ambición para que corran a comprar más. Y cuanto más grandiosa sea la promesa, mayor es la riqueza y el poder que le otorgan. Así que, ¿por qué no apuntar a Marte? El último paso en este proceso es consolidar su influencia en la esfera política para garantizar que sus ambiciones desmesuradas puedan sostenerse indefinidamente. Si Musk hubiera jugado bien sus cartas, su imperio podría haber sido impenetrable.
En cambio, la destreza empresarial de Musk y su gusto por la política parecen estar jugando en su contra. En lugar de confiar en excelentes gerentes que pudieran ayudar a sus empresas a generar el flujo de efectivo crítico, desestimó las preguntas sobre la sucesión mientras se volvía cada vez más disperso. En lugar de reservar capital como resguardo ante tiempos difíciles, lo ha destinado a proyectos sobrevalorados, como implantes cerebrales y hyperloops (un concepto de transporte de alta velocidad). En vez de impulsar su agenda política discretamente desde las sombras, ha optado por asumir un papel lo más visible posible, mostrándose tan seguro de su astucia política como de su genio en marketing.
Las grietas en su imperio ya empiezan a hacerse evidentes. En el cuarto trimestre, los ingresos por la venta de automóviles de Tesla cayeron un 8 % con respecto al año anterior, mientras que sus ganancias en 2024 sufrieron un fuerte desplome. A 22 años de su fundación, aún no está claro si la compañía podrá generar un flujo de efectivo libre significativo para los accionistas. Tesla parece depender cada vez más de los recortes de precios, una práctica que puede impulsar las ventas a corto plazo, pero que probablemente erosione la percepción de valor de sus vehículos en el futuro. Además, el rechazo político contra Musk comienza a afectar las ventas de Tesla tanto en el extranjero como en el mercado interno. Tal vez consciente de los vientos en contra, ha empezado a presentar a Tesla como una empresa de inteligencia artificial, en un intento por seguir alimentando el entusiasmo de los inversionistas.
El resto del imperio de Musk también ilustra la brecha entre su destreza empresarial y el éxito financiero. SolarCity, la empresa solar de Musk dirigida por su primo, necesitó ser rescatada mediante una adquisición controvertida por parte de Tesla y se ha atrofió desde entonces. The Boring Company, que promete revolucionar el transporte mediante la construcción de hyperloops de alta velocidad entre y dentro de las ciudades, ha recaudado casi 1000 millones de dólares, pero sigue sin estar claro si tiene ingresos o perspectivas de obtener ganancias. La posibilidad de que Neuralink, la empresa de implantes cerebrales de Musk, genere ingresos o ganancias parece aún más remota. Y, por supuesto, X, antes Twitter, es una sombra de sí misma económica y culturalmente. SpaceX tiene más de 20 años, ha recaudado unos 12,000 millones de dólares y solo ahora se rumorea que podría tener unos 12,000 millones de dólares en ingresos anuales, principalmente de Starlink, el servicio satelital, aunque la rentabilidad podría estar lejos.