Florida. Una embarcación de la Guardia Costera de Estados Unidos descargó el jueves más de 30 toneladas de cocaína y marihuana con valor de más de $1,000 millones. Los narcóticos fueron decomisados en altamar durante un despliegue de varios meses frente a las costas de Sudamérica.

El alijo de narcóticos ilegales incautados por el escampavía de la Guardia Costera James fue uno de los más grandes del que se tenga memoria, un reflejo del arsenal estadounidense cada vez más sofisticado que incluye drones de gran potencia y cámaras infrarrojas especiales capaces de detectar calor de pequeñas embarcaciones cargadas de cocaína.

Pero también deja al descubierto un aumento reciente de narcóticos provenientes de Colombia, un aliado cercano de Estados Unidos y el mayor productor de cocaína del mundo.

Funcionarios antinarcóticos de alto rango del gobierno estadounidense viajaron al sur de Florida para recibir a la tripulación del barco y elogiar a la Guardia Costera por interceptar los narcóticos antes de que lleguen a las calles del país.

“Les estamos pegando a los narcotraficantes donde más les duele: en sus bolsillos”, afirmó el médico Rahul Gupta, director de la Oficina de la Casa Blanca para la Coordinación de Políticas Antidrogas.

Gupta dijo que el gobierno del presidente Joe Biden pretende aumentar el presupuesto del país para reforzar la infraestructura para el tratamiento de adicciones y reducir el suministro de opioides sintéticos como el fentanilo y otras drogas.

Pero los recientes decomisos sin precedentes de la Guardia Costera, las agencias federales de seguridad y naciones aliadas también ponen en evidencia lo poco que ha bajado el flujo de cocaína proveniente de Latinoamérica desde que el presidente Richard Nixon declaró la guerra contra las drogas hace medio siglo.

El cultivo de coca en Colombia aumentó en 2020 a 245,000 hectáreas (945 millas cuadradas), suficiente para producir 1,010 toneladas de cocaína, de acuerdo con el reporte más reciente de la Casa Blanca sobre las tendencias de cosecha en la región andina. Desde 2014, la producción potencial fue menos de la mitad de esa cantidad. La producción en Perú y Bolivia también ha aumentado constantemente.

El almirante Karl Schultz, comandante de la Guardia Costera, dijo que, de no ser por las labores de intercepción de Estados Unidos, esas cifras serían incluso más altas, y el impacto desestabilizador de las organizaciones criminales transnacionales en la región sería aún peor.

“¿Importa? Claro que importa porque de cierta forma lo contiene”, aseveró.

El embajador Todd Robinson, que encabeza el gabinete de Asuntos Internacionales de Narcóticos y Aplicación de la Ley del Departamento de Estado, compartió esa postura.

“No siempre es sobre decomisos”, dijo Robinson, quien antes fungió como el principal diplomático estadounidense en Guatemala y Venezuela, dos zonas importantes de tránsito para la cocaína colombiana. “También es sobre reforzar la capacidad de nuestros aliados”.