Pekín/Washington. El secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, llegará este domingo a China para limar asperezas entre las dos potencias, un objetivo que los expertos consideran complicado, al menos a corto plazo, dado el actual deterioro de las relaciones.

Blinken será el funcionario estadounidense de mayor rango que visite China desde que el presidente del país norteamericano, Joe Biden, comenzase su mandato en 2021, pero los medios oficialistas del país asiático señalan las bajas expectativas que existen con respecto al viaje del secretario de Estado.

“Aunque ninguna de las partes espera demasiado del viaje, la visita es una oportunidad para evitar que la relación bilateral siga deteriorándose y pase de ser mala a muy mala”, aseveró el investigador de la Academia China de Ciencias Sociales Lü Xiang, citado por el diario local “Global Times”.

Lü se mostró escéptico con respecto a las verdaderas intenciones de Washington. “No está claro si Estados Unidos es sincero cuando dice que desea mejorar los lazos”, indicó el experto, que, sin embargo, declaró que, a juzgar por recientes declaraciones de funcionarios estadounidenses, el país norteamericano “se ha dado cuenta del peligro al que se enfrentan los lazos entre las dos potencias y de la urgencia de controlar el riesgo que ello conlleva”.

“La cooperación económica, el conflicto entre Rusia y Ucrania, la cuestión de Taiwán y la preparación de las siguientes reuniones de alto nivel serán los elementos que tendrán prioridad durante la visita de Blinken”, vaticinó al rotativo el decano asociado de la Escuela de Estudios Internacionales de la Universidad Renmin, Jin Canrong.

En la misma línea, Juan Luis Manfredi, titular de la cátedra Príncipe de Asturias de la Universidad de Georgetown, en Washington, dijo a EFE que “hay que rebajar las expectativas, pero es una buena señal que haya un interés en reforzar los lazos diplomáticos”.

Antes de partir, Blinken dijo el viernes en una rueda de prensa que su objetivo es establecer “canales de comunicación estables” entre Washington y Pekín para evitar que haya “malentendidos” entre ambas potencias que puedan derivar en un conflicto.

El Departamento de Estado ha detallado que Blinken también quiere poner sobre la mesa la situación de Taiwán, la guerra de Ucrania, el tráfico de fentanilo y la liberación de presos estadounidenses en China.

Se espera que el secretario de Estado se reúna en Pekín con el jefe de la diplomacia china, Wang Yi, o con el ministro chino de Exteriores, Qin Gang, quien hasta el año pasado era embajador en Washington.

Pero no está claro si se verá con el mandatario chino, Xi Jinping, quien el viernes recibió al magnate Bill Gates.

Será la primera vez que un secretario de Estado estadounidense pise suelo chino desde 2018, cuando Mike Pompeo visitó el país asiático en representación de la Administración de Donald Trump (2017-2021), bajo la cual se deterioraron las relaciones bilaterales.

En agosto del año pasado, la entonces presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, viajó a Taiwán, acto que Pekín interpretó como una provocación y respondió con baterías de sanciones, la cancelación del diálogo con Washington en materias como defensa y cambio climático y maniobras militares en el estrecho de Taiwán de una intensidad inédita en años y que desde entonces se han convertido en habituales.

La situación en el estrecho de Taiwán es solo una de la larga lista de desencuentros entre las dos potencias, entre los que se encuentran las tensiones económicas y comerciales, sobre las que algunos expertos chinos se muestran optimistas. “El viaje es una oportunidad para que ambos países rompan el bloqueo existente en sus relaciones económicas y comuniquen sus demandas a la otra parte”, aseguró el profesor de la Universidad de Economía y Negocios Internacionales Li Changan.

“China tiene una posición irreemplazable en las cadenas de suministro industrial y, por ello, Washington ha de cooperar con Pekín en numerosos sectores”, indicó Li, que manifestó además que “mantener el contacto mutuo es un síntoma positivo de comunicación y algo bueno para ambos partes”.

Otro episodio de tensión tuvo lugar en febrero pasado cuando Washington denunció la presencia de un supuesto globo espía chino sobrevolando Estados Unidos, algo que Pekín negó pero que Blinken utilizó entonces como pretexto para posponer su esperado viaje al país asiático.

El mismo Biden dio este sábado por superada la crisis del globo al asegurar que el artefacto no fue enviado de forma “intencionada”.

Desde entonces ha habido una tímida operación de deshielo que escenificó en abril la secretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet Yellen, con un discurso conciliador en el que aseguró que “el mundo es suficientemente grande” para las dos potencias.

Pero no todo han sido buenas señales. A principios de mes, el ministro chino de Defensa evitó reunirse con su homólogo estadounidense al coincidir ambos en Singapur.

Y esta misma semana, Washington ha acusado a Cuba de albergar instalaciones chinas de espionaje al menos desde 2019, algo que han negado tajantemente tanto La Habana como Pekín.

Biden dijo, además, que espera reunirse dentro de los próximos meses con su homólogo chino, Xi Jinping, para abordar los puntos de fricción entre ambas potencias.

La Administración de Joe Biden se ha propuesto gestionar de forma “responsable” su rivalidad con China, es decir, competir comercialmente con el gigante asiático y buscar alianzas internacionales para aislarlo, pero evitando siempre un conflicto directo.

Para Manfredi, está claro que Estados Unidos “quiere aliviar el conflicto, pero también marcar territorio para que China no pueda desarrollarse”.

Lo positivo, añadió el experto, es que ambas potencias saben que un conflicto abierto “no es una buena idea” para nadie.

A su vez, el Gobierno chino tiene su propia agenda, como dejó claro el ministro Qin Gang en una llamada el miércoles con Blinken en la que exhortó a Estados Unidos a cesar en su empeño de dañar los intereses soberanos en materia de seguridad y desarrollo de China “en nombre de la competencia”.

Washington, por ejemplo, bloqueó el año pasado el acceso a China de su sector de semiconductores alegando que Pekín quiere utilizar los chips para desarrollar su industria militar.

Según Manfredi, Estados Unidos “quiere aliviar el conflicto, pero también marcar territorio para que China no pueda desarrollarse”.

En medio de esta rivalidad, ambas potencias están intentando ampliar sus esferas de influencia, con China redoblando sus inversiones en África y América Latina, y Estados Unidos estrechando lazos con el Indopacífico.

Como resultado, se está configurando un “mundo multipolar” con Washington y Pekín como grandes potencias, pero con otros poderes regionales que no se acaban de alinear con ninguno de los dos bloques, opinó el experto.