Alarmados por las bajas notas de los alumnos en plena pandemia del COVID-19, muchas escuelas de Estados Unidos decidieron adoptar una actitud tolerante hacia las calificaciones y los plazos para recibir tareas.

Y, ahora que la crisis del coronavirus se diluye, algunas están decididas a mantener esas políticas u otras parecidas, no por la pandemia, sino más bien por lo que la crisis reveló acerca de los castigos que sufren los alumnos que no tienen suficiente apoyo en sus casas, deben trabajar o no tienen buen acceso al internet.

Durante una clase vía Zoom, la maestra Brandy Snyder, de la Escuela Secundaria de Las Cruces, en el estado de Nuevo México, observó una vez a un alumno sentado junto a clientes del restaurante de comidas rápidas en el que trabajaba. El muchacho se conectó desde allí porque no quería perder puntos por ausentarse. Bajo el sistema de calificaciones nuevo, una ausencia no conlleva la pérdida de puntos si el estudiante demuestra que aprendió la lección.

“Me sorprende que no haya más maestros que abrieran los ojos”, dijo Snyder, una de las pocas profesoras de su escuela que usa el nuevo sistema de calificaciones. “Es increíble que actúen como guardianes, que piensen, ‘no, debe estar presente en mi clase’. No saben las circunstancias del alumno”, señaló.

Desde hace años que hay quienes promueven el concepto de “calificaciones justas”, que reflejen los conocimientos adquiridos por el alumno y no sus tareas, su comportamiento o las actividades extracurriculares. Numerosas escuelas se están empeñando en eliminar los prejuicios de sus sistemas de calificaciones como consecuencia de las lecciones que dejó la pandemia y de la toma de conciencia acerca de las injusticias raciales.

Desde California hasta Virginia, las escuelas han estado experimentando y haciendo a un lado el sistema de calificaciones de cero al 100 y otras estrategias para no restar puntos a quienes no completan tareas. Otras permiten a los alumnos volver a tomar un examen y entregar sus trabajos después del plazo fijado.

También se está reconsiderando la forma en que se recompensan las tareas extracurriculares, que favorecen a los estudiantes con situaciones más ventajosas en sus casas. Algunos maestros resisten esta propuesta, aduciendo que reduce las expectativas de los estudiantes.

Un sindicato de profesores de San Diego radicó una demanda el año pasado cuando su distrito escolar anunció que adoptaría el sistema de clasificaciones justas. La profesora de economía y gobierno Julia Knoff dijo que ella y sus colegas temían tener menos autonomía y más trabajo, viéndose obligados, por ejemplo, a preparar nuevos exámenes para quienes tuvieron bajas calificaciones.

Finalmente se llegó a un acuerdo en el que el distrito garantiza a los profesores discreción en áreas como la entrega de trabajos y la cantidad de veces que los alumnos pueden volver a hacerlos.

Knoff, quien es delegada sindical, cree que el nuevo enfoque hará poco por preparar a los estudiantes para las responsabilidades del mundo real.

“Tengo un trabajo, un jefe y debo cumplir con ciertos requisitos”, dijo Knoff.

Una de sus alumnas, Helene Trujillo, comentó que la flexibilidad para entregar tareas hace que se sienta menos “sofocada”. Cuenta que a veces termina de trabajar en un restaurante de comida mexicana después de las diez de la noche y está haciendo tareas hasta las dos de la mañana. A las ocho y media debe estar en la escuela.

“Sería más fácil manejar todo si no fuesen tan estrictos con los plazos para entregar trabajos”, dijo Trujillo. “Y no habría que preocuparse tanto por las notas”.

La enseñanza por internet hizo que muchos profesores se empapasen de las circunstancias que tienen sus alumnos en sus hogares y alimentó al interés en buscar formas de no castigar a los estudiantes que no cuentan con las condiciones ideales, según Joe Feldman, ex profesor y administrador de Oakland (California), que escribió un libro sobre el tema y ofrece talleres para profesores de la consultora Crescendo Education.

“Creo que aprendimos bastante acerca de la tolerancia que se puede tener con los estudiantes. No quisiera que las notas reflejen cosas fuera de su control”, manifestó.

A Brad Beadell, profesor de ciencias de la vida de la Wilcox High School in Santa Clara (California), le preocupa la posibilidad de que los estudiantes traten de sacar provecho de las nuevas políticas.

“El problema que veo es que los chicos que quieren volver a tomar un examen son muchachos que sacaron notas altas”, señaló. “Quieren un puntaje perfecto”.

Shantha Smith, una profesora de raza negra de Elicot City (Maryland), dice que lleva 20 años enseñando y que percibe los prejuicios de muchos maestros.

Los profesores de raza blanca, afirmó, estiman que los alumnos afroestadounidenses o de piel cobriza que bromean o hablan alto son perezosos y no encajan en el modelo de comportamiento que tienen en su cabeza. Esa percepción se ve reflejada en sus calificaciones, indicó.

“Ojalá estemos iniciando un recorrido en el que se muestra más empatía y compasión hacia lo que pasa en las vidas de la gente”, declaró Smith.

Janna Stone, profesora de inglés en Wilcox High, quiere ver si las nuevas propuestas mejoran la autoestima de los estudiantes. “Muchos de ellos”, dijo, “se consideran estudiantes de notas bajas” y no se esfuerzan por mejorarlas.