Washington. Jakelin tenía solo 7 años de edad cuando las autoridades estadounidenses la detuvieron junto a su padre y otros migrantes a principios de este mes en una zona remota del desierto de Nuevo México. Siete horas después, abordaba un autobús rumbo a la estación más cercana de la Patrulla Fronteriza, pero pronto comenzó a vomitar. Hacia el final de las dos horas de camino, había dejado de respirar.

Jakelin Amei Rosemery Caal Maquin, su nombre completo, no había comido ni bebido nada en varios días, dijo su padre a las autoridades estadounidenses poco después.

La muerte de la niña guatemalteca es la más reciente muestra de la desesperación que enfrenta un creciente número de familias y niños centroamericanos que se presentan en la frontera entre México y Estados Unidos, a menudo con la esperanza de solicitar asilo, creando nuevas preguntas sobre qué tan preparadas están las autoridades estadounidenses.

La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP por sus iniciales en inglés) dijo el viernes que inicialmente la niña parecía saludable y que no mostró indicios de problemas durante una entrevista. Su padre, que hablaba español, firmó un formulario en el que indicaba que la pequeña no tenía problemas de salud, afirman las autoridades, aunque la noche del viernes un funcionario guatemalteco dijo que el idioma nativo de la familia es un dialecto maya.

El comisionado de la CBP Kevin McAleenan dijo que los agentes “hicieron todo lo posible” por salvarla.

Este nuevo episodio generó preguntas inmediatas de parte de legisladores y otras personas sobre si se pudo haber hecho algo más. Solo había cuatro agentes procesando a los 163 migrantes, entre los que se encontraban 50 menores sin compañía de un adulto, y un solo autobús para llevarlos a la estación más cercana, ubicada a 151 kilómetros (94 millas) de distancia. Apegándose a los protocolos, los agentes no detectaron problemas hasta que fue demasiado tarde.

“Una niña de 7 años no debería morir de deshidratación y choque bajo custodia de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza”, tuiteó el líder de la minoría demócrata en el Senado, Chuck Schumer.

El reverendo John L. McCullough, presidente de Church World Service -un ministerio integrado por diversas agrupaciones cristianas que proporciona asistencia a refugiados-, dijo que la muerte de Caal es el resultado de la “guerra inmoral del gobierno contra los inmigrantes”. Declaró que “las personas no caminan miles de millas a menos que estén desesperadas por encontrar libertad al final de su trayecto”.

El inspector general del Departamento de Seguridad Nacional abrió una investigación, y los líderes en el Congreso prometieron que iniciarán otra.

La niña y su padre, Nery Gilberto Caal Cuz, de 29 años de edad, fueron detenidos junto con el numeroso grupo cerca del cruce fronterizo de Antelope Wells alrededor de las 9:15 de la noche del 6 de diciembre. La zona remota y montañosa alberga pueblos fantasma y edificios abandonados de la época del Viejo Oeste. Es un terreno inmisericorde en el que Gerónimo hizo su última defensa y que permanece aislado en su mayor parte; no tiene servicio de telefonía celular y cuenta con pocos caminos. El puerto oficial de entrada tiene poca actividad durante su horario de 10 a.m. a 4 p.m.

El grupo fue detenido en una de las 17 bases de operación en Arizona, Nuevo México y Texas, instalaciones austeras construidas en años recientes para incrementar la presencia de autoridades federales en zonas extremadamente remotas. Los agentes viven ahí y trabajan en tareas semanales, debido a que conducir diariamente hasta ahí desde sus estaciones les tomaría demasiado tiempo.

Jakelin y su padre estuvieron detenidos en la instalación, con agua y alimentos, pero sin asistencia médica.

Funcionarios del CBP señalaron que conducir de Antelope Wells a la estación más cercana de la Patrulla Fronteriza, en Lordsburg, puede tomar varias horas.

Ya con los migrantes, los agentes recurrieron a un formato de admisión que dice: “La inspección de ingreso será realizada por personal profesional o que haya sido capacitado para reconocer el estado de conciencia, la calidad de capacidad motriz, fiebre y otros síntomas de enfermedad al ingresar a las instalaciones”.

Según el formato, la niña no mostró síntomas de enfermedad. No estaba sudando, no temblaba, no mostraba ictericia ni tenía traumas visibles, y estaba alerta mentalmente.

“Asegura tener buena salud”, dice el formato. Aparentemente, el padre de Jakelin firmó el formulario, al que The Associated Press tuvo acceso.

