El Paso. Mientras en Washington los tribunales deciden si se mantiene o no el Título 42, la norma sanitaria que permite la expulsión inmediata de migrantes y que tenía que haber finalizado este miércoles, la frontera de Estados Unidos con México queda en un limbo y los migrantes se ven expuestos a situaciones de mayor riesgo.

Después de haber cruzado miles de kilómetros y haber sorteado el peligro de los carteles, soportado hambre y atravesado algunos la hostil selva del Darién (en la frontera entre Colombia y Panamá), los migrantes se enfrentan a una decisión: esperar en México o arriesgarse a cruzar de manera irregular.

Con la norma sanitaria en pie, entregarse a la Patrulla Fronteriza deja de ser una opción inmediata para muchos migrantes que son expulsados como parte de acuerdos entre el Gobierno mexicano y el estadounidense.

El Título 42, que entró en vigor durante el mandato de Donald Trump (2017-2021) y con la excusa de la pandemia, se mantiene en vigor después de una medida cautelar del Supremo, evita que las personas de países como Venezuela o los del llamado Triángulo Norte de Centroamérica puedan solicitar asilo en Estados Unidos.

Desesperados, algunos deciden arriesgarse, buscando un hueco o una compuerta abierta en el muro fronterizo o bien pagando a coyotes sumas de hasta $1,000 para que los guíen a través de caminos para evadir ser capturados por la Patrulla Fronteriza.

Con sus dos hijos, uno de 3 y otros de 6 años, y junto a otra migrante que conoció en México, Samira (nombre ficticio para ocultar su identidad) saltó el muro fronterizo hace varios días y llegó a la ciudad de El Paso, en Texas.

“Lo hice por ellos”, contó la salvadoreña a EFE, mientras esperaba sentada en la acera, con su hijo más pequeño en brazos, a las puertas de uno de los varios albergues en la ciudad fronteriza que da refugio a los migrantes.

Samira ya había intentado cruzar antes a Estados Unidos hace un mes, cuando se entregó a la Patrulla Fronteriza con la intención de pedir asilo, pero fue deportada de vuelta a México.

El papá de sus hijos está en otro estado de Estados Unidos y espera poder reunirse con él, pero no ha reunido aún el dinero necesario para un billete de bus y además teme ser arrestada por el camino y expulsada de nuevo fuera del país.

En un recorrido por El Paso, en diferentes sitios donde los migrantes pernoctan en la calle o refugios, EFE pudo hablar con más de una docena de personas que entraron a Estados Unidos sin ser detectados por las autoridades fronterizas.

Cruzar una y otra vez hasta pasar a Estados Unidos

El Título 42, que fue mantenido por la actual Administración de Joe Biden, no ha disminuido el número de aumentos de migrantes en la frontera, que han alcanzado cifras récord en los últimos meses.

Sin embargo, estas cifras han estado infladas por la cantidad de personas que, como Samira, cruzan la frontera más de una vez después de ser expulsadas.

Entre 2020 y 2021, se llevaron a cabo más de 1.8 millones de devoluciones de migrantes bajo el Título 42, aunque más de la mitad fueron personas que ya habían sido detenidas y expulsadas a México anteriormente, según datos del American Immigration Council.

Como explicó a EFE Nicolás Palazzo, abogado del Centro de Defensa de los Inmigrantes Las Américas, con sede en El Paso, la restricción en la frontera “crea una situación absurda donde la gente trata muchas veces de entrar (...) y se genera un boom económico para los coyotes”.

Para sortear a los agentes fronterizos y tener una indicación de por dónde se puede atravesar el muro sin ser detectados, algunos migrantes, como Jenifer y Roxana (nombres ficticios para ocultar su identidad), contaron a EFE haber pagado más de $500 a coyotes en México.

Las venezolanas se entregaron a la Patrulla Fronteriza en Piedras Negras, México y fueron deportadas después de haber pasado tres días en un centro de detención. Las autoridades estadounidenses las entregaron a oficiales mexicanos, que las llevaron hasta Mazatlán, Sinaloa, más de 1,000 kilómetros en el suroeste del país.

Desde ahí, con el deseo de cruzar a Estados Unidos aún presente, emprendieron un viaje de nuevo a la frontera, esta vez a Ciudad Juárez, donde pagaron a un coyote para que les enseñara por dónde podían cruzar.

Su principal motivación para seguir, aseguraron, fue el miedo: Roxana fue violada y secuestrada y Jenifer extorsionada en su natal Venezuela.

“Sentimos que este país (Estados Unidos) es más seguro y en México sentía que nos iban a dar el apoyo, pero tampoco nos sentíamos seguras del todo allí”, explicó Roxana, de 33 años, a EFE.

Las políticas que buscan disuadir la migración, tienen un gran fallo y es que no comprenden en su profundidad el motor que mueve a las personas a dejar sus hogares y atravesar países, muros y peligros, explicó Palazzo.

“No se entiende bien la desesperación que la gente tiene para entrar. Aun sabiendo que hay una política de expulsión, aun sabiendo el riesgo y los peligros de cruzar de esta manera, la gente lo sigue haciendo”, destacó el abogado.

En esto coincide Dylan Corbett, activista por los derechos de los migrantes de la organización Hope Border Initiative: “Pensar que este muro va a funcionar para que no entren al país no es razonable”.

El Tribunal Supremo decidió el lunes mantener en pie de manera preliminar el Título 42, mientras una corte en menor instancia estudia la apelación ante un fallo que ordenaba al Gobierno Biden suspender la norma sanitaria.

Un grupo de fiscales de 19 estados, incluyendo Texas, habían pedido ese día que la norma se mantenga alegando que su suspensión provocaría “un daño masivo e irreparable” en materia migratoria.

Desde que entró en vigencia en 2020, la normativa ha permitido la expulsión acelerada de más de 2.7 millones, según datos del International Rescue Comittee.