¿Pierden fuerza los avances de las mujeres en la política de Estados Unidos?
Tras la salida de Elizabeth Warren de la contienda demócrata, la república norteamericana deberá esperar cuatro años más para ver a una mujer en la Casa Blanca.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 4 años.
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En su casa de un suburbio de Detroit, Jill Warren se pasó la mañana del jueves pegada al teléfono, buscando noticias sobre la mujer que deseaba fervientemente fuese la próxima presidenta de Estados Unidos: la senadora Elizabeth Warren.
Jill Warren, quien no tiene parentesco alguno con la legisladora, sabía que las cosas no pintaban bien y que probablemente se retirase de la contienda por la nominación demócrata a la presidencia. La noticia de que, efectivamente, lo había hecho, no obstante, fue devastadora, no solo porque creía en sus propuestas sino, también, porque representaba el fin de la ilusión de que fuese una mujer quien se enfrentaría a Donald Trump en noviembre.
“Para mucha gente fue un día de luto”, dijo Jill Warren, una consultora semirretirada de 61 años. “La hegemonía de los blancos de edad sigue vigente”.
La partida de Elizabeth Warren, quien por momentos fue la favorita para conseguir la nominación, pero no pudo ganar un solo estado en el Súper Martes, confrontó a muchos votantes con una dura realidad: Si el 2019 fue el Año de la Mujer, en el que una cantidad récord de mujeres se incorporaron al Congreso y lanzaron campañas presidenciales, el 2020 es otro Año del Hombre en la política estadounidense.
Las encuestas ya habían planteado dudas acerca de la viabilidad de las candidatas femeninas. Al menos, la mitad de los votantes en las primarias demócratas creen que a una mujer le resultaría más difícil que a un hombre derrotar a Trump, según consultas de AP VoteCast en cuatro estados donde hubo consultas el martes.
A Warren se le quebró la voz el jueves al anunciar su retiro de la contienda, cuando habló de la cantidad de niñas que conoció en su campaña “que van a tener que esperar (al menos) otros cuatro años” para ver una mujer en la Casa Blanca.
Sostuvo que el género sigue siendo un tema problemático en la política. “Si dices, ‘sí, hay sexismo en esta contienda’, todos te dicen ‘¡llorona!’”, expresó. “Y si dices, ‘no, no hay sexismo’, millones de mujeres piensan, ‘¿en qué planeta vives?’”.
Qué distinto se veía todo hace poco más de ocho meses, cuando Warren y otras cinco mujeres –una cantidad sin precedentes– participaron en dos debates de las primarias demócratas a fines de junio. Warren y Kamala Harris fueron muy elogiadas por sus desempeños.
Debbie Walsh, directora del Centro para la Política y la Mujer de la Universidad de Rutgers, pensó que el país estaba listo para saldar la deuda que quedó con la derrota de Hillary Clinton ante Trump en el 2016, pero ahora se pregunta si el electorado demócrata no se estará dejando llevar por “el relato falso de que es demasiado peligroso postular mujeres”.
“Se suponía que este era el año en que los demócratas iban a ganar sí o sí”, comentó Walsh. “Una mujer fue derrotada en el 2016 y todo el mundo se preguntaba ‘¿cómo puede ser que hayamos elegido a Trump?’. Este temor nos ha llevado al sitio donde estamos ahora”.
Todo esto, acotó Walsh, a pesar de los avances de las mujeres en las elecciones de mitad de término del 2018, en la Cámara de Representantes y en contiendas estatales, que demostraron que, “como siempre hemos dicho, cuando las mujeres se postulan, salen airosas en la misma proporción que los hombres en contiendas comparables”.
En esta ocasión, las mujeres que se postularon no pudieron competir. Amy Klobuchar llegó a estar tercera en la votación de New Hampshire, pero no pudo generar el apoyo de distintos sectores necesario para ganar una primaria demócrata. El tercer lugar de Iowa fue el mejor resultado de Warren, a pesar de contar con una gran organización a nivel nacional y de haber sido considerada una de las favoritas en algún momento. Tulsi Gabbard sigue dando batalla, pero ha cosechado apenas dos delegados a la convención nacional hasta ahora, cientos menos que Joe Biden y Bernie Sanders, los dos líderes de las primarias.
“Da la sensación de que hay que elegir entre dos viejos blancos”, dijo Linda Rosales, una empleada de laboratorio de 64 años jubilada de Denver.
Muchos dirán que se han logrado progresos por más que ninguna mujer encabece una fórmula presidencial y parece bastante probable que Biden o Sanders elija a una mujer para la vicepresidencia.
De todos modos, la frustración es palpable entre algunos votantes. LaShyra Nolen, la primera mujer afroamericana elegida presidenta del consejo estudiantil de la Facultad de Medicina de Harvard, dijo que no basta con tener una mujer en la fórmula y que la gente tiene que apoyar a las mujeres en la política.
“Seguimos viviendo en una sociedad plagada de control patriarcal y desigualdad”, se quejó Nolan, de 24 años, de Los Ángeles.
Hay quienes piensan que el movimiento #MeToo a favor de la igualdad de género, que derribó prominentes figuras que cometieron abusos sexuales, puede estar perdiendo fuerza.
“Me frustra el que tengamos tres hombres setentones y ochentones que no tienen nada en común conmigo ni con la mayoría de los presentes en esta sala”, declaró Kaitlin Cornuelle, una escritora de 29 años de Los Ángeles, aludiendo a los asistentes a un reciente acto de Warren.
Otros destacaron que Warren bien puede haberle costado la candidatura a Mike Bloomberg.
“Lo destrozó”, dijo Iris Williamson, maestra de 26 años de Brooklyn, quien lamentó que el electorado pareció no tomar en cuenta los cuestionamientos que hizo la senadora en un debate, ante los cuales el exalcalde de Nueva York se vio muy mal.
No son solo las mujeres las que lamentan el que no quede ninguna de ellas en la contienda. Axel Marc Oaks Takács, profesor de estudios religiosos de la Universidad Seton Hall de 36 años, partidario de Warren, generó un debate en las redes sociales al preguntar por qué la gente piensa que Biden tiene mejores posibilidades de derrotar a Trump que Clinton en el 2016.
“Seamos honestos: Biden y Clinton son ambos miembros del establishment demócrata, con las mismas políticas”, escribió, para luego preguntarse si “el patriarcado, el sexismo y la misoginia” no son responsables del estado de cosas.
Lucienne Beard, directora ejecutiva del Instituto Alice Paul, una organización sin fines de lucro de Mont Laurel, Nueva Jersey, dice que a las mujeres les cuesta más que a los hombres atraer dinero y cobertura periodística. Y que cuando lo consiguen, se las juzga por cuestiones superficiales.
“Pareciera que no podemos escuchar la voz de una mujer hablando de estas cosas. Y nos enfocamos en su presentación: ‘¿Tiene cara de jefa perversa?’. ¿Sermonea demasiado?’”.
Si alguien sabe algo de esto es Hillary Clinton, quien sacó más votos que Trump, pero no pudo ser presidenta en el 2016.
“Sigue habiendo un doble estándar. Hay muchos prejuicios en relación con la posibilidad de que una mujer sea presidenta”, dijo Clinton, quien no apoyó a nadie en las primarias. “Hemos progresado mucho y me encantó que haya habido tantas candidatas. Hay que seguir insistiendo hasta que rompamos finalmente las últimas barreras”.