Minneapolis. Las calles de Estados Unidos estaban más tranquilas el miércoles de lo que lo han estado en varios días, desde que la muerte de George Floyd desencadenó manifestaciones mayormente pacíficas, aunque a veces violentas, en contra de los abusos de la policía y las injusticias que viven los afroestadounidenses.

Los toques de queda y los esfuerzos de los propios manifestantes para contener a los exaltados impidieron que hubiera mayores daños a los negocios en Nueva York y otras ciudades durante la noche.

Para el miércoles por la mañana, los arrestos en todo el país sumaban más de 9,000 desde que se produjeron actos de vandalismo, incendios intencionales y disparos en reacción a la muerte de Floyd en Minneapolis el 25 de mayo. Se han reportado al menos 12 muertes, aunque en muchos casos falta determinar las circunstancias.

Un día después de que manifestantes pacíficos fueran dispersados cerca de la Casa Blanca para que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se tomara una foto en una iglesia cercana, miles de personas se congregaron a una cuadra de distancia de la residencia presidencial. Los inconformes se colocaron frente a las fuerzas de seguridad, alineados detrás de una valla metálica colocada durante la noche para bloquear el acceso al Parque Lafayette, ubicado frente a la Casa Blanca.

“Lo de anoche me llevó al límite”, dijo Jessica DeMaio, de 40 años, quien asistió a una protesta por la muerte de Floyd el martes por primera vez. “Estar aquí es mejor que estar en casa sintiéndome impotente”.

Los pastores de la iglesia oraron con los manifestantes y repartieron botellas de agua. La multitud permanecía en el lugar después del toque de queda de las 7 a pesar de las advertencias de que la represión policial podría ser más enérgica, pero la actitud de la gente era pacífica, incluso educada.

Cuando un manifestante se trepó a un poste para retirar una señal se escucharon abucheos y la consigna “protesta pacífica”.

El papa Francisco dijo el miércoles que había “presenciado con gran preocupación” la situación en Estados Unidos e hizo una llamada a la reconciliación nacional.

“Amigos míos, no podemos tolerar o hacer oídos sordos al racismo y la exclusión en ninguna de sus formas y aun así atribuirnos la defensa de lo sagrado de cada vida humana”, dijo el papa durante su audiencia semanal, advirtiendo que “con la violencia no se gana nada y se pierde muchísimo”.

Trump ha presionado a los gobernadores para que usen mano dura contra la violencia. El martes tuiteó que “malvivientes y perdedores” estaban tomando las calles de Nueva York y el miércoles insistió en su consigna: ”¡LEY Y ORDEN!”

Muchas ciudades habían reforzado sus toques de queda y las autoridades en Nueva York y Washington ordenaron a la gente que despejara las calles cuando aún era de día.

Hubo protestas en otros puntos del país, como Los Ángeles, Miami, St. Paul, Minnesota, Columbia, Carolina del Sur y Houston, donde el jefe de policía habló con manifestantes pacíficos y prometió reformas.

Más de 20,000 miembros de la Guardia Nacional han sido llamados en 29 estados para combatir la violencia. Nueva York no es uno de ellos y el alcalde, Bill de Blasio, ha dicho que no quiere al contingente. El gobernador, Andrew Cuomo, describió el martes lo sucedido en la ciudad como “una desgracia”.

“La Policía de Nueva York y el alcalde no hicieron su trabajo anoche”, dijo Cuomo en una sesión informativa en Albany. Afirmó que el alcalde había subestimado el problema y que no se habían desplegado suficientes agentes, aunque la ciudad dijo haber multiplicado su presencia por dos.

El martes fue la octava noche seguida de protestas, que comenzaron después de que un policía blanco de Minneapolis apretara su rodilla contra el cuello de Floyd cuando el hombre estaba esposado, en el piso y diciendo que no podía respirar. El agente, Derek Chauvin, ha sido despedido y acusado de asesinato.

La madre de la hija de seis años de Floyd, Gianna, dijo que quería que el mundo supiera que su pequeña había perdido a un buen padre.

“Quiero que todo el mundo sepa que esto es lo que arrebataron esos agentes”, dijo Roxie Washington durante una conferencia de prensa en Minneapolis con su hija al lado. “Quiero justicia para él porque era bueno. No importa lo que piense nadie, era bueno”.

Algunos manifestantes plantearon el creciente movimiento como una necesidad tras una sucesión de muertes a manos de policías.

“Se siente como si hubiera una cascada infinita de hashtags sobre muertes de gente negra y parece como si en realidad nuestros líderes políticos no estuvieran haciendo nada para provocar un cambio real”, dijo Christine Ohenzuwa, de 19 años, que asistió a una protesta pacífica ante el capitolio estatal de Minnesota en St. Paul. “Siempre habrá un punto de inflexión. Creo que ahora mismo, estamos viendo el punto de inflexión en todo el país”.

Mientras tanto, gobiernos y alcaldes, republicanos y demócratas por igual, rechazaron la amenaza de Trump de enviar al Ejército. Algunos dijeron que las tropas no eran necesarias, mientras que otros cuestionaron que el gobierno tuviera esa autoridad y advirtieron que esa medida podría ser peligrosa.

Un alto cargo de la Casa Blanca, en declaraciones bajo condición de anonimato, dijo que el presidente no tenía prisa por enviar al Ejército y que su objetivo era presionar a los gobernadores para que desplegaran a más miembros de la Guardia Nacional.

Ese empleo del Ejército sería una llamativa intervención federal poco habitual en la historia moderna de Estados Unidos.