La última vez que un candidato no alcanzó los votos electorales para consagrarse presidente fue hace 200 años, pero las leyes estadounidenses contemplan esta posibilidad y prevén un mecanismo para definirlo

Las elecciones presidenciales de Estados Unidos siguen un proceso complejo signado por el Colegio Electoral, un sistema electoral a través del cual se elige de forma indirecta al presidente y vicepresidente de EE.UU., que este año surgirán de las fórmulas Kamala Harris-Tim Walz y Donald Trump-J.D. Vance. Para ganar los comicios, los candidatos deben obtener una mayoría en este cuerpo intermediario, y en caso de empate hay un mecanismo previsto para dirimirlo.

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En EE.UU., aunque los ciudadanos emiten su sufragio en las urnas, técnicamente, no eligen directamente al presidente. En lugar de eso, votan a 538 electores, distribuidos entre los estados, de acuerdo con su representación en el Congreso. Cada estado tiene un número determinado de electores y el ganador en cada estado se lleva todos los votos electorales de dicha entidad, excepto en Nebraska y Maine, donde el sistema es proporcional.

De esta manera, para ganar las elecciones y llegar a la Casa Blanca, un candidato necesita obtener la mayoría de estos sufragios, lo que significa alcanzar un total de 270 votos electorales. Pero hay casos en donde virtualmente puede llegar a darse un empate entre los dos principales aspirantes.

Qué pasa si hay un empate en las elecciones entre Donald Trump y Kamala Harris

En el escenario de un empate, donde ambos candidatos, Donald Trump y Kamala Harris, alcanzaran hipotéticamente 269 votos electorales cada uno, el proceso para elegir al futuro jefe de Estado no se define automáticamente. Según CNN, esto podría pasar, por ejemplo, si Harris gana Wisconsin, Michigan, Arizona y Nevada y un solo voto electoral en Nebraska —que también obtuvo Joe Biden en 2020— pero pierde Pensilvania y Georgia.

El resultado en caso de empate depende del Congreso a través de un mecanismo llamado “elección contingente”, que está estipulado en la 12° Enmienda de la Constitución de Estados Unidos. Según consta en el documento, la Cámara de Representantes es la encargada de decidir quién será el presidente, mientras que el Senado elige al vicepresidente.

En el caso de la decisión que deben tomar los representantes, cada delegación estatal (grupo de legisladores que un estado envía a la Cámara) tiene derecho a un solo voto, independientemente de su tamaño. Esto significa que el poder de decidir recae en los 50 estados y no en los 435 representantes a nivel individual. En tanto, para que un candidato gane, debe obtener el apoyo de al menos 26 de estas delegaciones. Este proceso de votación se lleva a cabo el 6 de enero, tres días después del juramento de los representantes y de definirse la composición de la Cámara.

En el caso de la Cámara alta, que define al vicepresidente, cada senador tiene un voto, y el ganador debe obtener una mayoría simple de los 100 votos disponibles. Lo curioso es que si este cuerpo parlamentario elige a un vicemandatario que pertenece a un partido distinto al del presidente elegido por los representantes, el país norteamericano podría tener una administración dividida.

Las únicas dos veces donde hubo empate en las elecciones presidenciales de EE.UU.

Aunque la última vez que se produjo un empate fue hace exactamente 200 años, los antecedentes demuestran que esta posibilidad existe. El mecanismo de “elección contingente” fue necesario en dos ocasiones en la historia de Estados Unidos: la primera fue en 1800, cuando igualaron Thomas Jefferson y Aaron Burr, lo que llevó a una serie de votaciones en la Cámara antes de que Jefferson fuera elegido presidente. La segunda fue hace dos siglos, en 1824, cuando John Quincy Adams fue elegido por la Cámara después de que ningún candidato alcanzara la mayoría de los votos electorales.