La pregunta final es si ella debe permanecer con la población general, remitirse a una sala de atención médica no urgente o ser referida a una sala de emergencias. Se marcó la casilla de “población general”.

Arrestar a grupos tan numerosos crea problemas logísticos para los agentes, que deben esperar la llegada de las vagonetas de transporte equipadas con asientos para bebé para llevar a los migrantes a las instalaciones de procesamiento, algunas de las cuales se encuentran lejos de la frontera.

Solo hay un autobús para el transporte de migrantes desde esa zona hacia la base en Lordsburg y, apegándose al protocolo, los otros menores ocuparon el primer autobús mientras Jakelin y su padre esperaban.

Se desconoce si Jakelin comió algo o tomó líquidos mientras estuvo detenida.

El padre y la hija no abordaron el autobús sino hasta las 4:30 de la mañana. Comenzó a vomitar media hora después. El camión continuó con su recorrido- es imposible recibir atención médica en la zona en la que estaban, aseguran las autoridades- y solicitó por radio la presencia de personal de emergencias en Lordsburg. Cuando llegaron, a las 6:30, la pequeña ya no respiraba.

El personal de emergencia la reanimó y fue trasladada vía aérea a un hospital de El Paso, Texas, mientras que su padre fue llevado por carretera. La niña falleció alrededor de las 12:30 a.m. del 8 de diciembre. Las autoridades indicaron que tenía una inflamación cerebral e insuficiencia hepática. Se programó una necropsia para determinar la causa de muerte. Los resultados podrían tardar varias semanas.

La CBP dijo el viernes que no informó de inmediato sobre el fallecimiento por respeto a la familia, pero que está revisando sus políticas de información. El comisionado McAleenan no mencionó el deceso de la menor al ser interrogado esta semana por los senadores durante una audiencia en materia fronteriza.

“Los agentes involucrados están profundamente afectados y sienten empatía con el padre por la pérdida de su hija”, dijo McAleenan el viernes. “No podemos enfatizar suficientemente los peligros que representa viajar largas distancias, en transportes atiborrados o expuestos a los elementos naturales a través de áreas desérticas remotas sin comida, agua y otros suministros”.

El portavoz de la Casa Blanca Hogan Gidley describió la muerte de Jakelin como una “situación trágica y horrenda” y pidió “leyes de sentido común que desalienten a las personas de viajar a la frontera” y cruzar ilegalmente.

Funcionarios consulares de Guatemala dijeron que hablaron con el padre, quien estaba sumamente alterado. Tekandi Paniagua, el cónsul de Guatemala en Del Rio, Texas, dijo que el idioma nativo de la familia era quiché, un dialecto maya que se habla en la sierra guatemalteca.

El padre de la niña se encuentra en Annunciation House, un albergue para inmigrantes en El Paso, dijo su director Rubén García. Indicó que Nery Caal no está haciendo declaraciones a los periodistas, pero que ya tiene un abogado. El grupo planeaba ofrecer una conferencia de prensa el sábado, pero García dijo que el padre no estaría presente.

Los arrestos en Estados Unidos han ido en aumento desde mediados de año, y varios de los migrantes provienen de las zonas montañosas de Guatemala, en donde abundan los dialectos mayas.

En muchos sentidos, el grupo de 163 migrantes en el que viajaba la niña ofrece un vistazo a los cambios tan drásticos en la frontera en los últimos años. En noviembre, hubo 51,001 arrestos de personas que ingresaron ilegalmente a través de la frontera con México- la cifra más alta durante la presidencia de Donald Trump- y más de la mitad de ellos viajaban en familia o eran menores sin compañía de un adulto.

Se desconoce si algunos miembros del grupo expresaron temor de volver a su país, pero cada vez más familias y menores buscan a los agentes para solicitar asilo y otras protecciones humanitarias, en lugar de poner en riesgo sus vidas al intentar eludir la captura en zonas remotas.

Frenar la inmigración ilegal se ha convertido en un asunto prioritario en el gobierno de Trump, y algunos activistas señalan que sus políticas están llevando a más personas a cruzar de forma riesgosa. Las autoridades migratorias afirman que su sistema está sobrecargado y no está equipado para lidiar con tal volumen de familias que no pueden ser expatriadas tan fácilmente, pero se resisten a las propuestas de adecuar las instalaciones a las necesidades de las familias. El gobierno resalta que existen muchas otras labores que se realizan en la frontera, como el comercio y el combate al terrorismo.