Washington.- Hastío, rabia, la convicción desoladora de que la vida de los negros está atrapada en un círculo fatal alimentado por el racismo: estas son las emociones que repercuten en los afroestadounidenses después de la masacre en la Iglesia Metodista Episcopal Emanuel de Charleston, Carolina del Sur.

Nueve personas que se reunieron a orar en uno de los principales santuarios de la vida negra —la iglesia— fueron asesinados.

Esto sucedió luego de una serie de muertes de hombres negros tras entrar en contacto con policías en ciudades de diversas partes del país y actos racistas en universidades. Aunque los afroestadounidenses están habituados a las dificultades que les provoca su raza, la confluencia de los sucesos parece estar dejando una marca.

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"En verdad, somos un pueblo que está fatigado por el combate racial", dijo el ensayista político y comentarista Chauncey DeVega el jueves.

Según las autoridades, Dylann Storm Roof permaneció con los feligreses de Emanuel durante una hora mientras estudiaban la Biblia antes de matarlos a tiros. El jefe de policía de Charleston se negó a hablar de motivos, pero un amigo de Roof dijo a The Associated Press que el hombre blanco de 21 años solía quejarse de que los negros estaban "tomando el mundo".

Pistolero de Charleston es un racista declarado

La secretaria de Justicia Loretta Lynch, la primera mujer negra que ocupa el puesto, inició una investigación por crímenes de intolerancia.

El reverendo Anthony Evans, de la Iniciativa por la Iglesia Negra Nacional, dijo que se aprestaba a viajar a Charleston para enseñar a las iglesias a defenderse. Dijo que el ataque evocaba "un punto de profunda frustración moral que no se puede explicar".

"Al mismo tiempo, quieren que individuos del clero como yo prediquemos la paz y la unión", dijo. "Solo quieren que no permitamos que la gente se descontrole y yo no estoy dispuesto a pararme frente a esa multitud furiosa para decirle que no es bueno sentir furia".

El presidente Barack Obama también parecía hastiado.

"He tenido que hacer declaraciones como ésta demasiadas veces", dijo el primer presidente negro el jueves. "Las comunidades como ésta han tenido que soportar tragedias como ésta demasiadas veces".

La matanza de Charleston fue precedida por meses de tensiones raciales crecientes que comenzaron con la muerte de Michael Brown, de 18 años, muerto por un policía blanco en Ferguson, Missouri. La tensión volvió a estallar en Baltimore tras la muerte de Freddie Gray, en Cleveland tras la muerte de Tamir Rice y en Long Island tras la muerte de Eric Garner.

También hubo amenazas en las universidades. En la de Duke apareció un nudo corredizo de horca colgando de un árbol. En los dormitorios estudiantiles de la Universidad Estatal de Nueva York en Purchase aparecieron esvásticas y nudos corredizos pintados en las paredes. Apenas el jueves, un hombre se declaró culpable en una corte federal de amenazar a estudiantes y empleados de la Universidad de Mississippi al colocar junto con otros un nudo corredizo en el cuello de la estatua de James Meredith, el primer estudiante negro de la universidad.

Los hechos se producen contra el trasfondo del desempleo negro, que supera el promedio nacional, los vecindarios alterados por la delincuencia, las críticas al estado de la familia, la cultura y la educación negras e incluso un debate sobre lo que significa ser negro.

Días antes de la matanza de Charleston, el país asistió azorado a la historia de Rachel Dolezal, quien renunció a la conducción de la delegación de la organización negra NAACP en Spokane, Washington, cuando sus padres denunciaron que ella era en realidad una mujer blanca que se hacía pasar por negra.

Para Marc Morial, presidente de la Liga Nacional Urbana, el ataque de Charleston es un recordatorio más de que hay "tensión racial, conflicto racial y en algunos lugares odio racial en este país".

"Destaca el hecho de que nos queda mucho por hacer", dijo Morial.