Nueva York. Más de 400 grandes empresas se han declarado en bancarrota en Estados Unidos desde que comenzó el año, el peor dato en una década debido a la pandemia de COVID-19, y en términos de magnitud, con miles de millones de dólares comprometidos a lo largo de diferentes sectores, un terremoto económico que no da señales de amainar, según señalan analistas.

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“Las bancarrotas han impactado en un amplio rango de sectores este 2020 en medio de la pandemia de coronavirus, pero las industrias centradas en el consumidor han sido perjudicadas desproporcionadamente”, indicó la firma S&P Global Market Intelligence en un informe que abarca empresas cotizadas con activos o deuda superiores a $2 millones de dólares y $10 millones en el caso de las privadas.

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Sus analistas, Tayyeba Irum y Chris Hudgins, cifraban en 424 esas grandes bancarrotas acumuladas al comienzo de esta semana, “lo que excede el número de tramitaciones en ese periodo comparable desde 2010” por la aguda contracción de la economía.

Los analistas aún esperan que "más compañías sufran mientras la pandemia de coronavirus ahoga la actividad".

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Hay varios tipos de bancarrota según la ley estadounidense y las empresas comerciales generalmente se acogen al Capítulo 11, que les permite seguir operando con un plan de restructuración de deuda que debe ser aprobado por los acreedores, aunque otras optan por liquidar sus activos y cerrar establecimientos para saldar el pasivo.

En total, según el American Bankruptcy Institute, la mayor asociación de profesionales de la bancarrota, que informa a los legisladores, hasta finales de julio más de 4,200 empresas comerciales de todos los tamaños se habían acogido a la bancarrota del Capítulo 11, y su directora ejecutiva, Amy Quackenboss, estimó en una nota que habrá un “incremento en los próximos meses”.

La plataforma BankruptcyData, que se atribuye la base de datos más amplia, señala que 46 firmas hasta ahora han declarado deudas superiores a 1.000 millones de dólares, algo más grave que en las dos últimas recesiones: a estas alturas en 2009 hubo 40 compañías tan endeudadas en su momento de bancarrota y en 2002 solo 25, lo que supondría la mayor magnitud de quiebras "de todos los tiempos".

El consejero delegado de New Generation Research, James Hammond, que gestiona esa plataforma, sostuvo en entrevista con Efe que “el ‘shock’ de demanda generado por los confinamientos ha acelerado las cosas” y hoy en día se escucha hablar de las cadenas de tiendas y restaurantes quebrados, pero también van a empezar a verse organizaciones sin ánimo de lucro, universidades, museos u hospitales.

Algunas de esas firmas ya tenían problemas antes de la COVID-19 y su llegada no hizo más que acelerar el proceso, sobre todo para las que requerían presencia física, como el comercio minorista, pero los expertos apuntan que la tendencia va a continuar por su debilidad y pese a los préstamos del Gobierno de EE.UU para proteger el pago de nóminas.

MINORISTAS Y RESTAURANTES, LOS MÁS IMPACTADOS

Con más de 100 grandes compañías en bancarrota, el sector más impactado es el consumo discrecional, según el informe, lo que engloba una veintena de minoristas con nombres históricos como Brooks Brothers, la marca de ropa más veterana del país; Lord & Taylor, que tenía los grandes almacenes más antiguos; y marcas populares como J.Crew o Ann Taylor.

Probablemente la debacle minorista más visible es la tienda de lujo por departamentos Neiman Marcus, que hace poco más de un año abría un establecimiento de 20,000 metros cuadrados en el centro comercial del exclusivo barrio de Hudson Yards, en Nueva York, y tras el parón provocado por la pandemia ha decidido dejarlo vacío.

“Los clientes están y seguirán comprando de manera diferente respecto a antes de la pandemia”, anticipó un portavoz de estos conocidos grandes almacenes de moda, que soportaban una deuda superior a $5,000 millones cuando se acogieron a la Ley de Bancarrotas, a principios de mayo.

Otras “víctimas” de la ola pertenecen a la restauración, como NPC International, que opera las franquicias de Pizza Hut y Wendy’s, afectado por el cierre de establecimientos y, como en Nueva York, por la ausencia del turismo, un problema que ha asfixiado a gran parte de locales comerciales de Manhattan.

Los siguientes sectores son el industrial y energético, que abarcan juntos otras 100 grandes empresas quebradas entre las que destaca Hertz, especializada en alquiler de vehículos, con unos 24.000 millones de deuda, y Chesapeake Energy, la pionera de la técnica del "fracking", con casi 12.000 millones de pasivo.

Para BankrupcyData, las empresas de construcción e inmobiliarias están también entre las más impactadas, así como las sanitarias y médicas, ya que "los hospitales son duros de gestionar en buenos tiempos, pero si les quitas las cirugías electivas y añades el miedo a ir, hay un 'shock' de demanda en sí mismo", agregó Hammond.

UN FUTURO SOMBRÍO

De acuerdo a un análisis de la firma Stifel, los cierres de tiendas sumados a la "migración" a la compra 'online' han contribuido a los apuros de los minoristas, que pueden contagiar a empresas "expuestas" a su deuda, mientras que la "caída sin precedentes en la demanda de energía" también hace prever más bancarrotas en esa industria.

Mientras, se está incrementando la solicitud de préstamos para evitar despidos, un "dinero que ayudó a las empresas durante unos meses pero no lo suficiente, ya que la actividad de los consumidores simplemente no está ahí. Hay mucho miedo del virus, que sigue dejando huella en los estados", dijo Ben Schlafman, jefe de operaciones de New Generation Research.

La Federación Nacional de Minoristas (NRF) de EE.UU., que destaca cómo su sector emplea a uno de cada cuatro estadounidenses y contribuye 3.9 billones de dólares al PIB, ha lanzado una campaña para apoyar a las firmas y reclamar al Congreso un nuevo paquete de estímulo fiscal que permita “proteger a trabajadores y clientes” mientras abren con seguridad.

“El optimismo sobre la economía y el gasto en el sector minorista está poniéndose a prueba cada día con la propagación del coronavirus”, dijo en una nota el economista jefe de la NRF, Jack Kleinhenz.”El tiempo dirá, pero la conclusión es que la economía está lejos de salir fuera de peligro”, agregó.