Si de fenómenos que solo ocurre una vez en la vida se trata, podríamos mencionar a ser víctima de un huracán, un rayo o un tornado, por ejemplo. Sin embargo, para Ann Hogdes, no podría haber algo más singular que recibir el impacto de un meteorito, pero ¿cómo es esto posible?

Es importante mencionar que cada día, un promedio de 17 meteoritos impactan la Tierra, pero la mayoría suele caer en los océanos o una que otra zona remota. Es decir, que la probabilidad de morir por uno de estos cuerpos es de 1 en 1,600,000. Eso sí, siempre se puede romper la regla.

Sucedió un 30 de noviembre de 1954, mientras la mujer de entonces 31 años tomaba una siesta en su casa de Sylacauga, un pueblo en la zona rural de Alabama, al sur de los Estados Unidos. Entonces el mundo estaba en tensión debido a la Guerra Fría, pero para Ann Hodges todo sucedería sin previo aviso.

Debido al contexto -que tuvo lugar entre 1947 y 1991- se pensó que todo se trataba de un movimiento relacionado a la Unión Soviética, algo que más adelante se revelaría que no sería nada más alejado de la verdad. Según el Museo de Historia Natural de Alabama, habitantes del poblado dijo haber visto “una luz rojiza brillante” minutos antes del impacto.

Pero fue la Guerra Fría y el vilo que se vivía en ese entonces que incluso instó a entregar el objeto a la Fuerza Aérea para describir de qué se trataba el elemento. No pasó mucho hasta que la institución reveló que se trataba de una roca proveniente del espacio exterior, identificada como un meteorito.

De todos modos, tras la palabra de los expertos, la población aún no estaba tranquila y hasta pensaron que se trataba de los restos de un avión. Eugene Hodges, pareja de la víctima, contó que tuvo que echar a los curiosos que se presentaron en su vivienda. Ann, por su parte, debió ser llevada al hospital debido al golpe que tuvo a un lado del abdomen.

El siguiente problema era uno mucho menos común: preguntarse a quién le pertenecía la roca espacial. Los lugareños coincidían en que el proyectil debía ser devuelto a la afectada; de hecho, ella señaló que sentía que era suyo ahora: “Creo que Dios quería que fuera para mí. Al fin y al cabo fue a mí a quien golpeó”, habría dicho la mujer, según la investigación del diario ‘Clarín’.

Para mala suerte de la pareja, alguien más entraría en la disputa por el objeto: la dueña de la casa que el matrimonio alquilaba, Birdie Guy. Pese a ganar el pleito legal, aceptó 500 dólares por parte de los Hodges, quienes estaban seguros que podrían sacarle mucho más provecho al elemento por ser los afectados directos.

Más adelante, el Instituto Smithsoniano de Washington D.C. les ofreció una suma importante de dinero, la cual rechazaron al pensar que podrían recibir mucho más por la pieza extraterrestre. Sin embargo, las personas dejaron de tener interés en él y el matrimonio terminó donando el objeto al Museo de Historia Natural de Alabama en 1956.