En cuestión de días, millones de estadounidenses han visto como sus vidas daban un vuelco por las medidas para frenar la propagación del nuevo coronavirus.

Calles normalmente bulliciosas están desiertas y las familias se atrincheran en sus casas. Muchos de los que se aventuran a salir al exterior tratan de mantener una distancia de seguridad con cualquiera que se encuentren, aunque estén haciendo fila para comprar productos ahora preciados como el gel desinfectante. Los padres hacen malabares para cuidar a sus hijos ante el cierre de las escuelas, quizás para lo que resta de curso. Y los restaurantes están vacíos y optan cada vez más por funcionar solo para reparto a domicilio.

¿Cuánto durará esto? Los científicos dicen que no hay una respuesta sencilla a esta pregunta.

“En muchos sentidos, esta situación no tiene precedentes. Estamos intentando tomar algunas medidas para frenar la expansión y el impulso de esta pandemia”, apuntó Stephen Morse, investigador de enfermedades en la Universidad de Columbia en Nueva York.

Sí, ha habido brotes previos de enfermedades de los que los científicos pueden sacar algunas conclusiones pero, en esos casos, se permitió que siguiese su curso. “Por lo que esos modelos no se aplican con precisión”, añadió Morse.

El presidente Donald Trump dijo el lunes que Estados Unidos estará lidiando con la crisis hasta julio o agosto. Y el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, señaló que el número de casos de coronavirus en el estado podría alcanzar su apogeo, que no terminar, en 45 días.

El mensaje general es que el país estará luchando contra este brote viral durante unos meses, no días ni semanas.

Cada modelo sobre la propagación de la enfermedad se basa en datos y suposiciones sobre dinámicas de población, demografía, capacidad del sistema de atención médica y otros factores, explicó Rebecca Katz, experta en salud pública de la Universidad de Georgetown.

El desafío para diseñar modelos sobre lo que ocurrirá en Estados Unidos es que los limitados recursos para realizar las pruebas del COVID-19, la enfermedad provocada por el coronavirus, suponen que los investigadores no sepan cuál es el punto de partida ni cuánta gente está ya infectada.

En otras palabras, los científicos dicen que la epidemia se ralentizará cuando la gente contagiada no pase el virus a otros.

“Básicamente, si yo infecto a una persona o más... la epidemia puede despegar. Si yo infecto a menos de una persona y todo el mundo infecta a menos de una persona, entonces la epidemia disminuirá”, dijo Elizabeth Halloran, investigadora de enfermedades de la Universidad de Washington.

Basándose en los datos de China y de los cruceros afectados por la pandemia, los científicos estiman que a menos que se tomen medidas para contener la propagación, cada afectado podría transmitírselo a otras 2 o 3 personas, lo que provocará un crecimiento exponencial del virus.

Si el virus pasa a una nueva persona cada dos o cinco días, según los cálculos de los expertos, una única persona contagiada podría generar 4,142 infectados en un mes asumiendo que no se haga nada para frenar la cadena de transmisión.

Los científicos estiman que, a menos que se adopten estas medidas, entre el 40 y el 80% de la población mundial podría contraerla enfermedad. En base al análisis de los datos de China, los expertos hallaron que la mayoría de los nuevos contagios los provocan personas con síntomas leyes que podrían desconocer siquiera que lo tienen, señaló Jeffrey Shaman, experto en salud pública de la Universidad de Columbia.

Aunque la mayoría de la gente se recupera y solo una parte del total de casos son lo suficientemente graves como para requerir hospitalización _ en torno al 14% según las estimaciones científicas _ la auténtica magnitud de la pandemia pondrá mucha presión sobre los hospitales, los trabajadores médicos y otros pacientes, que podrían ver como se demoran los procedimientos no relacionados con el coronavirus.

Los científicos están de acuerdo en que las medidas para frenar o reducir la cadena de transmisión son cruciales para asegurar que las salas de urgencias no se saturan rápidamente con oleadas repentinas de cuadros críticos.

Si medidas como el cierre de las escuelas logran frenar la propagación de la enfermedad, “vamos a ver una joroba en lugar de un pico” en los gráficos sobre los nuevos casos, dijo el doctor Anthony Fauci, experto en enfermedades del gobierno de Estados Unidos, en una conferencia en la Casa Blanca.

En otras palabras, el número de contagios crecerá de forma más gradual y manejable. Pero esto supone también prolongar la duración del brote.

“El sentido de las restricciones que tenemos es alargar esto más en el tiempo. No queremos un gran pico que se produzca muy rápido”, afirmó Mark Jit, investigador de enfermedades en la London School de Higiene y Medicina Tropical. “No es como una película de Hollywood con un final claro en el que todos se salvan, o todos mueren, rápidamente”.

Entonces, ¿cómo termina esto?

La mayoría de los científicos creen que la lucha contra el COVID-19 no terminará hasta que haya una vacuna efectiva. Pero Fauci y otros expertos sostienen que pasará más de un año hasta que tengamos una lista para su uso generalizado.

“El mejor escenario es que tendremos una vacuna en 12 o 18 meses y nuestras vidas regresarán a la normalidad”, manifestó Jit. “El peor, es que se tarda mucho tiempo en desarrollar una vacuna y el mundo cambia realmente y nuestras vidas no vuelven a ser las mismas”.

Mientras esperamos, ¿durarán las cuarentenas más de un año? Casi nadie cree que eso sea realista.

“No creo que podamos mantener el distanciamiento social como ahora por el tiempo que dure la epidemia”, apuntó Michael Levy, investigador de enfermedades en la Universidad de Pensilvania.

Una alternativa más factible podría ser un plan de restricciones intermitentes y un mejor monitoreo para controlar la enfermedad, una idea explorada en un nuevo estudio de investigadores del Imperial College de Londres. Una vez el número de nuevos casos se sitúe por debajo de una determinada cifra, las escuelas, oficinas y restaurantes podrían reabrir. Pero si el número de contagios vuelve a repuntar, las restricciones volverían a entrar en vigor.

“Deberíamos estar pensando en la analogía de un auto frenando en una carretera helada”, explicó Levy. “Pisas el freno para ralentizar las cosas, entonces lo levantas pero si resbalas lo vuelves a pisar”.